Toti Cadavid, colombiana ubicada en Denver (EEUU) vivía centrada en el  éxito profesional, en el frenesí del trabajo y en pretender que sus empleados hicieran lo mismo. Un accidente en el año 2009 del que salió ilesa cambió su forma de vivir y de pensar. Ahora ve las cosas de otro modo, ha aprendido a valorar lo importante.


“Era mamá pero no excelente mamá y era una esposa normal”, cuenta en un diálogo con El Pueblo Católico [el semanario católico de la diócesis de Denve; nota de ReL].

Dedicaba la mitad de su tiempo a administrar su agencia de mercadeo [marketing] y la otra mitad, a trabajar con los clientes de su empresa de relaciones públicas. “Me levantaba a las 6 de la mañana. Desde que abría los ojos decía ¡ya es tarde!, y con una actitud apurada levantaba a mis hijos y a mi marido".

La adicción al trabajo a veces no permitía que Toti se enfrentara a sí misma y a algunos episodios dolorosos que habían tocado su vida como la muerte temprana de uno de sus hermanos cuando él tenía 33 años y ella 19; la traición de algunos de sus compañeros de trabajo; la enfermedad de su hijo mayor, quien sufre de enanismo; el fracaso de su primer matrimonio o la pérdida de dos hijos.

Es por esto que por aquel entonces Toti estaba separada de Dios “y hasta dejé de ir a Misa”, confiesa. “Pensé que Él me había castigado pero luego entendí que más bien me había dado un gran regalo”, indica.

Lo que he entendido es que muchas veces somos muy religiosos y poco espirituales. Me he dedicado mucho a alimentar el alma, la parte espiritual y a enseñarle eso a mis hijos”, comparte Toti.


Un accidente ocurrido en 2009 le cambió su modo de pensar y vivir. “Mi esposo y yo estábamos en Puerto Rico y él perdió el control del coche y nos estrellamos contra un montaña a 60 millas por hora. Milagrosamente nos quedamos anclamos en una roca. Me lesioné el cuello, tuve fracturas y cortes pero salimos prácticamente ilesos”, comparte Toti.

“Después del accidente leí muchos libros, reflexioné y asistí a sesiones de coaching. Sentí que me desperté y pude entender mi vida de manera diferente”.

Así, esta colombiana que vive en Estados Unidos desde 1990, decidió fundar la compañía U-Fulfilled, que brinda conferencias, asesoría y consejo a ejecutivos y dueños de negocios y que tienen tendencia a dejarse absorber por el trabajo. “Hay una definición de éxito que la sociedad nos ha impuesto pero… ¿realmente esa definición se aplica a mí?”, se pregunta Toti, quien define este término como vivir una vida “balanceada y feliz”.


Toti Cadavid junto a su familia


Toti es madre de tres hijos: Nicholas, Santiago y Catalina. Su hijo mayor, de 24 años, nació con enanismo primordial tipo 2, una enfermedad de la que padecen solo 50 personas en Estados Unidos, que lo hace pequeño de estatura, débil de corazón y con una gran fragilidad en las arterias. Cuando se le descubrió esta enfermedad, los médicos dijeron que Nicholas no viviría más de 13 años.

“Él nunca se hacía la víctima pero yo sí”, confiesa. Sin embargo, luego del accidente que sufrió en 2009, empezó a ver a Nicholas como el regalo que es. “Lo que más he aprendido de él es la actitud ante la vida. Él es muy positivo, a pesar de su tamaño y de las muchas medicinas que tiene que tomar. No deja que esas cosas lo derroten”, dice Toti. “Ama de una manera tan bonita que la mayor adoración de su vida son sus hermanos”, agrega la empresaria.


Ante la pregunta de El Pueblo Católico de ¿Qué le diría a quienes proponen el suicidio asistido como una “solución” a este tipo de dificultades? ¿Pensó alguna vez usted esto?

Totti respondió: “¡Para nada! Solo Dios sabe cuándo llegamos y cuándo nos vamos. Nosotros no podemos decidir eso por nadie, ni siquiera por nosotros mismos. Vinimos a elevar el alma, a pasar retos que nos ayuden a ello”, indica Toti.

La diferencia está en ver que Nicholas tiene algo que enseñarle a sus seres queridos. “Él está en nuestras vidas para que le correspondamos de la mejor manera”, comenta.

Por todo ello, Toti quiere dar un mensaje a aquellas personas que ven en el trabajo su única prioridad. “Las situaciones difíciles hay que afrontarlas con cariño porque éstas solo vienen para darnos lecciones”, dice.

“Cuando miras atrás, te das cuenta de lo que aprendiste con ellas y eso te ayuda a crecer, y por eso debes incluso agradecerlas”, concluye.