Este sábado 7 de diciembre, en Huehuetenango (Guatemala), la Iglesia ha proclamado como beato a James Miller, un joven norteamericano, Hermano de La Salle, a quien llamaban todos "hermano Santiago" en el país centroamericano, que fue asesinado por escuadrones de la muerte en 1982 en esa misma ciudad, cuando tenía 37 años.
A la ceremonia acudieron unas 7.000 personas, incluyendo a familiares del nuevo beato procedentes de EEUU y personas ligadas a los Hermanos de La Salle.
Presidió la ceremonia de beatificación el misionero español y cardenal de David (Panamá) José Luis Lacunza, por designación del Papa. Lacunza explicó que el Hermano Santiago fue “mártir, excelente educador y defensor evangélico de los pobres y oprimidos”, que “se hizo uno de nosotros y por nosotros entregó su vida”.
“Desde el principio de su camino como religioso, las opiniones de sus superiores eran muy positivas por su buena actitud y compromiso, porque se llevaba bien con sus compañeros de comunidad. Era un factor de unión y comunión”, recordó el cardenal.
Vídeo completo de la ceremonia de beatificación del Hermano Santiago en Huehuetenango
Juan Carlos Canales Páez, director general de los Hermanos de La Salle (la Orden de los Hermanos de las Escuelas Cristianas), declaró en La Prensa Libre, que para este Instituto era un gran motivo de alegría que uno de sus integrantes elevado a los altares sea un misionero dedicado a la educación y defensa de los indígenas en Guatemala.
Lacunza, en declaraciones a Vatican News, señaló que “el buen educador católico es como una semilla que tarde o temprano fructifica, pone las bases de una personalidad firme, de una fe valiente y decidida. Y enseña a los jóvenes a razonar con criterio propio para tomar decisiones consistentes con su fe, como lo hizo este hermano mártir, manteniéndose cerca de sus chicos hasta el final ".
Hijo de Granjero de los Grandes Lagos
James nació en 1944, aún en la Segunda Guerra Mundial,en un pueblecito cerca de los Grandes Lagos, en EEUU, hijo de un un granjero productor de leche. Amaba la vida al aire libre y los pequeños trabajos de mantenimiento.
"Era un hombre muy activo", declaró el hermano Rodolfo Meoli, postulador de la causa de la beatificación. Le gustaban esas tareas prácticas e incluso a veces sus superiores le reprocharon esto, "porque para nosotros los lasalianos la escuela debe estar en primer lugar Pero el H. James nunca descuidó la enseñanza, sino que se unió a la teoría del conocimiento, la práctica del hacer”. En 1962 empezó su noviciado. A los votos religiosos habituales sumaba los de estos Hermanos: enseñanza gratuita para los pobres y lealtad al instituto.
Icono de James Miller como pastor y hombre práctico de granja
En Nicaragua en 1969
Llegó a Nicaragua, a Bluesfield, en 1969, donde era conocido como el "Hermano Santiago". Puso en marcha un sistema experimental de "misión compartida", la colaboración de laicos y Hermanos consagrados a todos los niveles educativos.
Pero llegó la violencia a Nicaragua. El presidente Somoza huyó ante los ataques de los guerrilleros sandinistas, que cada vez se iban endureciendo más en posturas anticlericales. El hermano James volvió a Estados Unidos, al hogar familiar, durante un año, pero siempre pensando en volver a América Central.
“Desde Nicaragua escribía que tenía una gran satisfacción por trabajar por los más pobres y cuando alguien le preguntó si sentía miedo por los fusilamientos que ocurrían en los alrededores de la escuela, respondió por carta: ‘¿Bromea? Jamás hubiera pensado que podría rezar con tanto fervor como cuando voy a la cama’”, agregó el Cardenal.
En Guatemala, entre amenazas
Finalmente lo asignan a Guatemala, que parecía estar en mejor situación que Nicaragua. Fue asignado al Colegio Indígena de Huehuetenango en 1981. "Fueron años turbulentos para el país", recuerda el Hermano Meoli. Hubo "una especie de persecución silenciosa" cuyas víctimas eran en su mayoría religiosos católicos, "culpables de defender a los pobres". "En la universidad indígena del Hermano James, estudiaban muchos jóvenes mayas cuyas familias tenían tierras en las montañas que les fueron desposeídas por los terratenientes de acuerdo con el gobierno ".
El hermano James Miller en el Colegio Indígena de La Salle de Huehuetenango
Los Hermanos de La Salle empezaron a recibir amenazas, "al principio confusas, luego cada vez más precisas", por parte de "escuadrones de la muerte" ligados o apoyados por el ejército. Pero esta vez el Hermano James se negó a dejar su lugar.
En enero de 1982 escribió: “Personalmente, estoy harto de la violencia, pero sigo sintiéndome profundamente comprometido con los pobres que sufren en América Central. Cristo es perseguido a causa de nuestra opción por los pobres. Conscientes de los numerosos peligros y dicultades, seguimos trabajando con fe y esperanza y confiando en la Providencia de Dios. Soy hermano de las escuelas cristianas desde hace casi 20 años y mi compromiso en la vocación crece más y más con mi trabajo en América Central. Pido a Dios la gracia de seguir sirviendo entre los pobres de Guatemala y dejo mi vida a su providencia a él”.
El hermano de La Salle Paul Joslin, que estaba allí el día del asesinato,
sostiene el retrato del mártir
El 13 de febrero de 1982, por la tarde, después de las clases, como de costumbre, James se dedicaba a arreglos prácticos, en este caso fijar una lámpara en la fachada para preparar un baile de disfraces. Subió la escalera, se puso a trabajar, y allí lo mataron a tiros sus agresores, que desaparecieron en cuestión de segundos.
El hermano Paul Joslin explica que los atacantes fueron tres hombres que pasaban por la entrada, sacaron armas y le dispararon en numerosas ocasiones. La hermana Madeleva Manzanares Suazo, una enfermera que trabajaba en un hospicio cercano, escuchó los disparos y acudió rápido, encontrando al Hermano James en el suelo. Aparentemente murió al instante.
"Cuando esto sucedió, estaba en la casa de los hermanos al lado de la escuela, que estaba a un kilómetro de distancia de Casa Indígena", dijo el Hermano Paul Joslin. "Cuando llegué allí, no puedo decirte lo horrible que fue, la conmoción, pero cuando fui a tocar a Santiago, había un policía parado allí y él me gritó y dijo: 'No lo toques.' Recogí el sombrero que llevaba puesto … y todavía estaba lleno de sudor, como si todavía estuviera vivo", agregó el Hermano Paul.
Según el postulador, los asesinos vieron una afrenta el hecho que después de amenazar con matar a todos, la Congregación en vez de retirarse había enviado a un hermano.
"Los mártires continúan hablando incluso después de la muerte, de hecho, especialmente después de su muerte" concluye el Hermano Meoli.