La popular reina Rania de Jordania, nacida en Kuwait e hija de padres palestinos, es una habitual de las portadas de la prensa rosa y de las galas benéficas pero sobre todo representante de un país árabe moderado gobernado por su marido Abdalá II.
En estos momentos, Jordania es uno de los países árabes en los que se puede disfrutar de una cierta libertad religiosa. Es en la práctica enemigo del Estado Islámico y uno de los objetivos prioritarios del Califato.
El país participa en la coalición internacional contra los yihadistas y en uno de sus execrables vídeos, el EI publicaba cómo quemaba vivo a un piloto de combate jordano, motivo por el cual el rey Abdalá prometió venganza y lanzó decenas de ataques aéreos contra las posiciones yihadistas.
Sin embargo, una de las críticas que más se les hace a los países musulmanes es su ambigüedad y su falta de contundencia contra el Estado Islámico. Y ha sido la propia reina Rania de Jordania la que ha hecho autocrítica poniendo de manifiesto la contradicción en la que caen los países musulmanes.
En una reunión del Movimiento de Empresas de Francia en París, la reina jordana afirmó que "los musulmanes moderados de todo el mundo no hacen lo suficiente para ganar la lucha ideológica que está en el corazón de esta batalla".
En su intervención, Rania añadió que "obviamente no ayudamos activamente al Daesh (EI) pero tampoco lo detenemos". Además, tal y como recoge Zenit, la esposa del monarca jordano afirmaba el grupo yihadista "sigue extendiendo su ideología diabólica" y "modifica la percepción local de nuestra región".