Es una de las frases célebres de la historia del cine, y quizá la más conocida de Clint Eastwood en todos sus papeles: "Anda, alégrame el día [Make my day]". Se la dice el detective Harry Callahan a un delincuente que ha capturado a un rehén, mientras le apunta fríamente con su Smith & Wesson calibre 44 Magnum. (Ver abajo la escena completa de Impacto súbito [1983], cuarta entrega de la serie de Harry el Sucio.)
Para muchos policías sólo la frase pertenece a la ficción. El resto forma parte de su trabajo, sobre todo en los cuerpos de intervención. Así que Mark Stanley, un geo australiano, estaba preparado para ello. Como oficial que fue entre los años 2003 y 2009 del grupo STAR (Special Tasks and Rescue [Operaciones Especiales y Rescate]) , había entrenado y vivido la situación de estar apuntando a un hombre armado que apuntaba contra él. Sin embargo, aquella vez fue diferente.
Hacía tiempo que algo en su vocación cristiana no iba bien. Tenía 35 años, se había convertido al catolicismo, pero no encontraba la forma de compaginar la vida que quería llevar con las exigencias de la unidad más dura del cuerpo y la continua tensión que le obligaba a decidir en cuestión de segundos entre la vida y la muerte, a sospechar de cada movimiento durante la protección de personalidades, a detener a criminales dispuestos a dejar huérfanos a sus dos hijos
a la menor distracción.
No es que hubiese una contradicción entre ser geo y ser cristiano (al contrario: sus intervenciones redundaban en bien de las personas en los momentos más dramáticos), pero tenía la sensación de que Dios quería un tipo de compromiso personal que no estaba llevando bien a cabo.
Y de golpe aquel problema se le planteó en un momento crítico, haciendo frente a un individuo armado: "Estaba apuntando mi arma hacia él y pensando que en cuanto hiciese el siguiente movimiento tendría que dispararle porque no podría hacer otra cosa. Justo en ese momento, cuando estaba literalmente de rodillas, tuvo lugar un momento de gracia y supe todo lo que tenía que hacer, y al día siguiente empecé a hacer las cosas de modo diferente", cuenta al diario católico The Southern Cross.
Fue en 2009, y poco después fue ascendido. Para entonces ya se había involucrado mucho más en la vida de la Iglesia. Mark era católico desde su matrimonio con Tania en 1999, pero su compromiso no iba mucho más allá de la misa dominical.
Hoy, tres años después de aquel momento de tensión, Mark es miembro del consejo parroquial de Glenelg (un barrio de Adelaida) y oblato de San Benito, y reza a diario la Lectio Divina. Se ha convertido en uno de los 114 "embajadores" del Año de la Gracia, una iniciativa de la conferencia episcopal australiana para renovar la fe del país en Jesucristo.
Por eso ha prestado su testimonio, que remata con un consejo: "En mi opinión, es a través de la oración como podemos identificar la gracia en nuestra vida. Quiero recomendar muy vivamente a todos que empleen unos minutos cada día, aunque sea de manera informal, en reconocer la gracia de Dios".