Eric Roush es sacerdote en la diócesis de Cincinnati (Ohio), algo que su familia alejada de la fe y sus compañeros de instituto que veían en él un firme agnóstico nunca habrían imaginado.
Encontró a Cristo leyendo los Evangelios como un homenaje a su abuela fallecida, y aplicando sus criterios de estudiante de Historia. Lo ha explicado en una entrevista en vídeo en el canal de CHnetwork (en inglés).
Una formación sin religión
"Yo era agnóstico, no por ninguna razón en particular, simplemente porque estaba inmerso en la cultura en la que vivimos. Mis padres habían sido educados en la iglesia metodista, pero a mí no me habían bautizado", explica.
Ellos decían que quería que tuviera su propia experiencia. Cuando visitaban a la abuela paterna en Pascua y vacaciones, la acompañaban a la iglesia metodista. Pero de vuelta a casa, sólo se dedicaban al trabajo y el cuidado de los niños. Decían que, simplemente, no se esforzaron en buscar otra comunidad. Tenían valores cristianos pero Roush explica que en toda su infancia y adolescencia nunca se rezó en casa, ni le contaron la historia de Jesús ni se leyó la Biblia. Había árbol de Navidad y conejo de Pascua, pero sin ninguna referencia a Jesús.
En su juventud era un "humanista secular", aunque no conocía el término: creía que el hombre podía mejorar sin límites por sí mismo. También era cientifista: pensaba que sólo se podía conocer, que sólo era verdadero, lo observable y medible según el método científico.
"Yo pensaba que la religión era una fantasía, un cuento de hadas, historias que nos contamos para hacernos sentir mejor", especifica.
Amigos cristianos inteligentes: "quizá sí hay algo..."
Era casi ateo, pero tenía dos amigos desde el instituto -uno católico, otro protestante- que debatían entre ellos de religión. "Eran mucho más listos que yo; yo pensaba ser bastante agudo, pero ellos siempre iban dos pasos por delante de mí", recuerda. Eso le hacía pensar: "quizá sí hay algo de cierto en la religión; probablemente no, pero..."
Y cuanto más lo pensaba, menos razonable parecía creer que el universo, con toda su complejidad, había salido "porque sí".
Al joven Eric siempre le había interesado la Historia, y eso estudió en la universidad. Era parte de su interés "humanista". Llegaba allí sabiéndose los mitos y panteones griegos y romanos griegos y habiendo leído "El Viaje del Héroe" de Joseph Campbell, que los analiza.
Murió la abuela, que creía de veras en la resurrección
Ese primer año de universidad, murió su abuela paterna. Eric reflexionó sobre la vida de ella. Iba a la iglesia, leía la Biblia cada día media hora después de su media hora de siesta. Cuando ella enviudó, "estaba convencida de que volvería a ver a su marido, y esa convicción era más fuerte que cualquier otra cosa que yo hubiera visto. Y me pregunté: ¿cuál es la fuente de esa fuerza?"
Decidió que quería hacer algo en honor a su abuela, y sería leer la Biblia, que hasta entonces desconocía por completo.
Así, en su segundo semestre de universidad, empezó con el Evangelio de Marcos, que le dio una visión rápida sobre Jesús. El de Mateo le enseñó que Jesús enlazaba con Israel, un pueblo con su historia y profecías. Entendió que Dios no era un "concepto" sino una Persona que actúa, que interviene.
Luego exploró el resto del Nuevo Testamento y lo comentó con un compañero mayor, evangélico, que organizaba estudios bíblicos (que años después se haría católico).
Y le quedó una idea: el mundo, desde la Biblia, tiene un sentido, un Dios que no sólo crea el mundo sino que tiene propósitos, que se relaciona con los hombres, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, y que se hace carne con Jesús. "Eso cambió por completo mi pensamiento y el curso de mi vida entera".
Preguntas de un estudiante de Historia
Pero ¿eran fiables los Evangelios? Él era un estudiante de Historia, y decidió que "si he de creerme la Declaración de Independencia, o la Batalla de Gettysburg, las trincheras de la I Guerra Mundial" tenía que investigarlos "en los registros de las experiencias de quienes lo vivieron". Y no hay ningún otro tema de la Antigüedad con tantos manuscritos como el Nuevo Testamento. Él además conocía bien los mitos griegos y romanos, y el Evangelio no se parecía a esos mitos. Era un texto histórico y fiable.
Una experiencia mística, con la Biblia en la mano
En la Biblia Jesús invita a Juan, a Pedro, a Santiago y Andrés, a seguirle. "Dios, no sé si eres real. Pero si estás ahí, en algún sitio, yo estoy aquí", se dijo en la litera mientras leía.
"Es difícil de contar esta experiencia, pero se parece a un salto de trampolín en la natación, tirarte y confiar en que no te vas a matar, saltar más allá de todo lo que conocías y lanzarte ante lo que podría ser una nada, que Dios no exista, que caigas indefinidamente... pero me dejé caer y tras un instante sentí una sensación abrumadora de paz, una Presencia que nunca antes sentí. Me convenció. Yo no lo generaba, no me lo inventé, no intentaba fingir ni hacerme sentir un consuelo. Me dejé llevar, salté y me abrazó el Señor. Desde ese momento, nunca he vuelto a dudar de que Dios existe y es real, está presente, es personal".
La primera misa de su vida
Después empezó a buscar alguna iglesia. Visitó una luterana, habló con unos baptistas. Y un domingo por la mañana decidió ir a la misa a Saint Mary, en Oxford, Ohio. Era la primera misa en su vida.
Se sentó allí y se sintió cómodo. Empezó la misa. La gente se levantaba, se sentaba, respondía cosas al sacerdote. "¿Cómo sabes lo que hay que responder?", se preguntaba. Después se proclamaron las lecturas. "Vale, esto ya me suena más", se dijo. Recordó el culto metodista con su abuela, de niño. Y ahora conocía la historia de la Última Cena.
"Y entonces, en esa primera misa de mi vida, cuando el sacerdote elevó la Hostia, simplemente supe que el Jesús que había encontrado y conocido en la Escritura, estaba presente. Y por primera vez en mi vida quise recibir la comunión. Y pensé: 'bien, esto es una iglesia católica, has de ser católico para ir a la comunión'. Esto nadie me lo había explicado, simplemente me parecía lógico". Vio a la gente salir a comulgar y volver.
Ordenación de Eric Roush como sacerdote de la diócesis de Cincinatti
A la entrada había un folleto con el título "¿Quieres hacerte católico?" Ahí aprendió de los cursos para iniciación católica para adultos. Anunció a sus padres que se haría católico y a ellos les pareció bien.
En 1999 se hizo católico. Como converso, pensaba que cada católico joven se paraba a discernir si debía hacerse sacerdote. "Resultó que casi nadie hace eso, pero yo sí". Y los católicos jóvenes que conoció eran serios y también se planteaban la vocación. Aprendió a profundizar en elementos católicos, como la devoción mariana, que aprendió de otros santos, como San Francisco de Asís.
En realidad, hasta 2009, después de visitar varias comunidades y lugares, no entró en el seminario.
A todo el que se hace preguntas sobre dónde Dios le llama, Eric Roush le dice: "el discernimiento implica buscar a Jesús, comprometerse a orar, a adorar ante el sacramento, a conocer la Palabra..."