En su paso por España, Pedro Zheng concedió una entrevista a Raquel Martín, de Ayuda a la Iglesia Necesitada para el semanario católico Alfa y Omega. Durante la conversación el joven (que por aquel entonces era un seminarista de 28 años) relata lo dura que es la vida de un sacerdote en China.
Zheng dijo que tenía ganas de regresar a su país, a su diócesis. Sabía que su vida podía correr peligro y afirmó no tener miedo. "No tengo ningún plan, no tengo futuro. Si Dios quiere iré a una parroquia, pero también sé que puedo acabar en la cárcel".
Hay una frase que a este sacerdote le ayuda a vencer los miedos y con la que se siente acompañado, "no tengáis miedo", de Juan Pablo II. El padre Pedro Zheng explicó que si quiere ser sacerdote en China y "servir a mis católicos, a la Iglesia de China, sé que voy a sufrir. Igual que sufrió Cristo. Pero con María y mi rosario no tengo miedo".
Fieles católicos rezando durante una Eucaristía en China
En la entrevista cuenta cómo llegó la fe católica a su familia y admitió que su vocación está forjada con grandes pruebas. Una de las situaciones en las que Zheng se ha sentido a prueba fue a través de las dudas y los miedos de su familia, así como los largos años que tuvo que pasar en la clandestinidad.
"Los seminaristas vivimos meses escondidos, de casa en casa, viajando de noche para que nadie te vea y entrando en pisos de madrugada para salir seis meses después. Meses sin ver el sol, sin salir a la calle", se acordó el Padre.
La familia de Zheng, que es católica, siempre ha vivido escondida su fe. Ellos le enseñaron a rezar las avemarías del rosario.
Muchos católicos clandestinos en China sólo pueden recibir la Comunión cuando algún sacerdote de la red clandestina llega a su zona. "Por razones de seguridad, el sacerdote se tenía que alojar en casa de una familia. Sabíamos que ese único día tendríamos la posibilidad de recibir la Comunión", explica.
Los seminarios ocultos de los católicos clandestinos en China son tremendamente austeros. "Vivimos juntos en una habitación no más grande de 20 metros cuadrados seis u ocho jóvenes. En ese espacio dormimos, comemos, nos aseamos, cocinamos, estudiamos, hacemos deporte, rezamos juntos… Tenemos que tener mucho cuidado para no ser descubiertos. Nuestro obispo, en cuanto puede, nos manda a Europa para formarnos", explicó.
Procesión en un santuario católico chino bajo la vigilancia de la Iglesia oficial
Su obispo, Andrés Hao, estuvo 25 años encarcelado en China y murió con 90 años. De él Pedro Zheng guarda un buen recuerdo, "era un verdadero santo. Él nos pidió que rezáramos por la Iglesia y que no olvidáramos que allí nos esperan".
A pesar de todas las dificultades a las que se ha enfrentado y de que su ministerio en China no será tarea fácil, Pedro Zheng se mostró alegre aun cuando añadió que quizá de vuelta a su país le espere "la persecución".