Andrew Auletta va a ser ordenado sacerdote en Filadelfia (EEUU) en mayo. Su vocación nació en realidad en Tierra Santa. Llevaba años sin ir a misa cuando un sacerdote arqueólogo le animó a participar en misa en Tierra Santa, donde estaba realizando unas excavaciones.

Era verano de 2014, y como parte de sus estudios de Historia en la Penn State University, Andrew participaba en una excavación arqueológica en la bahía de Haifa y en Acre, la ciudad que fue la última fortaleza de los cruzados.

La época que excavaban era unos 500 años antes de Cristo. Con otras 30 personas de ese equipo, buscaban en el polvo y encontraban huesos de animales, trozos de cerámica, material de herrería…

Era una excavación completamente secular, sin una dimensión religiosa. Pero allí conoció a un sacerdote arqueólogo, el padre Emmanuel, de la diócesis californiana de San Bernardino, que se había apuntado a esa experiencia. «Me dio su perspectiva de ser a la vez sacerdote y alguien interesado en arqueología e historia«, señala.

Ese sacerdote arqueólogo fue para él como un mentor durante sus 6 semanas en Israel.

Andrew Auletta, de diácono con clergyman, feliz por su cercana ordenación.

La experiencia poderosa de la misa en Tierra Santa

“Cambió mi perspectiva. Llevaba sin ir a misa desde que iba al instituto. Poder ir a misa en Tierra Santa fue realmente poderoso. Teníamos gente de distintas fes en misa. Uno era mormón, otros eran protestantes, unos pocos católicos… fue una experiencia hermosa juntar a la gente. Fue algo lleno de paz«, explicó al CatholicPhilly.com.

Cuando volvió a Estados Unidos, en su último año de universidad, al retomar la vida sacramental y de oración que había dejado años antes, entendió que Dios le llamaba a ser sacerdote.

Venía de una familia católica devota, que iban todos juntos a misa los domingos. Incluso fue monaguillo de niño, aunque en realidad a esa edad le gustaba poco ir a misa.

«Ya había sentido la llamada al sacerdocio en el instituto, pero no era algo que quisiera entonces. Los sacerdotes que conocí siempre me dieron todos muy buen ejemplo, pero yo no quería eso, yo quería una familia y niños».

Varios años alejado de Dios y los sacramentos

Aunque acudió a algún retiro de discernimiento antes de la universidad, rechazó probar en el seminario. «Yo quería un buen trabajo, hacer mucho dinero y una familia».

Poco antes de entrar en la universidad, Andrew lanzó a su padre una batería de preguntas sobre la fe, «preguntas que yo pensaba que eran difíciles… pero él fue capaz de responderlas al instante«, recuerda. Da igual: la universidad para él significaba dejar un instituto pequeño y cercano e ir a la gran ciudad, a una vida de deportes y fiestas.

Allí, dice, se dedicó «a seguir mi voluntad, lejos de la de Dios». Dejó la misa y la oración. «Me deprimí», reconoce hoy. Cree que durante 4 años sintió la incomodidad del choque entre «mi voluntad y la de Dios».

De vuelta de Tierra Santa entendió que necesitaba escuchar a Dios y para eso necesitaba orar. «Recomiendo a todos, al menos, detenerse 15 minutos al día, orar y escuchar, para ver qué es lo que Dios te pide en tu vida».

Era la ansiedad de base de «¿qué haré al terminar la universidad?» Pero era algo más: era Dios que llamaba. Se acostumbró a rezar el rosario o la coronilla de la Divina Misericordia. «Sentía en mi corazón, en esos momentos de oración silenciosa, una paz profunda que yo quería alcanzar. Esa paz es la que al final me llevó al seminario».

La paz de escuchar a Dios

Desde el momento en que decidió que iba a entrar en el seminario, explica, «volví a sentir paz, en misa, en la oración, en mi vida cotidiana». Y ya en el seminario, señala que «lo mejor que empecé a hacer fue pasar tiempo cada día ante el Santísimo, llenándome de Él».

En el seminario desarrolló devoción por diversos santos, por San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Lisieux, Santa Teresa de Ávila y Santa Catalina de Siena, «que profundizaron en su vida interior y allí encontraron a Cristo, y paz».

Él, que excavó en Tierra Santa, para viajar a través de los siglos, anima a todos a «excavar» en la propia vida interior. «Nunca sabes el mundo que hay en tu corazón, lo que el Señor desea abrir en ti», explica. Andrew Auletta será ordenado sacerdote el 21 de mayo de 2022 en la catedral de Filadelfia.

(Publicado originariamente en el portal de la Fundación Tierra Santa)