Pero este curso ha añadido una actividad más a su apretada agenda: es el entrenador de voleibol de las estudiantes de instituto de la North Little Rock Catholic Academy. Es un instituto católico con chicas de todo tipo de razas y colores, pero nunca habían tenido un entrenador del Congo, y menos aún sacerdote.
“Hay una conexión entre nuestra fe, la espiritualidad y el deporte”, explica el padre Ngendu al “Arkansas Catholic”. “Casi todo el mundo juega igual al voleibol, o al fútbol, o al fútbol americano, pero nosotros queremos hacerlo más espiritual. Antes de jugar oramos y las chicas entienden que somos distintos de otros jugadores. Nosotros jugamos con fe. Es otra forma que tengo de hacer mi trabajo pastoral”.
Debido a sus múltiples ocupaciones no consigue acudir a todos los entrenamientos ni partidos, pero sí a la mayoría. Y no le llaman “míster” ni “entrenador”. Es “el padre”.
“El padre es bueno en voleibol, se centra en que seas lista con lo que vas a hacer y eso dice mucho”, explica Frida Malo, estudiante (y jugadora) de séptimo curso.
También aprecian los estudiantes que aunque sus críticas a las jugadoras son vehementes no son nunca hirientes. “Hemos trabajado muchas técnicas y hemos aprendido muchas habilidades; él nos anima”, dice Mallory McGinness de su entrenador.
“Vengo de una escuela grande en África”, explica el padre Ngendu. “Tanto en la escuela como en la iglesia, siempre éramos mucha gente. Aquí, entrenando voleibol, es bueno formar parte de un grupo pequeño en una escuela pequeña. Así nos conocemos y es una buena experiencia para mí”.
Desde niño juega al voleibol (“era muy bueno”) y también al fútbol: se nota cuando le lanzan una pelota y la para con el pecho. En la educación secundaria en Congo reforzó más su entrenamiento en voleibol.
Cuando llegó a Arkansas se acercó a ver jugar a las estudiantes. “Toqué algo la pelota y a la gente le gustó y me pidieron que las ayudara, y me gusta”, explica el padre Ngendu.