Izabela Ciesinska es una dibujante e ilustradora de libros infantiles (vea sus dibujos en https://www.izzipics.com), que durante años se consideró atea, seducida por los "predicadores" del Nuevo Ateísmo. Ha explicado en una entrevista en vídeo en Catholic Recon que llegó a sospechar que el ateísmo estaba hueco, luego supo, de golpe, que Dios existía, y después se puso a investigar en la Nueva Era, el protestantismo y finalmente la Iglesia Católica.
Familia católica, pero no practicante
Izabela Ciesinska nació en Polonia y su abuela era muy católica, pero sus padres no eran practicantes. Creció en Toronto, Canadá, y aunque estudió en un colegio católico nunca llegó a entender la fe. Su madre tenía fe, pero no sabía explicarla. Cree que nadie le guio para entenderla. "Quizá yo era una católica cultural, pero no en la práctica ni en espiritualidad", considera.
Ella, de sensibilidad artística, lamenta que nadie le explicó la gran historia de Cristo, de Dios y la salvación, de una manera atractiva o comprensible. Hoy dibuja escenas de fe para los niños y pide que los artistas, dibujantes y cineastas hagan arte hermoso y fiel, sin rebajar la fe, y contando la narrativa cristiana.
Una chica más bien rebelde
Izabela no fue la chica más obediente del colegio. Hoy apoya el uso de los uniformes escolares que enseñan a vestir con formalidad, pero en su adolescencia lo alteraba para "mejorarlo". Aunque como jugadora de tenis se le pedía una rutina estricta de sueño y dieta, ella se escapaba para ir a fiestas nocturnas, "beber de esto, fumar de aquello y quedar con chicos sin responsabilidades". Aquellas relaciones no llegaban a "lo que hoy muchos consideran normal" pero hoy entiende que "no llevaban a ningún sitio".
Hoy pide enseñar a los jóvenes a cultivar el control de los impulsos, entender las causas, efectos y consecuencias de los actos y ser moderados.
En aquella época, ella sabía que Dios existía, pero "no podía entender a Jesús, era un concepto muy abstracto para mí". Tampoco entendía que las leyes que Dios daba a los hombres servían para conocerlo a Él.
Izabela Ciesinska en un colegio explica su cuento El Burrito y el Gran Plan de Dios.
Tras la universidad, el Nuevo Ateísmo
"Poco después de graduarme, descubrí el movimiento del Nuevo Ateísmo, y me sentí de repente como la persona más lista de mi familia. Podía callar a la gente en conversaciones sobre cosas que no podrías demostrar y tocar", explica.
"No conozco mucho del ateísmo viejo o clásico, pero el nuevo ateísmo era atractivo por sus oradores muy agudos. Christopher Hitchens era muy ingenioso y tenía mucho humor. Eso es muy atractivo para una mente juvenil, proclive a la arrogancia. Parecían tener todas las respuestas. Yo miraba mucho sus debates entre el 2000 y el 2010, muy confiada".
Pero con los años empezó a notar algo. "Cuando encuentras algo nuevo que estimula tu mente te da la ilusión de que te hace avanzar, pero al final de ese viaje, no había nada allí. No había nada al final del ateísmo", dice.
Por ejemplo, los oradores que seguía defendían el determinismo: todo es materia, que desde el Big Bang se mueve de manera predeterminada, y de hecho no hay libertad personal ni verdadera responsabilidad personal. "Yo esperaba que el ateísmo me diera muchas respuestas, pero ahí sentí que me temblaba el suelo".
El vacío y el enfado con Dios
En esa época anterior a 2014 murió el padre de Izabela. "Cuando alguien muere y crees en Dios, hay esperanza y alivio. Pero perder a alguien siendo ateo... bueno, entendí cómo hay gente que odia a ese Dios en el que ni siquiera creen. Yo estaba enfadada, desesperada, deprimida", recuerda.
Y la propuesta atea era, simplemente, un vacío.
Su madre no iba a la iglesia, pero era creyente y rezaba, y le hablaba de Dios. Otra amiga, que tampoco era practicante pero creía en Dios y en Jesús, también estaba cerca para acompañar a Izabela. No la llevaron a la fe, pero la protegieron de la desesperación.
"Yo hablo de salir de un agujero negro. Cuando llegas a ese punto en el ateísmo y deseas algo más profundo y no puedes encontrarlo, eso es el agujero negro", recuerda. También supo después que había personas que "no éramos en realidad muy buenos amigos" pero que rezaron mucho por ella, durante mucho tiempo.
Un viaje por Arizona: el desierto la cambió
En 2014 trabajaba para una película y con unos compañeros fueron en automóvil de Toronto a California, en un viaje de tres días al volante.
"Creo que, literalmente, el segundo en que entramos en Arizona, el paisaje, la energía, cambió. Cinco minutos después, yo era creyente, completamente. No católica, apenas cristiana, pero convencida ya sin duda alguna de que Dios existe, porque allí, en el paisaje, había Majestad. Es indescriptible. Las películas no le hacen justicia, solo captan la estética de Arizona", dice la artista y dibujante. "Las películas no captan lo que sientes cuando estás allí. Hay algo especial en el desierto. Entiendo que Jesús fuera al desierto, y que vayan a él tantos buscadores".
Quizá una persona sin su sensibilidad de artista no lo sentiría así. Pero ella lo captó de esa manera: "Había Belleza porque no parecía azar, era como si Alguien lo hubiera pintado, era una yuxtaposición de poder y fuerza bruta, y de estética serena, y era tan abrumador que me convencí de que no es azar, no es accidental, hay una Fuerza detrás de eso que tiene una Mente. Y así lo sentí todo el camino, y durante esas 5 horas cruzando Arizona todo lo que podía decir era: 'Dios existe, Dios existe'".
Buscando la verdad: la New Age y los protestantes
Ahora, ya sabía que había un Dios Creador, pero ¿cómo saber más? "Busqué a Dios en todos los sitios equivocados", admite. Se refiere al ocultismo y la Nueva Era, donde buscan otras personas que cree que son buscadores genuinos, pero que enseguida caen en una trampa: les dicen "tú eres Dios".
También a ella se lo dijeron: "que podía crear mi propia realidad. manifestar meditaciones por escrito, escribir rituales... y me di cuenta que era terrible; apenas podía poner en orden mi vida y ¿se supone que tenía todo ese poder? Era un camino de ida al Infierno".
Ella contemplaba a los grandes artistas antiguos, los que nos dejaron hermosas catedrales y pinturas... y veía que ellos querían servir a Algo Más Grande, no a ellos mismos, querían dar gloria a Dios.
Y estaba la ética: lo justo y bueno es dar soluciones que "no sean sólo buenas para mí, sino para todos los implicados". La New Age y su egoísmo no daban nada de eso.
En cambio, ella sabía que el cristianismo insistía en Dios, en conocer la voluntad de Dios. Y, a la vez, el cristianismo no se imponía por la fuerza. Necesitaba entender esa religión.
De Jesucristo no sabía casi nada. Ni siquiera se atrevía a decir su nombre. "Era como mencionar a, no sé, perdónenme, a un superhéroe o una caricatura".
Su forma de investigar fue escuchar podcasts y vídeos, empezando con los de megaiglesias evangélicas y predicadores protestantes. Ella no sabía distinguir entre católicos y protestantes. Pero veía que hablaban de la Biblia, le contaban las parábolas y su significado, y aquello le interesaba.
Por primera vez, empezó a leer la Biblia por su cuenta, pero había en ella muchas cosas confusas. Entendió que necesitaba fuentes fiables, comentaristas que la conocieran y la hubieran estudiado. Por ejemplo, Jesús decía: "todo se le perdonará al que peque, excepto si comete pecado contra el Espíritu Santo". ¿Qué era eso? ¿Quién podía aclararlo?
Durante mucho tiempo fue sólo un interés más, no su pasión principal. No rezaba cada día. No leía la Biblia cada día. Pero oía podcasts y veía vídeos. Y le gustaban los vídeos antiguos del obispo Fulton Sheen y otros predicadores. ¿Qué habría sido de ella antes de Internet?
A la iglesia por una entrevista de trabajo
Quizá Izabela no habría ido a una parroquia si no fuera porque, como ilustradora, acudió a una entrevista de trabajo en una editorial católica, Ascension Press. "Nunca en mi vida pasé tanta vergüenza como en esa entrevista. Creo que enseguida se dieron cuenta de que yo no... bueno... no sé lo que les inspiró a darme el contrato, pero me emocionaron, las señoras con las que hablé era tan buenas, tan amables, que noté que había algo distinto en ellas".
¡Izabela llevaba años viendo podcasts y vídeos pero sin tratarse con cristianos de carne y hueso!
Unos 20 meses antes de la entrevista-testimonio, se animó a entrar en la parroquia cerca de su casa, que era muy hermosa, imitando un templo medieval. "Hay pocas cosas más hermosas que una iglesia hermosa", dice esta artista.
En esa iglesia pudo conocer un buen sacerdote, "con el don de hablar a tu alma directamente". Y deseó ir a misa, levantarse el domingo por la mañana e ir a la iglesia.
El poder de la confesión
Poco antes de Pascua, "me obligué a mí misma y fui a confesarme, una de las cosas más duras, entrar en el confesionario. Días antes había puesto por escrito 30 años de pecados en una larga lista. En cuanto empecé a hablar, me rompí, lloré, como si una cascada me lavara, y con las lágrima se iba el peso, un peso literal. Aún no puedo creerlo, pero por primera vez en mi vida entendí por qué tenemos los sacramentos, y que tienen un componente físico además de espiritual", explica.
Poco después, en un banco, y ayudándose de un móvil con Internet, rezó completa la Coronilla de la Divina Misericordia, "que era una cosa completamente nueva para mí. Cuando salí de la iglesia sentía como una canción, un gozo, ligera como un pájaro, sonriendo de oreja a oreja".
Lo que sí recomienda a los retornados a la fe es hablar mucho con los sacerdotes y hacer preguntas sobre los sacramentos, por ejemplo, para no ir a comulgar sin haberse confesado.
Hoy, como ilustradora y dibujante, quiere transmitir con sus dibujos el amor y la ternura de Dios a los niños. "Los niños entienden las virtudes y cuanto más aprendo sobre Dios y el cristianismo más entiendo que es, en realidad, muy sencillo", asegura.
Ella, que en su época atea creía ser tan lista, hoy entiende la enseñanza de Cristo: hay que hacerse niños para entrar en el Reino de los Cielos.
Dibujos de Izabela: https://www.izzipics.com
Entrevista en vídeo de Izabela (1 hora, en inglés):