Luke Thomsen es uno de los cientos de miles de católicos que han participado en alguna de las Jornadas Mundial de la Juventud que se han celebrado por todo el mundo. En ellas se han producido numerosas conversiones, vocaciones a la vida religiosa o matrimonial y también profundos encuentros con Cristo, transformando la vida de estas personas desde la tibieza a una activa vida religiosa.
Este es el caso de este australiano que tras idas y venidas en la Iglesia y tras explorar filosofías y religiones orientales fue puesto en su sitio en España, concretamente en el monasterio de Montserrat, durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2011.
Allí, primero ante la Virgen, conocida como la “Moreneta” y luego ante un crucifijo en una capilla de este mismo santuario mariano lloró amargamente porque vio lo que había en su corazón. Desde entonces su vida cambió y logró ser lo que había pedido a María. Ahora es marido, padre y subdirector de una escuela católica en su país y gracias a su implicación está llevando a muchos jóvenes a la Iglesia.
Tal y como cuenta en Catholic Leader, Luke llegó a Montserrat para ver a la Virgen junto a otros cientos de peregrinos. Le habían dicho que rezara ante esta histórica imagen de María que tantas gracias había concedido durante siglos. Sin embargo, este joven quería utilizar a la Virgen como un “genio” que le concediera deseos.
A Cristo a través de María
“Hazme el mejor profesor”, pidió a la Virgen. Pero no lo hacía con fe sino con una exigencia de lo que debía ser. Asegura que tras esta experiencia se sintió “simplemente vacío”, porque “sólo estaba tratando de ‘sacarle’ algo, no tenía ningún objetivo”.
Tras ver a la Virgen y pasar por esta experiencia de vacío vio una capilla con un crucifijo. Algo le hizo detenerse y arrodillarse ante esta cruz. Y allí mismo volvió a pedir: “hazme el mejor maestro”. Pero mientras realizaba esta petición una gran lucha se desató en su interior y entonces sus palabras fueron transformándose: “hazme el mejor hombre que pueda ser” y luego “hazme lo mejor de mí mismo”.
En ese momento, en Monsterrat, se echó a llorar y tuvo la experiencia profunda de que Dios lo estaba llamando a ser algo “mucho más humilde” de lo que aspiraba a ser.
“Dices que quieres ser el mejor maestro, quieres ser esto y aquello, pero yo sólo quiero que seas tú”, recuerda este joven australiano que le dijo Dios en ese momento de intensa oración.
“El momento de cambio”
“Ese fue el momento de cambio para mí”, cuenta Luke. Su vida se transformó en ese instante, y llegó a Cristo a través de María. Y además como Dios da el ciento por uno este joven pudo ser maestro y además ser un gran evangelizador en la escuela.
Él mismo reconoce que aquel encuentro en este santuario español fue gracias al cual echó raíces en Jesús. Y como si un velo se le hubiera quitado de los ojos pudo ver todos los encuentros que el Señor había ido teniendo con él desde que era niño.
Recordó el duro momento en el que su padre murió siendo él un niño y para animarle una monja le enseñó a tocar la guitarra. Ahora este instrumento del que sólo sabía tocar algunas notas es su herramienta de evangelización. Y así un suceso tras otro.
Un profesor volcado en la evangelización
El Señor le regaló a Sarah, hoy esposa y madre de sus hijos, “una inspiración fuerte y constante” y además una mujer de fe profunda fe. Poco después empezó a trabajar en la escuela católica de la que hoy es subdirector.
Sin una iglesia parroquial cerca, el papel de Thomsen se centró en sacar adelante un programa que nutría la vida de fe de los niños a través de los sacramentos, la oración y la formación. Y los cambios en los estudiantes son visibles, asegura.
La Adoración Eucarística y la lectura de la Palabra son ahora, y gracias a su empeño, parte fundamental en este programa escolar. “Si se le permite a un niño tener una comprensión más profunda de lo que es vivir una vida sacramental, o estar más interesado en saber quién es Jesús en sus vidas, yo llamaría a eso éxito”, afirma Luke.
Antes de este encuentro con Jesús, este joven asegura que aunque la gente pudiera pensar que era amable interiormente “estaba viviendo una vida egoísta y muchos de mis motivaciones estaban fuertemente influenciadas por el deseo de que me vieran bien y sentirme bien”. Es decir, él era el centro de su vida y todo giraba a su alrededor y tras la visita a Montserrat “Jesús está en el centro, y todo en mi vida está a su alrededor”. Al final él considera que la Virgen de Montserrat ha sido la gran maestra en la que fijarse y que ha cumplido con creces lo que él pidió allí a la Madre de Dios.
Publicado en Cari Filii News