"¡ES DE ORO! ¡CUATRO VECES CAMPEÓN PARALÍMPICO! Arnulfo Castorena se vuelve a coronar en Paris, entregándole a México el segundo oro en estos Juegos Paralímpicos". Esta es solo una de las celebraciones en redes sociales de la victoria del mexicano Arnulfo Castorena en los últimos días. El doble oro de París, no es suficiente para el paralímpico: siete veces medallista en los juegos, ya apunta a los próximos juegos de Los Ángeles de 2028 para continuar incrementando sus victorias.

Que el mexicano se encuentre hoy en la cima del deporte paralímpico se debe a una profunda historia de superación plagada de drama. Pero a lo largo de su vida, una monja fue crucial para que llegase a donde está hoy.

Nacido el 27 de mayo de 1978 en Guadalajara (Jalisco, México), su llegada al mundo se vio determinada por una grave afección que le impidió desarrollar el pulmón, el brazo izquierdo y las dos piernas.

No fue la única dificultad, pues su madre murió durante el parto y su padre lo abandonó tras conocer su discapacidad.

Criado y educado por su abuela Todosia, sin que ninguna escuela lo aceptase entre el alumnado, tenía poco más de 6 años cuando un internado de religiosas de Ciudad de México apostó por él y abrió sus puertas. Le enseñaron a leer y escribir, pero también encontraría con las religiosas la pasión que lo llevaría a la cima del deporte mundial: la natación.

"Le pedía a Dios que me diera fuerzas"

Un día fue determinante, hace cerca de 40 años. Fue con una monja, apodada sor Chiva, a la piscina junto a otros niños. Buena parte de ellos miraban el agua con miedo, por eso quedaron atónitos cuando Arnulfo se tiró al agua, flotando, luchando por nadar impulsándose solo con su brazo izquierdo.

Sor Chiva no lo dudó. Empezó a  enseñarle a nadar y perfeccionar su técnica y durante cinco años el niño fue feliz con las religiosas en el internado, hasta que tuvo que abandonarlo a los 12, tras fallecer su abuela.

Desde entonces, su vida continuó estando marcada por el acoso, violencia y rechazo hacia su persona, mientras luchaba por buscarse el pan. 

"Fue muy duro, pero siempre tuve la frente muy alta y le pedía mucho a Dios que me diera fuerzas para soportar todo eso. Gracias a Dios. Gracias a Dios se ha dado la oportunidad de representar nuevamente a mi país", declaró a CONADE tras su victoria. 

40 años después, gracias al apoyo, acogida y confianza de la religiosa, Arnulfo se ha consagrado nuevamente a sus 46 años de edad como una leyenda de la natación paralímpica. Dos oros que se unen a un amplio catálogo de victorias paralímpicas, destacando Sydney 2000, donde obtuvo su primer oro, o Atenas 2004, logrando un bronce. Desde entonces, las siguientes citas de Londres, en 2012, Río, en 2016, o Tokio,  en 2021, se verían plagadas de medallas de bronce, oro y plata.