La Revista Misión publica las vivencias y testimonios de Luis Felipe Areta, Loli Checa e Yusra Mardini, que conocen la presión de participar en estos juegos, y son, además, tres ejemplos de deportistas cuya motivación va más allá de conseguir el oro y el reconocimiento mundial.
Luis Felipe Areta (San Sebastián, 1942) fue ordenado sacerdote en 1980, pero su recorrido hacia el sacerdocio se inició paralelamente al del triple salto atlético.
“Cuando me ordené sacerdote, casi parecía que lo había decidido de un día para otro, pero era un camino que había comenzado con 18 años, cuando pedí la admisión en el Opus Dei, un día después de haber batido el récord de España absoluto de salto de longitud”, recuerda.
Durante su juventud en San Sebastián, fue trece veces campeón de España de salto de longitud y, tras participar en los juegos europeos, a los 16 años, recibió una invitación para trasladarse a Madrid y participar en el entrenamiento preparatorio de las olimpiadas de Roma de 1960.
"En ese tiempo en Madrid, vivía en una residencia de deportistas de élite y me preguntaba sobre aquellas cuestiones tan profundas que todo el mundo se pregunta”, asegura. Allí conoció el Opus Dei y, después de discernir su vocación, decidió pedir la admisión como numerario.
Participó en las olimpiadas de Roma de 1960 y en los juegos iberoamericanos de 1961, en las disciplinas de triple salto y de salto de longitud, y, más tarde, en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 y en los de México 1968, donde llegó a la final, pero, al competir lesionado, quedó decimosegundo. Según explica, el espíritu deportivo le ha servido de mucho en la vida espiritual.
“La vida es comenzar y recomenzar, pero siempre con una meta. En la vida espiritual no te eliminan al tercer intento; siempre puedes volver a intentarlo, y la oportunidad más importante que tenemos es el ahora”.
El padre Luis Felipe Areta en la actualidad
Nacida en Damasco en 1988, su historia se forja en el agua. Aunque tiene tan solo diecisiete años, sabe lo que es nadar para salvar su vida y la de otros. Salió de Siria, junto con su hermana Sara, en agosto de 2015, cuando había perdido la esperanza de que la guerra civil que azota a su país desde hace cinco años termine pronto.
Allí, quedó gran parte de su familia, sus esperanzas y un futuro prometedor en el mundo de la natación. A pesar de su juventud, o quizá gracias a ella, había representado a Siria en varios torneos internacionales. Sin embargo, ahora, la joven promesa buscaba refugio para salvar su vida: atrás quedaba la ilusión de hacer carrera en el deporte.
Tras pasar por el Líbano y Turquía, Yusra y su hermana pagaron a traficantes para que las ayudaran a cruzar a las costas griegas. Por fin, una noche, dentro de la barca hinchable se encontraron las hermanas Mardini, junto con otras veinte personas; todas llenas de esperanza por llegar a su primer destino en una Europa.
Sin embargo, pocos minutos después de zarpar, cuando se encontraban en mitad del mar Egeo, la barca comenzó a hacer agua. Sin dudarlo, Yusra y Sara decidieron lanzarse al mar y remolcar la barca, con la ayuda de otras dos personas, durante tres horas, hasta llegar al puerto de la isla de Lesbos.
“No tenía miedo de morir porque, si pasaba cualquier cosa, sabía que, podía nadar hasta la isla. Pero tenía a otras veinte personas conmigo. En Siria, había trabajado como socorrista en una piscina; si se hubiera ahogado cualquier persona, no me lo habría perdonado jamás”, asegura la joven.
Ya en Grecia, durante las semanas siguientes, vivieron en la calle. Finalmente, las hermanas Mardini llegaron a Austria y consiguieron pasar a Alemania, y, por esas casualidades de la vida, terminaron ubicadas en un centro para refugiados cercano a un club de natación, donde alguien, simplemente, decidió darle una oportunidad: Yusra participará en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
Formará parte del equipo olímpico de refugiados que compite, en igualdad de condiciones, con los otros 205 equipos. La nadadora asegura que, con su historia, solo aspira a “servir de inspiración a otros”.
Compaginar el deporte de élite y la maternidad puede parecer una tarea imposible. Sin embargo, Loli Checa (Silla,Valencia; 1982) atleta especializada en los 10.000 y 5.000 metros lisos, asegura que, después de tener a su primer hijo, tuvo “una progresión buenísima” y, después de tener al segundo, “mantuve el nivel en todas las pruebas y, en los 10.000 metros, mejoré mi propia marca”.
Loli se considera una pionera porque “antes, tener un hijo y ser atleta suponía tener que dejar la competición. Pero, sin duda, se puede seguir adelante. Querer es poder”, explica. Según reconoce, una mejoría tan marcada tras dos partos no suele ser habitual, pero explica que, en su caso, antes de ser madre “vivía las 24 horas del día por y para el atletismo”, pero que, después, el deporte termina cuando sales de la pista y, fuera, te esperan tus hijos. Asegura que se planteó dejar el atletismo al tener a su primera hija.
“Dedicarme al atletismo al cien por cien y tener una hija me parecía imposible”, explica.
Pero, sorprendentemente, comenzó a notar una gran mejoría en su rendimiento. “Me encontraba muchísimo mejor, física y mentalmente, que antes de tener a mi hija. Anteriormente, toda mi vida rondaba el atletismo, y no había otra cosa. Si un día me iba mal el entrenamiento, todo me iba mal. Pero, una vez que tuve a mi hija, el atletismo se quedaba en la pista. Me vino muy bien, ya que, debido a mi carácter, le daba muchas vueltas a las cosas y me influía negativamente. Ahora no es así”.
Loli participó en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, donde llegó a la semifinal de los 5.000 metros lisos, y planeaba participar en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, aunque, finalmente, no podrá hacerlo debido a una lesión. Pero la superación y el sacrificio son constantes en la vida de esta atleta. Por eso, su receta “para llegar a hacer algo en el atletismo se centra en la fuerza de voluntad y la disciplina”.
Durante su estancia en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebró en Río de Janeiro en 2013, el Papa Francisco bendijo la bandera de los juegos olímpicos. Según afirmó el cardenal Orani João Tempesta, arzobispo de Río Janeiro, era la primera vez que un Papa bendecía la bandera olímpica y paralímpica.
Ante la enorme afluencia de personas que se prevé, la diócesis carioca ha organizado un servicio de capellanía interreligioso, cercano a la villa olímpica, y las iglesias cercanas contarán con celebraciones litúrgicas en diferentes idiomas, con folletos de información para los visitantes.
Entre las iniciativas que se han organizado desde la archidiócesis brasileña, destaca 100 Días por la Paz, en la que 50 días antes y 50 días después de las olimpiadas se prepara a sus asistentes a esta competición para “vivir algo tan importante como la paz”.
Según declaró el arzobispo de Río de Janeiro, se pretende que las olimpiadas constituyan una oportunidad para reflexionar sobre “la belleza, la importancia y la solidaridad en el deporte, una práctica que se caracteriza por los diversos orígenes de sus competidores”.