João Carlos Da Silva es un investigador portugués cuyo trabajo está centrando en la Ingenieria de Biosistemas y en la enseñanza en el Instituto Superior de Agrónomos, en la Universidad Técnica Lisboa. Con una vida alejada totalmente de la creencia religiosa acabó acompañando a su esposa, no sin antes tensar mucho la cuerda, a Medjugorje. Allí llegó incrédulo, pero a su vuelta a Portugal ya era creyente. En aquella aldea bosnia en la que supuestamente se aparece la Virgen experimentó una fuerte conversión y una extraña sensación que su mente de científico no podía explicar.
João nació el 22 de noviembre de 1958 en el seno de una familia católica no practicante, tanto que ni siquiera recordaba haber hecho la comunión. Así, creció y fue perfilando su formación científica, alejado completamente de Dios y de la Iglesia. Sin embargo, se enamoró de una joven que hoy es su esposa que era una católica devota y practicante. Este era su único contacto con la religión.
La excusa para que su mujer le dejara en paz
En su testimonio, contado en blog Santidade y recogido en Portaluz, afirma que tras la boda estaba tan presionado por el trabajo que esto “era una buena excusa para no acompañarla a la Santa Misa”, pues desde novio de vez en cuando iba con ella.
La única cesión que hacía a su católica esposa era el aceptar ir alguna vez a confesar como “una forma de devolverla el amor que ella me tenía”. Ella le pedía que fuera a confesarse y él alegaba que no tenía pecados así que João siempre decía: “dime uno de mis pecados”.Ella lo hacía y él iba al confesionario. Un minuto después estaba de vuelta contento sabiendo que en un tiempo no volvería a pedírselo.
La crisis nerviosa de su esposa
Así fueron pasando los años en los que fue creciendo en su trabajo y teniendo a sus dos hijas. Pero todo cambió en octubre de 2000 cuando su esposa sufrió una gran crisis nerviosa seguida de una depresión, dándose incluso de baja en el trabajo.
En aquel momento tan duro su mujer conoció un grupo de oración carismático que “milagrosamente” la ayudó a reponerse y volver al trabajo. Y además los jueves por la tarde los dedicó a la Adoración en otro grupo. Así llegó la revolución a la casa de João. Pese a todo este investigador seguía incrédulo.
“El primer día que ella fue allí le regalaron una imagen de la Virgen de Medjugorje, quedó encantada con su belleza y preguntó quién era. Le explicaron las apariciones que estaban teniendo lugar en una aldea de Bosnia Herzegovina y ese día volvió a casa entusiasmada. Le dijo a mis dos hijas, de 9 y 11 años respectivamente: ‘chicas, la Virgen se aparace en Medjugorje, en Bosnia, desde hace 20 años, ¡y yo ni lo sabía! Tenemos que ir allí’. Luego se volvió hacía mí y me dijo que le gustaría ir. Le dije que sí. Ella me pregunt: ‘¿y tú?’. Yo le dije: ‘Tú adéntrate en tu vida y no en la mía. El lugar debe ser hermoso y veré la agricultura, las montañas, las playas…’”, cuenta.
El viaje a Medjugorje
Finalmente, fueron a Medjugorje coincidiendo con el festival de la juventud, que reúne en este lugar a miles de personas durante esos días. Pronto João quedó impactado con todo lo que veía. Pese a los casi 40 grados que había se veía a miles de jóvenes, numerosos testimonios, filas de cientos de personas para confesar, cantos, rosarios… Al regresar de noche al hostal en el que se alojaban la guía les informó que a primera hora de la mañana del día siguiente habría una aparición para los no creyentes.
“Pensé que ese era mí día y fui el primero en estar preparado. Esperando a la vidente cantaban canciones y rezaban el Rosario. De pronto la gente comenzó a escribir intenciones en pequeños papeles que los pasaban con fotos y botellas con agua hacia el lugar donde la aparición iba a tener lugar. Mi esposa tomó una hoja y la escribió por ambos lados. También mis dos hijas escribieron muchas intenciones”, recuerda João.
La petición a la Virgen
Sin embargo, él no había escrito nada ni sabía qué poner en aquel papel. Al final cedió a las peticiones de su familia y escribió: “La Virgen interceda por mí ante Dios para que me perdone mis pecados”.
Joao, junto a su mujer y sus dos hijas
Entonces algo le ocurrió a este científico hasta ese momento poco receptivo a lo divino. Tras escribir aquellas palabras en el papel tuvo conciencia de su realidad de pecado y lejanía de Dios. Y mientras se producía la supuesta aparición esa certeza se profundizó de tal manera que sentía un “gran arrepentimiento de mi vida pecaminosa pasada y pasé todo mi tiempo pidiendo perdón a Dios por mis pecados”.
“Una corriente eléctrica” por el cuerpo
A este sentimiento en su interior se sumaban otra seria de signos. João recuerda que “yo estaba como absorbido por una brisa fresca y simultáneamente todas las células de mi cuerpo, desde los pies a la cabeza, fueron atravesadas por algo como una corriente eléctrica. Este fenómeno duró unos segundos… La vidente Mirjana se estaba levantando y era una señal de que había terminado la Aparición. Mi primera reacción fue preguntarle a mi hija menor, que estaba delante de mí si había sentido esa brisa fresca. Me dijo que no y que se estaba muriendo de calor. Entonces miré a ambos lados y todos éramos como sardinas en una lata…”.
A partir de ese instante este profesor universitario se implicó en todas las actividades y se prestó para ayudar. Su mujer se había dado cuenta de lo que había pasado y le insistió para que fuera a confesar.
Al final su mujer insistió y él intentó su táctica de siempre: “para confesarme, tienes que decirme mis pecados”. Sin embargo, en aquella ocasión ella le respondió de otra manera: “vete con el sacerdote, tienes mucho que hacer”. Entró al confesionario y salió dos horas más tarde. Había contado al confesor toda su vida pasada.
Al salir –cuenta João- “sólo cantaba, estaba en las nubes. Fui a misa ese día de la Transfiguración y desde entonces las misas han dejado de ser aburridas”.
Así volvió a Portugal, con ansias de “estar con Dios”. Necesitaba rezar el Rosario, ir a misa, adorar el Santísimo… “El fuego del Espíritu Santo descendió, se apoderó de mí y me quemó, provocándome una gran curación interior… durante dos días me sentí quemado por Ese Fuego… en la zona física de mi corazón que parecía estar ardiendo. No podía dormir, sólo recé, le pedí perdón a Dios y perdoné a todos los que en la vida me habían herido… Con mi mente muy limitada pienso que esta fue la culminación de la gran intercesión de la Virgen ante Dios que yo había pedido en Medjugorje. Jesús está vivo y el Espíritu Santo está activo. Dios quiere salvar a todos y resucitar a todos los que están lejos de Él como yo lo estaba. Finalmente, me gustaría agradecer a quienes oraron por mí y decir que todo esto sólo fue posible gracias al Amor, la Misericordia y la Gracia de Dios y porque muchos oraron e intercedieron por mí. Que Dios te bendiga. Alabada y glorificada sea la Santísima Trinidad y la Santísima Virgen María, mi querida Madre en el Cielo”.