El 8 de abril se estrenó en Estados Unidos High Strung, un drama romántico musical dirigido, escrito y producido por Michael Damian, y con una pareja protagonista joven y prometedora: Keenan Kampa y Nicholas Galitzine. Prometedora... en el cine, porque realmente ella es ya un portento, sólo que del ballet clásico. Y es, sobre todo, católica: adoradora eucarística siempre que puede, devota de la Virgen María y tan comprometidamente provida como para convertirse en madrina de la Fundación Jérôme Lejeune.
Keenan fue la primera norteamericana invitada a la Academia Vaganova de San Petersburgo, que desde 1738 ha producido algunos de los más célebres bailarines del mundo, entre ellos Mikhail Baryshnikov. Llegó a la academia en 2007 con 18 años, culminación de una pasión por el baile que empezó con cuatro. Y en 2012 se integró en el Ballet Mariinsky, una de las más famosas compañías de la historia.
Todo empezó cuando ella y sus hermanas eran alumnas del Conservatorio Ballet de Reston (Virginia, Estados Unidos), donde se especializó en la escuela rusa. En verano complementaban sus clases en Boston. Un día, un maestro del Ballet Kirov que impartía una clase magistral se quedó asombrado al verla danzar. A los pocos días le llegó la invitación de la Academia.
"Fue alucinante", confiesa a Seventeen, pero también muy duro. Llegó sin conocer el idioma, le chocó el carácter (los rusos "son fantásticos y cariñosos, pero no sonríen mucho ni son tan alegres y abiertos como nosotros") y, sobre todo, tuvo que ensayar durante dos años once horas al día y 6 días a la semana, sin vacaciones y sin volver a casa ni por Navidad, con profesores muy exigentes y compañeros muy competitivos. Lo superó "con mucha motivación: tienes que estar por encima de todo eso, conservar la mente abierta, no dejarte atrapar y permanecer centrada".
Para eso fue una ayuda fundamental su profunda fe católica, que, según su padre, "se hizo más fuerte que nunca en Rusia, porque ella sabía que tenía que aferrarse bien a ella para salir adelante". Keenan y sus hermanos se educaron en casa (homeschooling), así que salir del hogar para ir a un entorno tan distinto era un desafío mayor de lo habitual.
Keenan intenta ir a misa a diario y frecuenta la adoración eucarística, y apunta en una libreta sus preocupaciones personales y profesionales para poder aplicar el consejo que le dio su madre, Kate: "Siempre que tengas un problema, ponlo en manos de la Santísima Virgen, y ella lo resolverá por ti".
Y tiene también gran devoción por San Juan Pablo II, a quien vio en una audiencia general con su familia cuando tenía 13 años: "Estábamos en la parte de atrás, pero me separé de mi familia y pude ponerme en primera fila. Recuerdo que me impactó", cuenta a National Catholic Register. Antes de concluir el viaje le envió al Papa un Rosario de plastilina hecho por ella, y conserva como oro en paño la carta de agradecimiento que recibió: "Decía que rezaba por mí. ¡Es mi héroe!".
Una de las plasmaciones de la fe de Keenan es su compromiso provida. En diciembre de 2013, cuando ya era una bailarina de renombre internacional como parte del Mariinsky, la joven participó en París para convertirse en madrina de la Fundación Jérôme Lejeune. Entre otras actividades, participó en el rodaje del documental Jérôme Lejeune: aux plus petits entre les miens, que muestra la vida y obra del médico y genetista francés nacido en 1926 y muerto en 1994 que en 1958 descubrió el gen causante del síndrome de Down.
Ya cuando vivía en Boston, Keenan participaba en un programa para enseñar danza clásica a niños Down: "Ver su mirada sobre la danza y verles danzar me mostró una faceta magnífica de mi arte. Trabajar con ellos se convirtió en mi momento favorito de la semana, y lo más triste de irme de Boston fue dejarles. Desde que llegué a Rusia busqué una asociación similar, pero no encontré nada. Es algo que me falta tanto que he decidido hacer algo por mí misma", explica en este vídeo que muestra su visita a la Fundación Jérôme Lejeune y a su viuda.
Keenan tuvo que abandonar temporalmente la danza y volver a Estados Unidos para operarse de la cadera, y al disponer de un tiempo libre que no había tenido en años quería emplearlo en los niños con síndrome de Down. Al empezar a documentarse apareció el nombre de Jérôme Lejeune y de su fundación, y decidió contactar con ellos y ayudarles: "Admiro su trabajo, su legado y todos sus combates", explica.
En cuanto a los niños con trisomía 21, "son la bondad encarnada, brillan de alegría, de pureza, de honestidad; son lo que son, eso es todo, son sencillos": "Por eso, cuando danzaba con ellos salía de clase llena de energía, dispuesta a conquistar el mundo simplemente por haber estado en su compañía".
Keenan es feliz dando clase a niños con síndrome de Down y comprobando sus espectaculares progresos.
Dice que espea "despertar conciencias": "Esto no es un tema necesariamente religioso o político, sino sobre todo científico. Hablamos de niños que merecen respeto y amor como los demás niños. No veo cómo esto puede ser controvertido, creo que es importante defenderles y darles voz". En la base de estas palabras, la gran paradoja que torturó a Jérôme Lejeune, y por lo que se volcó en cuerpo y alma en favor de las personas trisómicas: que su descubrimiento abriría años más tarde las puertas al exterminio casi sistemático de los niños Down antes de nacer en virtud de la indicación eugenésica del aborto y la extensión de las pruebas de detección intrauterina de enfermedades genéticas.
Y ¿cómo es que ahora Keenan Kampa se lanza al mundo del cine? En primer lugar la película, High Strung, es un musical cuya trama discurre en el mundo de la danza. Ella interpreta a Ruby, una alumna de una academia de danza en Manhattan, que conoce a Johnnie, un joven que toca el violín en la calle para sobrevivir y baila hip-hop con sus amigos. El film narra la relación entre ellos, sus estilos de baile aparentemente antitéticos y su participación en un concurso de baile.
Al entrar en este nuevo ámbito artístico, Keenan es consciente del valor ejemplar del cine y de que tiene seguidoras muy jóvenes: "¿Qué quiero que vean esas niñas?", se pregunta. Y la respuesta es uno de sus principios: "Si algo no es hermoso o no es algo en lo que pueda ir con Dios, no vale la pena".
En ese sentido, debutar en el cine de la mano de Michael y Janeen Damian, el matrimonio que produce la película, es una garantía. Cuando regresó a Estados Unidos para operarse, Keenan pensaba estar ocho meses de baja y luego volver a Rusia. Pero Michael, quien la había visto bailar en un reportaje de la NBC, la consideró óptima para el papel de Ruby, le propuso este proyecto, y ella aceptó.
Y los Damian son una garantía. Ambos, que proceden por caminos distintos del ámbito de la música, el baile y el espectáculo y tienen ya un amplio currículum como actores, directores y productores, son católicos y con criterios muy claros. Querían una película familiar con "mensajes positivos y modelos positivos". Cuando empezaron a recorrer estudios con su guión, todos les pedían lo mismo: algo para una edad superior. Ellos sabían bien lo que eso significaba.
"Rezamos mucho sobre esto", explica Janeen a National Catholic Register, "pero al final nos dijimos: ´No vamos a ceder. Vamos a hacer la película que queremos hacer. Una película que las familias puedan ver juntas y que inspire a la gente joven´. Fue una gran decisión por nuestra parte, y estamos muy contentos de haberla tomado... Nos hemos sentido en manos de Dios, como que Él se ocupaba de nosotros".
Se decidieron por una producción independiente y consiguieron un buen reparto, con actores consagrados como Jane Seymour (La doctora Quinn), Maia Morgenstern (la Virgen María en La Pasión de Mel Gibson) o Paul Freeman (el perverso arqueólogo de la primera de la serie de Indiana Jones, En busca del arca perdida).
De izquierda a derecha, Michael Damian, Jane Seymour, Janeen Damian y Keenan Kampa.
Así que se siente afortunados: "La gente dice que tenemos suerte. Pero no es suerte", dice Michael, "no puedes llamarlo suerte. Tienes que tener fe".
Keenan comparte además con los Damian la devoción a San Juan Pablo II. Janeen recuerda las advertencias del Papa polaco a la responsabilidad de quienes hacen cine: "Como católicos, nos lo tomamos muy en serio. Hemos sido siempre muy cuidadosos con los proyectos que hemos elegido o escrito".
High Strung se estrenó con fuerza en Estados Unidos y puede ser el inicio de una carrera distinta para Keenan, aunque nunca abandonando el ballet. Decidió no regresar a Rusia. Despedirse del Ballet Mariinsky fue "atroz" -explicó a Pointe-, pero estaba sobrecargada de trabajo y empezando a tener por ello problemas de salud. Aunque echa de menos la camaradería y la estabilidad del grupo en el que estaba, lamenta que estaba "perdiendo de vista la razón principal por la que danzas. Hacer la película fue genial porque me di cuenta de por qué amo el ballet: por la alegría".
Tiene un representante en Hollywood, acude de nuevo a una academia de ballet y se ha comprado un estudio donde poder ensayar por su cuenta. Su vida vuelve a ser un libro por escribir: "Tengo un montón de pequeños proyectos que me mantienen ocupada. Voy a ir día a día, y a continuar como bailarina y actriz. Veremos lo qué pasa".