Giuseppe realiza dos sesiones de entrenamiento al día, por la mañana y de tarde, con el lema "no te detienes cuando estás cansado, sino cuando terminas". Descansa sólo los domingos, pero si en el horizonte próximo tiene alguna pelea programada, entrena los siete días de la semana. Sin embargo, entre golpes de gancho, directo y cruzado, Giuseppe privilegia entrenar también su alma, orando.
"Invoco a Dios siempre, durante el día, y si no lo hago me siento triste", dice este joven boxeador de 22 años. Es atleta del grupo deportivo Fiamme Oro y hace unas semanas ganó una nueva medalla, esta vez de plata, en el Campeonato Mundial de las Fuerzas Armadas en Washington (Estados Unidos). La de oro se le escapó por un pelo, pero no hace un drama por ello: "El éxito, así como las inevitables derrotas, no me golpean la cabeza, soy y seguiré siendo una persona sencilla", apunta el deportista.
Giuseppe nació en una familia vinculada al deporte y los triunfos. Desde el abuelo al tío, pasando por su padre, quien murió en 2001, los Perugino son una familia de boxeadores. En el conocido gimnasio de boxeo ‘Tifata’ de San Prisco, cerca de Caserta, su abuelo Giuseppe formó muchos campeones. Prisco, uno de sus hijos, fue campeón italiano y campeón intercontinental de la Unión Mundial de Boxeo en la categoría superpluma. Antonio, otro de los hijos, sería campeón mundial de peso medio en 1999. Así, siguiendo los pasos de su padre y su tío, en 2014 el joven Giuseppe ganó el título italiano “Absoluto de Gallipoli”, en la categoría de 75 kilos.
"En la familia me inculcaron espíritu de sacrificio y pasión", comenta Giuseppe quien vive en Roma desde que llegó al grupo deportivo Fiamme Oro trabajando por clasificar a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.
Siempre y antes de cada competición Giuseppe dice que ora y pide a Dios lo proteja. Sólo así logra “enfocarse” en el ring, “para buscar la mejor manera de vencer a tu oponente, siempre respetándolo como atleta y persona”. Mientras salta en su rincón y justo antes de que suene el gong, recuerda el pequeño rosario con la imagen del Padre Pío, que ha escondido en sus botas de combate. "Soy devoto del santo de los estigmas, por eso lo llevo conmigo también durante el combate".
Cuando se le pregunta por sus mensajes de fe en Twitter que se alternan con las propias de un deportista de élite, como otras comunes a cualesquier joven de su edad, Giuseppe responde sin titubeos: "Dios me da fuerza en el peligro o cuando la ansiedad se apodera de mí", dice con sinceridad, "la fe me hace sentir tranquilo. Y yo soy un creyente desde que era pequeño; mi familia es católica".
Siendo tan joven y con un futuro deportivo prometedor, este boxeador de Caserta no parece ir de prisa y es capaz de apreciar las pequeñas cosas. "Doy gracias a Dios por todo, también antes de las comidas, no me olvido de orar. Y si no puedo asistir a la misa del domingo porque estuviese compitiendo fuera de casa, voy a la iglesia durante la semana, al menos para decir una oración".
Como ocurre con millones de personas en el mundo, Papa Francisco es un referente para este joven deportista que gusta replicar a sus seguidores los Tweets del Pontífice, como aquél que dice: “¡Qué hermoso es anunciar a todos el amor de Dios que nos salva y da sentido a nuestras vidas!” Los Juegos Olímpicos son un sueño por ahora, pero el boxeador de Campania Giuseppe Perugino podrá confiarse mientras, a las oraciones que por su vida eleven quienes valoran el camino que está recorriendo y cuyo testimonio hemos difundido.