Yamile Treffy de Sánchez tenía un sueño, el gran sueño de su vida: viajar a Tierra Santa para conocer los lugares en los que había vivido y paseado Jesús y su madre la Virgen María. Pero no fue hasta los 77 años cuando pudo cumplirlo gracias al empeño de su hija.
Y durante aquellos días, con una felicidad plena en su corazón, con las vestiduras blancas puestas para ese día renovar las promesas bautismales en el Jordán falleció de un infarto. Murió en la misma tierra que Jesús, aquella que tanto anhelaba conocer.
Su hija Olga, que la acompañó en ese sueño de conocer Tierra Santa fue testigo de todo ello. A pesar del dolor, recuerda que tanto ella como su madre tuvieron durante esos días un importante encuentro con Dios. Ahora cuenta su experiencia en El Tiempo, publicación colombiana, país de la que madre e hija eran originarias.
Esta hija hizo una promesa a su madre cuando estudiaba: cuando trabajase ambas viajarían por el mundo. Ya viuda Yamile y Olga pudieron hacer algunos de estos viajes. “Estábamos en el aeropuerto El Dorado y haciendo la fila conocimos a una joven israelita y nos hicimos muy amigas de ella. Sin conocernos, ella nos brindó su amistad y terminó invitándonos a Israel. Yo veía que era muy costoso, y hacía cuentas y no me alcanzaba. Pero cuando ella nos invitó, yo sentí en mi corazón que era el momento”, cuenta Olga.
"Dios nos regaló un viaje para Tierra Santa"
Meses después decidió ponerse en contacto con una agencia española y empezar desde allí una peregrinación a Tierra Santa con su madre. “Cuando ya le iba a contar a mi mamá del viaje, yo quería ver su cara porque sabía que ese había sido su sueño de toda la vida. Entonces nos conectamos por videollamada con mi hermana, y le dije: ‘Dios nos regaló un viaje para Tierra Santa’. Se quedó mirándonos y dijo: ‘Yo pensé que me iba a morir y no iba a conocer Tierra Santa’. Ella estaba feliz, feliz, feliz”, cuenta.
Al día siguiente fueron a la casa donde vivieron María, José y Jesús. Sin entender muy bien el porqué, ellas lloraban, se abrazaban y cantaban: “porque han llegado las bodas del Cordero”. Estaban tan exultantes madre e hija que incluso la gente pensaba que estaban locas.
Al caer la noche fueron a cenar, y ella dijo: “Este es el mejor regalo que Dios me ha dado, ahora ya me puedo morir”, le dijo Yamile a su hija. Luego regresaron al hotel, hablaron y prepararon ropa blanca, pues al día siguiente iban a Galilea y al Jordán, donde Jesús se bautizó. Estaban ansiosas.
Esa mañana Yamile se levantó a las 3 de la mañana, entró al baño y cuando salió ya estaba vestida. “Mamá, es muy temprano, todavía no es el momento”, le dijo Olga entre risas, le pidió que se volviera a dormir y le avisó que a las 6 de la mañana ella la despertaría. “Ella estaba feliz y me dijo: ‘No, es para que no nos coja la tarde’ ”.
El momento final
Esa noche Olga no pudo dormir. Horas después se despertó, le dio un beso en la frente y le dijo: ‘Ya es hora’. “Ella se levantó, me dijo: ‘¿Qué hora es?’. Le respondí: ‘Ya van a ser las seis’. La abracé, fui a la cocina y al regresar ella estaba desplomada en la cama. Yo pensé que estaba recochando, porque nosotras jugábamos a que ella se tumbaba en la cama y yo la abrazaba y levantaba, y pensé que era lo mismo. Pero yo la vi diferente y dije: ‘¡Dios, mi mamá!, yo quiero tenerla más tiempo’. Ella tenía los ojos cerrados”.
En ese momento Olga les escribió a sus amigos que oraran porque su mamá se había desmayado en la cama. Estaba angustiada. “Yo empecé a gritar, fui donde la recepcionista y ella llamó la ambulancia, que llegó muy rápido. Trataron de reanimarla, pero ella ya había partido”, explica.. Mientras la reanimaban, pedía un milagro: “Cuando me dijeron que había muerto, me salí, me arrodillé, miré al cielo y dije: ‘Dios, yo acepto tu voluntad, dame fuerzas y ayúdame’”. Olga entró a una habitación distinta de donde estaba su madre, y le agradeció por todo lo que había hecho por ella y le dijo que no entendía: “yo no entendía si era un sueño o era real”.
Ya sólo con Dios: ¿seguir el viaje?
De inmediato llamó a sus tres hermanos para contarles esta trágica noticia. Cada uno reaccionó de una forma diferente: ninguno esperaba esa llamada. Olga seguía en el hotel y, a pesar de esa tragedia, dice que “sentía la presencia de Dios” e incluso cantaba. Expresando su solidaridad, el resto del grupo llegó al hotel para acompañarla, ninguno fue al Jordán.
Más tarde pidió que hicieran un responso a su madre, así que la cónsul le ayudó a conseguir un sacerdote y unas monjas que hablaban español, y a las pocas horas llegaron. Después, incineraron su cuerpo.
El ‘tour’ iba a continuar y ella no sabía si seguir. “Me sentí sola y sin mi familia, solo con Dios”, señala. “No sabía si seguir el recorrido o devolverme, y mi familia me dijo que siguiera, entonces eso hice". Así que decidió continuar y en el cuarto día del viaje se fueron a Tel Aviv, que está a dos horas de Nazaret.
Al día siguiente, por petición de su familia, la cónsul gestionó una misa en la iglesia de San Pedro en Jaffa. El sacerdote que hablaba español la celebró, y también se la transmitieron online a su familia en Colombia.
Durante esos días también pudo rezar por su madre en Jerusalén: “Puse las peticiones de las amigas de mi mamá (en el Muro de las Lamentaciones), fuimos a la tumba vacía y al monte de los Olivos, allá me senté y me quedé dormida debajo de un árbol”. La noche antes de volar a España le llegó una caja al hotel. “Me entregaron las cenizas en una caja, todo estaba en hebreo y tenía la certificación traducida. Ese fue un momento muy duro”, cuenta.
Olga adelantó su vuelta a Bogotá. Al aterrizar, un grupo de amigos y su sobrina la estaban esperando. Descansó dos horas y se fue a La Dorada, Caldas, donde estaban sus hermanos. Dos días después hicieron un funeral y hubo una misa en sufragio por Yamile.
La tristeza y el dolor de esta hija al regresar sin su madre fueron más intensos que antes, pero sabe que su madre murió feliz al haber cumplido su mayor deseo. En medio de lágrimas, dice que su madre murió tranquila por haber estado en Tierra Santa. Para ella, cuenta Olga, lo mejor es “depender de Dios y anhelar su voluntad, porque solo Él llena ese vacío".
Publicado originariamente en la web de la Fundación Tierra Santa