Otro "fabricante" de católicos -aun sin llegar a serlo él mismo nunca formalmente, por más que su proximidad doctrinal a la Iglesia era casi absoluta- fue C.S. Lewis (18981963), y en particular su ensayo Mero cristianismo, que llevó a la fe, entre otros, al teólogo Scott Hahn o al genetista Francis Collins.
A éstos habría que añadir ahora a Terry Chimes, ex batería de dos míticas bandas de punk rock de los 80, The Clash -sobre todo- y Black Sabbath, con quienes tocó un corto periodo de tiempo.
Nacido en 1956 en el distrito londinense de Stepney, desde 1976 y durante una década se unió a diversos grupos y adquirió fama con las baquetas. De hecho, en 2003 su nombre fue incluido en el Rock and Roll Hall of Fame, que perpetúa en Cleveland (Ohio) a lo más granado entre los músicos del género.
Para entonces, sin embargo, había cambiado bombos y platillos por la quiropráctica, una técnica de tratamiento de molestias músculo-esqueléticas de controvertida base científica y pretensiones espirituales a la que se entregó profesionalmente desde 1993.
¿Por qué? En 1985, durante una gira con Black Sabbath, se había lesionado un brazo tras jugar tres horas seguidas a los bolos. El quiropráctico que viajaba con la banda de Ozzy Osbourne se lo arregló, posibilitando que pudiera tocar, y Terry decidió sustituir una profesión por otra.
A los 17 años se había planteado ser médico, lo dejó para entregarse a la percusión, y algo del gusanillo de curar a los demás quiso matar con las clínicas quiroprácticas que acabó fundando.
Es a lo que se dedica en la actualidad, pero además en noviembre del año pasado escribió en e-book su autobiografía, The Strange Case of Dr Terry and Mr Chimes (humorística referencia a sí mismo al modo de El extraño caso del Dr Jekyll y Mr Hyde, de Robert Louis Stevenson [18501894]). En ella, cuenta su vida como rockero, su transición profesional, y "las percepciones espirituales que han guiado su vida".
Un artículo en el Catholic Herald ofreció el pasado martes algunos detalles al respecto, en concreto su retorno al catolicismo en el que había sido bautizado. Fue en 1998, y en el origen están las tres charlas radiofónica de C.S. Lewis (el autor de Las Crónicas de Narnia) recogidas en el volumen que bautizó Mero cristianismo.
Lo compró por casualidad en una librería de ocasión, y al embeberse en sus páginas se encontró con el capítulo ("El Gran Pecado") en el que Lewis aborda la soberbia.
"El gran pecado es la soberbia, la tendencia que todos tenemos a pensar que somos mejores que los demás. Siempre había sabido que existía la soberbia, pero me preguntaba por qué se la consideraba el Gran Pecado. Hasta que comprendí el significado de la soberbia como un obstáculo al crecimiento espiritual", explica Chimes.
"El problema de la soberbia", continúa", "es que quienes más la tienen son quienes menos la ven. C.S. Lewis decía que si has hecho algunas buenas obras, leído algunos libros espirituales, quizás practicado la meditación o dejado de beber y te enorgulleces de ello, pensando que eres más espiritual que los demás, entonces Satanás se frotará las manos de satisfacción, porque te habrá cazado en una trampa espiritual de la cual es muy difícil escapar".
Leer esas palabras fue decisivo para Terry: "Tuve la espantosa conciencia de haber estado en esa trampa durante veinte años. Dejé el libro y fui a sentarme en el sofá. Darme cuenta de que había estado enfangado durante todo ese tiempo me hacía tambalear. En apenas unos minutos estaba viviendo la más extraordinaria experiencia de mi vida".
En cierto modo, fue una experiencia mística. Afirma que sintió como si una "presencia" le atravesase "en fuertes oleadas": "En ese momento, todo lo material y lo sensible parecía nada comparado con el poder y la majestad de esa presencia. Todo en mi mundo parecía hacerse añicos, dejándome minúsculo, desnudo y expuesto. Pero al mismo tiempo sentí el amor más extraordinariamente poderoso. Esa presencia lo sabía todo sobre mí, y sin embargo me amaba".
"Hubo muchas lágrimas", confiesa, "pero también el más profundo sentimiento de que yo siempre sería amado, hasta el final de los tiempos y más allá. Comprendí en ese momento que mi vida no podría nunca ser la misma".
Chimes determinó dar un giro radical a su forma de ver las cosas: "Decidí reordenar todas mis prioridades. Cuando leí aquello de San Agustín: ´Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón andará inquieto mientras no halle descanso en ti´, comprendí que expresaba perfectamente mis sentimientos de aquel momento".
Acudió al sacramento de la confesión, porque guardaba de él un buen recuerdo infantil. Junto con un amigo, había cometido un pequeño robo, y cuando se fue a dormir la conciencia le remordía: "Mi educación católica me decía que robar es pecado y una ofensa a Dios". Esa inquietud no se le iba.
Sus padres se la notaron, pero él no quiso abrirles su corazón. Hasta que decidió llevarlo al confesionario, donde el sacerdote obtuvo de él la promesa de devolver lo robado, no hacerlo más y cumplir la penitencia impuesta: "Cuando la cumplí, sentí como un gran peso que se me había quitado de los hombros, y nunca quise volver a tener un sentimiento de mala conciencia otra vez".
Así que, ya retornado a la fe y a la Iglesia, el ex batería punkie nos da un consejo: "A pesar de las críticas que oigáis a recibir una educación católica y a la idea de la confesión, tengo que decir que en mi caso particular funcionó".