Francisco suele citar una oración que hace este sacerdote ante el Sagrario: «Jesús, perdóname porque he perdonado demasiado. ¡Pero fuiste tú quien me dio el mal ejemplo!»
El periodista Andrea Tornielli, de La Stampa, encontró en Buenos Aires, junto al confesionario, al padre Luis Dli, y pudo hablar con él un buen rato. Hay que tener en cuenta que Francisco no lo mencionaba por su nombre, pero quedó claro que se trataba de este capuchino enseguida.
"Soy un poco, no digo escrupuloso, pero un poco timorato, diríamos, en las confesiones, en el perdón y todo eso. Entonces cuando él [Bergoglio] era cardenal acá en Buenos Aires yo tenía mucha confianza, iba hablar con él y alguna vez le he dicho todo esto; y él me decía: Perdona, perdona, hay que perdonar. Y entonces, bueno, sí, yo perdono, pero después me queda cierta intranquilidad, y después voy a Jesús y le digo que Él me enseñó, el mal ejemplo me lo dio Él, porque Él perdonó todo, jamás rechazó absolutamente a nadie. Entonces se ve que a él le impresionaron estas cosas, o le quedaron grabadas, y por eso lo comenta", explica el capuchino.
"Él sabe que yo confieso mucho, atiendo muchas horas, de mañana y de tarde. Incluso más de una vez él recomendó a algunos sacerdotes para algún problemita que vinieran a charlar conmigo. Yo los atiendo y ahora con algunos sacerdotes somos grandes amigos porque vienen habitualmente, están siempre charlando y están muy bien espiritual, pastoralmente muy bien. Así es que yo tengo que agradecerle mucho al Papa esa confianza que ha depositado en mí, agradecerle muchísimo, porque no es merecida", añade.
El Papa pone como ejemplo al padre Dli, que no tiene especiales estudios, destaca, pero sí sabe mucho de la vida.
"Yo no soy un tipo, un sacerdote, un fraile preparado, de estudios, de ningún doctorado, no tengo nada. Pero la vida me ha enseñado mucho, la vida me ha golpeado, la vida me ha enseñado y como nací desde muy abajo, muy pobre, entonces me parece que siempre tengo que tener una palabra de misericordia, de ayuda, de cercanía, a todo el que llega, a todo el que viene acá. Que nadie se vaya (sintiendo) como que no me entendió o (pensando) que me despreció o que me rechazó".
Luis Dli confiesa en su santuario de Buenos Aires de 9 a 12 de la mañana y de 15 a 19, todos los días. "El domingo de 7.30 a 12.30; de tarde también los domingos estoy en lo mismo desde las 15, celebro la misa y luego sigo atendiendo mientras las velas ardan".
A sus 89 años, y con miles de confesiones oídas, tiene algunos consejos para los sacerdotes jóvenes. "Misericordiosos, comprensión, poner… iba a decir cuatro oídos, pero no, ¡toda la vida! A escuchar, a comprender, a poder ponerse en el pellejo del otro, en el cuero del otro para entender qué está sucediendo. Que no seamos, empezando por mí, funcionarios, que cumplimos algo, ya está: le di la absolución, sí, no y se terminó. Todo lo contrario. Yo creo que hay que tener una cierta cercanía, una amabilidad especial, porque a veces hay gente que llega de años que no sabe muy bien lo que es la confesión. No te asustes, no te preocupes. La confesión lo único que necesita es querer ser mejor, nada más; que no pienses cuántas veces, con quién y que esto y que lo otro... Estas cosas no sirven para nada. Me parece que alejan a la persona. Yo tengo que procurar que las personas se acerquen a Dios, se acerquen a Jesús".
Para Luis Dli la clave para acerca la gente al confesionario es "que no tengan miedo".
"Yo siempre les muestro esta postal (es una imagen del Padre abrazando al Hijo Pródigo), que la tengo a acá siempre. Porque me dicen ¿pero Dios me va a perdonar? ¡Pero Dios te abraza, Dios te quiere, Dios te ama, Dios camina contigo! Dios vino a perdonar, no vino a castigar, vino a estar con nosotros, ¡dejó el Cielo para estar con nosotros! ¿Entonces cómo vamos a tener miedo? Me parece que es casi un absurdo, un desconocimiento, una idea equivocada de nuestro Padre Dios".
Dli asegura que ha aprendido mucho de dos capuchinos, de San Leopoldo Mandic, gran confesor, de quien ha leído mucho, y del Padre Pío de Pietrelcina, al que conoció en persona.
"Yo estuve con el Padre Pío en el año 60, creo, 61, estuve con el padre Pío. Y todas estas cosas me enseñaron mucho. Me confesé con él. Estuve con él en el mismo conventito de antes en el año 60. Esas cosas a mí me han enseñado mucho, me han grabado muchas cosas lindas de este ejemplo de misericordia, de amor, de paz, de tranquilidad, de cercanía; a pesar de que el Padre Pío era bastante fuerte, bastante enérgico. Pero cuando tenía que escuchar y perdonar era Jesús perdonando. Sí, sí".
Francisco habló de este capuchino el 6 de marzo de 2014, en un encuentro con los párrocos de Roma. Luego volvió a mencionarlo como ejemplo de misericordia, el 11 de mayo de 2014, en la homilía de la misa para las ordenaciones sacerdotales. También le citó en el libro entrevista El nombre de Dios es misericordia. En febrero de 2016 también lo puso como ejemplo durante la homilía de la Eucaristía que celebró en San Pedro con los frailes capuchinos y posteriormente, de nuevo, en el encuentro con los sacerdotes de Roma en San Juan de Letrán y con los confesores del Jubileo.
Francisco hablaba así: “Recuerdo a un gran confesor, un padre capuchino, que ejercía su ministerio en Buenos Aires. Una vez fue a verme, quería hablar. Me dijo: «Te pido ayuda, siempre tengo mucha gente en el confesionario, gente de todo tipo, humilde y menos humilde, pero también muchos sacerdotes… Yo perdono mucho y a veces me viene un escrúpulo, el escrúpulo de haber perdonado demasiado». Hablamos sobre la misericordia y le pregunté que qué hacía cuando sentía ese escrúpulo. Me respondió así: «Voy a la capillita, frente al tabernáculo, y le digo a Jesús: «Señor, perdóname porque he perdonado demasiado. ¡Pero fuiste tú el que me dio el mal ejemplo!»… Nunca olvidaré esto. Cuando un sacerdote vive así la misericordia sobre sí mismo, puede darla a los demás”.
En este vídeo divertido, los chicos de Catholic Stuff explican los 5 requisitos clásicos para una buena confesión