Hollande y toda la “cultura” francesa han despedido hace unos días a Michel Delpech, uno de los “grandes” de aquella “nueva canción” francesa que dio ritmo y muchas otras cosas a la generación de nuestros padres. Tenía 69 años. Había interpretado más de 200 canciones. Su lema, como el de muchos de su época, era “sexo, drogas y rock&roll”.
Fue un gran creyente
La mayor parte de los franceses de más de 50 años no tendrían duda alguna en identificar su voz. Pero Michel Delpech acabó siendo mucho más. Fue un gran creyente. Su fe marcó sus últimos años, y así lo ha plasmado en un libro “J´ai osé Dieu”, que más o menos quiere decir “Me atreví con Dios”.
El éxito le llegó con “Chez Laurette”, pero comienza su infierno...
Su carrera había comenzado a mediados de los años sesenta. El éxito le llegó con 18 años, con la canción “Chez Laurette”. Luego encadenó el éxito con otros que siguieron como Wight is Wight, Pour un flirt (ambos en 1968), Les divorcés en 1973 (en pleno debate sobre la liberalización del divorcio en Francia, que sería objeto de una ley dos años después), Que Marianne était Jolie, Le Chasseur (en 1974), Quand j´étais chanteur (1975) o Le Loir et Cher (1977).
Se casó con la cantante Chantal Simon. Diez años después se divorciaban y, para Michel, comenzaba el infierno. Cayó en una brutal depresión, de la que ni el alcohol, ni la droga, ni las filosofías orientales – era el camino típico de un cantante de la época – le ayudaron a salir.
... y llega a la Capilla de la Medalla Milagrosa
Fue entonces cuando pasó por el 140 de Rue du Bac, de París. Allí está la Capilla de la Medalla Milagrosa. El noveno monumento nacional más visitado de Francia, según las estadísticas publicadas por la Oficina de Turismo – curiosamente ponen un número redondo 2.000.000 que es como decir que va mucha gente, y que contrasta con el resto de los monumentos: Torre de Montparnasse, 1.168.543 visitantes, o Museo Picasso, 206.195 visitantes.
Se refugia en la capilla huyendo de sus demonios interiores
En esa capilla se apareció la Virgen a Catalina Labouré, una santa de las hijas de la Caridad, esas maravillosas monjas que ayudan a tantos y con tanto cariño. Y en esa capilla es donde se refugió un día Michel Delpech, huyendo de sus demonios interiores. Pasó horas allí y consideró aquello como el acontecimiento inaugural de su vida, de su nueva vida. “En la casa de Dios”, donde el Señor me protege, “nada me puede pasar, el diablo no puede andar suelto. Pero una vez fuera, me siento de nuevo amenazado”.
Todavía hay gente que cree en Dios
“Personas que hacen la señal de la cruz, que viven en monasterios, devotos que recitan oraciones, hay, hay más… hay todavía gente que cree en Dios”, así dice una de sus canciones.
Finalmente se encontró con Geneviève Garnier-Fabre, una pintora y se casaron poco tiempo después, esta vez por la Iglesia.
Una carta de apoyo a los cristianos de Oriente
Hombre de profunda espiritualidad, en las Navidades de 2013 escribió una carta a los cristianos de Oriente, que se publicó en La Croix, como una muestra de apoyo a lo que estaban pasando.
Una carta que podría enviarse nuevamente hoy, dado que la situación de estos “testigos de la fe” no ha dejado de empeorar:
“¿Quién soy yo para dar consejos? Sólo la voz de alguien cuya búsqueda espiritual está íntimamente unida a vuestra tierra. Mi mujer y yo nos casamos religiosamente en la Iglesia Ortodoxa-Copta. Poco después, decidimos pasar unos días, como peregrinos, en Jerusalén, y, ante la piedra de la tumba de Cristo en el Santo Sepulcro, tuve la sensación de haber llegado a mi destino, Jesús entró en mi vida. Hoy, en París, me gusta seguir, de vez en cuando, los oficios de la Iglesia melquita de Saint-Julien-le-Pauvre, frente a Notre Dame, y he aprendido mucho de los Padres del desierto, Isaac el sirio, Doroteo de Gaza... pero también de mis amigos coptos, Amba Marcos y Amba Athanasios. Vuestra fe nos aporta mucho".
"Vosotros, cristianos de Oriente, necesitáis mucho coraje, sangre fría, fuerza, frente a la presión de la violencia en vuestros países. Yo soy una pequeña voz, pero os digo que seáis íntegros hasta el final. Estoy convencido de que habrá salidas. Ser un verdadero cristiano exige mucho coraje; el Evangelio, en cierto sentido, no está hecho para los débiles. Pero siempre es fácil dar consejos a los demás… ¿Qué haría yo en vuestro lugar? Ya es bastante que me quiera plantear el problema. Lo ignoro. Siempre se necesita heroísmo para ser cristiano: la voz de Cristo es dura. No os diría que huyérais como cobardes, sino que siguiérais vuestra conciencia. No buscar las pruebas, eso sería masoquismo, sino que cada prueba está ahí para edificarnos; si no vemos lo que nos pueden aportar, nos hacen sufrir el doble. Creo en la comunión de los santos, en la eficacia de la oración. En Nochebuena rezaré por vosotros, y por todos los hombres. Os pido que vosotros también recéis por nosotros”.
LA ÚLTIMA CANCIÓN-ORACIÓN DE MICHEL DELPECH