Durante varias horas, la hermana Mary trabaja a la sombra de un altar con una imagen de Santa Clara, que celebra su fiesta el 11 de agosto. El enorme lienzo de la hermana Mary está clavado al suelo para mantenerlo fijo y para evitar que encoja.
"Me gusta el arte para expresar las grandes cosas de nuestra fe", dice esta religiosa clarisa.
Cuando la hermana Mary entró en el convento en 1959, dejó tras de sí una prometedora carrera artística. "Pensé que lo dejaba por algo mejor", dice: "No pensaba que volvería a hacer trabajos artísticos".
Irónicamente, la hermana María discernió su vocación religiosa mientras pintaba y estudiaba historia del arte en Roma. Natural de Appleton (Wisconsin), se había licenciado en el Art Institute de Chicago y luego había ido a clase al Instituto Allende en Guanajato (México). Trabajó con el célebre muralista David Alfaro Siqueiros, cuyo estilo influencia el suyo. Luego ella se mantuvo trabajando como artista comercial en Chicago y Nueva York.
La futura monja no sentía ninguna llamada a la vida religiosa cuando se encaminó a Italia. Mientras conocía Roma y visitaba antiguas ruinas, sin embargo, empezó a cuestionarse su futuro.
Insegura sobre la voluntad de Dios sobre ella, aquella Cuaresma la artista hizo una novena de treinta días a la Virgen María. "Mis deseos cambiaron", dice la hermana María: "Fue un cambio gradual a medida que transcurrían los treinta días, una especie de evolución". Lentamente se fue desligando de sus ambiciones profesionales.
Mientras asistía a la Vigilia Pascual en la cripta de la basílica de San Pedro, de repente se sintió indigna de recibir la Eucaristía y abandonó la fila para ir a comulgar. Momentos después, una "fuerza" interior la impulsó a unirse de nuevo a quienes esperaban al Santísimo Sacramento.
La hermana Mary cuenta ahora que sintió una alegría indescriptible en el instante en el que recibió la Comunión. "Sentí la presencia del Señor", recuerda: "Se hizo dueño de mi vida. Es como si toda mi misión en la vida se me mostrase entonces".
Decidió dedicar su vida a la Eucaristía. Cuando un sacerdote norteamericano le prestó un directorio de comunidades religiosas en Estados Unidos, descubrió a las religiosas franciscanas del Santísimo Sacramento, el antiguo nombre de las Clarisas Pobres de la Adoración Perpetua (cuya más famosa religiosa es la Madre Angélica, de EWTN). La artista ingresó en un monasterio de la orden en las afueras de Cleveland en noviembre de 1959.
La hermana María no echó de menos su arte durante los siguientes 14 años. Abrazó la vida contemplativa, su estilo ascético y sus deberes en el claustro.
En las Clarisas Pobres de Cleveland no faltan las vocaciones.
Un año, su comunidad celebrada su día grande con una exposición de dibujos y figuras de artesanía de cada una de ellas. Para la ocasión, la hermana Mery preparó una vidriera donde representó a la Santísima Trinidad. Tras eso, su superiora le pidió que preparase un portfolio con sus trabajos. Desde entonces, ayuda a financiar el monasterio con trabajos de encargo y con cuadros que se subastan en un acto anual de captación de fondos.
El estilo de la hermana refleja su admiración por El Greco y por los muralistas mexicanos. Le encantan los colores vibrantes y las figuras alargadas. Con títulos como El primado de Cristo y El bautismo de San Agustín por San Ambrosio, sus cuadros están enraizados en la fe. "Dios nos ama tanto...", dice: "Toda mi intención es que la gente conozca su amor".
Incluso cuando pinta momentos tristes, como la soledad de Cristo en el huerto de Getsemaní, ella evoca un sentido de victoria. En su retrato de San Sebastián, que le pidió la iglesia de San Sebastián de Akron (Ohio), ella presenta su cuerpo plagado de flechas, pero él se desploma en los brazos acogedores de Jesús. El padre John Valencheck, párroco, destaca su habilidad en la superposición de imágenes. El poste al que está atado San Sebastián se ensambla con la cruz de Cristo. "Hay mucha catequesis en su arte", dice: "Se ve una única voz, una mujer de fe que llega a la gente por medio de la pintura".
El entusiasmo de la hermana Mary por Nuestra Señora del Santísimo Sacramento y la Comunión de los Santos no tiene fin. Una parroquia afroamericana de Filadelfia la encargó el actual proyecto hace algunos años, pidiendo que Jesús y María fuesen de piel negra. Luego esa parroquia cerró, pero la hermana María perseveró en el trabajo. (Apareció luego otro comprador interesado.) La hermana Mary presenta a Jesús adulto en brazos de su madre para enfatizar el papel de María en la Encarnación. Cristo sostiene el cáliz y la Hostia. San Pedro Claver y otros santos reconocibles rodean a Jesús y María. Hombres y mujeres santos de todas las épocas se les unen. Tras la elección del Papa Francisco, la hermana Mary le añadió al mural.
Al tiempo que cultiva su arte, esta clarisa pobre continuó participando en la vida diaria de su comunidad. Fue tesorera del monasterio, y su superiora de 2010 a 2013.
Atribuye a la vida contemplativa haber alimentado su arte: "No puedes pintar sin la vida espiritual".
La hermana Mary reza ante el Santísimo Sacramento de 4 a 6 de la mañana, y luego de nuevo de 8 a 9, todos los días. "Más que por ninguna otra cosa, rezo por las madres en gestación. Rezo por el fin del aborto. Rezo por todos los movimientos provida".
Aunque el arte alegra la vida a la hermana Mary, no es eso lo que ella más quiere de sus 56 años en el monasterio. "Lo que guardo como el mejor tesoro es la adoración perpetua. A cualquier hora del día podemos encontrarnos con Cristo mismo, en su cuerpo, sangre, alma y divinidad".
Imágenes tomadas del diario Cleveland y de The Poor Clares.
El texto corresponde a un artículo publicado en el National Catholic Register.
Traducción de Carmelo López-Arias para Cari Filii.