Myriam, una joven originaria de las Antillas francesas (Martinica y Guadalupe, en el Caribe) buscó a Dios entre los Testigos de Jehová, los budistas, los musulmanes y la Nueva Era. No lo encontró hasta que en un grupo de la Renovación Carismática oraron por ella y entonces algo en su interior cambió profundamente. 


La familia de Myriam era católica. Su madre le había enseñado a rezar el Padrenuestro y el Ave María. De niña quería saber más de la fe y acudía a catequesis con su hermano. Pero sus padres estaban divorciados, la situación social de la familia era muy compleja y no perseveraron en la parroquia. 

Myriam sentía sed espiritual, pero le costaba saciarla. En la adolescencia sintió un conflicto personal. No encontraba su camino espiritual y tenía la necesidad de buscar. Visitó a los Testigos de Jehová, a los budistas, a los musulmanes, se apuntó a clases de "técnicas de desarrollo personal"...

“Pero siempre había algún obstáculo, y llegué a la conclusión que el Dios en el cual yo creía en el fondo de mi corazón no estaba presente en ninguno de estos sitios”, cuenta Myriam.

Se sentía decepcionada y llegó a sentir, como ella lo define “una cierta alergia hacia la religión”. Pero aún así, continuaba frecuentando los lugares de culto católicos. “Eso me tranquilizaba, pensaba en mi interior en la cantidad de personas que habían rezado allí, y que si un día Dios quería revelarse a mí, sería en un lugar parecido”. 

"Avanzaba a mi manera, en paralelo a la religión católica pero sin seguir la liturgia, de la que de todos modos, no comprendía el significado”.


Debido a la decepción por no encajar en ninguna confesión religiosa y no conseguir llenar ese vacío espiritual, cayó en depresión.

La cuestión sobre el sentido de mi vida se me impuso. ¿Qué finalidad tiene? Dios, tú me has olvidado, te busco en todas partes y no te encuentro. Por tanto, ¿cómo sé que existes?”, recuerda que pensaba.

Aunque sus seres queridos la apoyaban, se sentía sola. “No tenía ningún deseo de vivir, seguía un tratamiento médico pesado: antidepresivos, ansiolíticos, somníferos, etc”.


La madre de Myriam vive en Francia. Durante una visita a su casa, su madre le propone ir juntas a las Antillas, de donde Myriam es originaria, para visitar a una tía suya.
La visita sería providencial, ya que su tía pertenecía a un grupo de oración de la Renovación Carismática. La invitó a acudir con ella a la oración. “Aunque reticente, acabé por acompañarla”, dice.

“Allí descubrí un grupo de mujeres que oraban con los brazos levantados, cantando en una lengua extraña. ¡Mi impresión fue que habían bebido demasiado ron!”, continúa Myriam.

Preguntaron si había alguien que deseara recibir oración. Mi tía me empujó cariñosamente, me acerqué, y oraron por mí”.

Dos de las mujeres que rezaron por Myriam le transmitieron una “palabra de conocimiento”, un mensaje inspirado por Dios para orientar o consolar. “Una de las mujeres me dio un mensaje que me tocó en lo más íntimo. La otra me dio unas palabras que me conmovieron por completo: ‘Jesús te ama’”. “En un instante, mi puzle espiritual se recompuso y todas mis cuestiones encontraron una respuesta”. 



Asamblea de oración de Renovación Carismática Católica en la isla francesa caribeña de Guadalupe


Al día siguiente, su tía la invitó a acompañarla a misa. “Me dijo que iría a misa a a las 6 de la mañana. Aunque me encontraba bastante débil a causa de mi estado depresivo, decidí acompañarla, como si fuese mi última oportunidad”.

En misa, en el momento de la elevación de la Hostia, Myriam reconoció a la Persona que “habló a mi corazón el día anterior”: “¡Es Jesús, es Él mismo!”, sintió.

A partir de esta experiencia espiritual, quiso consolidar su fe y decidió prepararse bien para poder recibir el sacramento de la Comunión.

“Sentí en mí un gran deseo de recibir al Señor. Mi tía me aconsejó antes de dar el paso a hablar con un sacerdote, miembro de la Comunidad de Emmanuel, cosa que hice inmediatamente después de misa”.

“El sacerdote me escuchó durante una hora y me dio la dirección de una parroquia del Emmanuel en París. De regreso a París, contacté con la parroquia”.


Comenzó a asistir a catequesis en preparación para comulgar unos meses más tarde de su conversión. “¡Llevaba tantos años esperando ese encuentro! Cuando recibí a Cristo, me asaltó una pregunta: ¿eso es todo? Enseguida me vino la respuesta: ¡Si, es todo! ¡Es toda mi vida, es mi Todo!’”

El testimonio de Myriam se publicó en la revista católica en francés L’1visible donde cuenta que tras su conversión el Señor la fue curando de su depresión.

“Le había pedido a Dios la gracia de curarme y, con un seguimiento médico serio, pude dejar de tomar los medicamentos al cabo de tres meses”, explica, confirmando su transformación incluso en su salud.

A partir de enero del 2013 es un miembro más de la Comunidad de Emmanuel. “Es verdaderamente Jesús el que me encontré en la Eucaristía, yo lo he experimentado y mi vida desde entonces, se ha transformado”, constata hoy.

En este video de YouTube, 3 minutos de oración de alabanza de un grupo católico carismático de la Isla Martinica