La vida del sacerdote Giorgio Ronzoni dio un vuelco para siempre un caluroso día de agosto de 2011. Tenía 50 años y tras varios destinos en la curia de la diócesis de Padua llevaba ya al fin tres como párroco. Mientras circulaba con su vehículo por una carretera uno de los neumático reventó y sufrió un violento accidente que casi le costó la vida
No falleció pero quedó tetrapléjico, pudiendo mover únicamente la cabeza y mucho tiempo después ligeramente un brazo. Y aunque a muchos pueda parecerle extraño, este sacerdote a día de hoy sigue siendo párroco. Sus feligreses pidieron al obispo que pudiera seguir al frente del templo y se ofrecieron a ser los brazos y las piernas del padre Ronzoni. Y hasta el día de hoy lo han cumplido a rajatabla.
El empeño de sus feligreses para que continuara como párroco
En una entrevista en el diario Avvenire este sacerdote habla de todo lo que vivió y cómo está ejerciendo su ministerio desde su discapacidad. “Pensé que ya no podía ser párroco”, explica, pues durante los primeros meses no pudo moverse nada y sólo tras 13 meses de rehabilitación recuperó algo de movimiento en el brazo izquierdo. Pero cuando pensaba que su misión acabaría –agrega- “fueron mis feligreses quienes le pidieron al entonces obispo Mattiazzo que me dejara quedarme. Y él dijo que sí”.
El padre Ronzoni no sólo administra una parroquia de Santa Sofía de Padua sino que además enseña en la Facultad de Teología. Para ello, se apoya en la tecnología gracias al ordenador, la tableta o el teléfono móvil. Sin embargo, para muchas otras cosas sus feligreses crearon la Asociación Amigos de Don Giorgio para facilitarle su ministerio.
Sus nuevas manos y piernas
“Tengo dos cuidadores que me asisten las 24 horas del día (…) Se resuelven las necesidades prácticas: hay un ascensor que me lleva de la casa a la iglesia. Los amigos me dieron un coche con una rampa desde la que puedo subir con mi silla de ruedas. Para la misa, dos ministros extraordinarios pasan las páginas del misal, ponen en mis manos la patena y el cáliz, y distribuyen la Eucaristía”, relata.
Pese a toda esta ayuda no siempre es fácil vivir con esta discapacidad. Sin embargo, este religioso italiano asegura que su “experiencia es que hay personas sanas que están mucho más aisladas que muchas personas discapacitadas”.
De hecho, para afrontar las fatídicas consecuencias del accidente de tráfico que sufrió tuvo dos referentes: el cardenal Carlo Martini (el que fuera arzobispo de Milán) y San Juan Pablo II. “Ambos vivieron la enfermedad con gran dignidad”, afirma.
Una misión que no para por la discapacidad
Además, asegura que en todo este tiempo ha reflexionado mucho sobre el último capítulo de los Hechos de los Apóstoles, cuando Pablo estaba preso, pero decía: “La Palabra de Dios no está encadenada”. “Me siento un poco ‘bajo arresto domiciliario’, pero como Pablo puedo conocer a otras personas. La Palabra de Dios continúa fluyendo, mi misión prosigue. Y también pienso en el último capítulo del Evangelio de San Juan, cuando Jesús le dice a Pedro que cuando sea viejo otro le llevara donde no quiera. La vejez se me presentó a mí a los 50 años”, confiesa.
Por ello, nunca se ha preguntado “por qué yo”, muy habitual cuando se dan desgracias de este tipo. Más bien al contrario: “De hecho, me dije: ¿por qué yo no? No soy el centro del universo y encuentro que ‘¿por qué yo?’ es una pregunta estúpida, con respeto para los que la utilizan. ¿Por qué debería ser yo el que no sufra luto, enfermedad, dificultad o accidentes? Más tarde o más temprano conocemos dolores y desilusiones, no podemos permanecer sanos y salvos de los problemas”.
“Esto no significa –añade- que acepté las consecuencias del accidente con una sonrisa. Perder la autonomía es un golpe muy duro, acostumbrarse a la idea de que no puedes hacer nada por tu cuenta, ni siquiera las funciones más íntimas, tarda tiempo”.
Toda vida es digna
El padre Giorgio Ronzoni, muy reacio a hablar de su historia, asegura que ahora lo hace para mostrar al mundo en un momento donde el debate del suicidio asistido y la eutanasia están más encendidos que nunca que existen otras muchas posibilidades.
Cree que hay mucha gente que está pasando por un periodo muy complicado de dolor o enfermedad esperando que alguien le diga que hay esperanza y que ese no es el final. “Estamos acostumbrados a evaluar todo lo que hemos perdido, sin considerar lo que todavía podemos hacer. Creo que el mundo de la discapacidad puede aportar mucho a estos tiempos narcisistas en los que cada deseo se intercambia por un derecho, en el que uno piensa que la vida debe vivirse sólo si todas las posibilidades son posibles”, reflexiona.
Este párroco tetrapléjico asegura que no le gusta cuando alguien enfermo asegura que quiere quitarse la vida porque “ya no puedo vivir con dignidad”. En su opinión, esto es falsear la realidad. "Es cierto que muchas personas en mi condición no viven con dignidad porque no cuentan con la asistencia y el apoyo adecuados. Pero esto no significa que la vida no sea digna. La vida sigue siendo digna, nadie puede quitarle su dignidad".