"Mi meta era entrar en la universidad para tener éxito en los deportes y desarrollar habilidades para el éxito profesional", explica. "Yo quería ser una mujer de negocios o periodista. Por encima de todo, quería hacer algo grande con mi vida, algo extraordinario. Yo pensaba que la felicidad estaba en la riqueza, el prestigio, el glamour y el poder".
Con sus padres ya no tenía más que hablar, Sharon dejó de asistir a misa, nunca volvió a la confesión, y desde luego nadie la encontraría en un grupo de oración. En su lugar, las cosas del mundo ocuparon su tiempo: además de su beca, ella tenía un novio en el equipo de fútbol y un calendario completo de partidos. Era libre para hacer lo que quisiera, lo que ella suponía que le iba a llevar a la felicidad.
Sin embargo, en lugar de estar llena de felicidad, estaba vacía. "Después de probar todo lo que el mundo dice que hay que experimentar para ser feliz y encontrar mi corazón completamente vacío, comencé a anhelar profundamente algo más. La fiesta, novios, la escuela y los deportes no me llenaban. Cuando fui realmente honesta conmigo mismo, tuve que admitir que estaba destrozada dentro".
Fue durante la primavera de su primer año en la universidad cuando descubrió esta situación: "Me di cuenta de que cuando muriera, Dios no iba a preguntarme si mi madre y mi padre fueron a la iglesia el domingo. Me preguntará: ‘¿Qué hiciste con tu vida?" Esta reflexión la condujo de nuevo a la Iglesia.
A lo largo de este viaje, Sharon conoció a un sacerdote de la Sociedad de Nuestra Señora de la Santísima Trinidad (SOLT). "A medida que mi corazón empezó a despertar y mis deseos de algo más comenzaron a tomar fuerza, me encontré con un sacerdote de nuestra comunidad religiosa", relata. "Estaba sufriendo enormemente por el peso del pecado y de las malas decisiones que había tomado, y este sacerdote lo sabía, pero él nunca me lo recriminó. Él me animó a crecer gracias al ejemplo de su vida, una vida de amor verdadero y auténtico de Dios".
Durante sus últimos tres años de universidad, ella comenzó a asistir a la misa de forma esporádica, a continuación, todos los domingos, y finalmente llegó a hacerlo todos los días. "Cuando yo era estudiante de último año, mi madre me confió a mí y a mi vida a la Santísima Virgen -afirma. Ella, literalmente, se puso de rodillas y me regaló a la Virgen: le dijo a la Virgen que ahora yo era su hija y que me protegiera y que me mantuviese a salvo”.
"Mi madre también comenzó a orar en ese momento, algo que yo desconocía, para que me hiciese monja… y aquí estoy. Así que las oraciones de mi madre y el sacerdote son las razones por las que hoy soy monja. Creo en el poder de la oración y soy fruto de su eficacia".
Después de licenciarse en Comunicación, Sharon fue invitada a un retiro de SOLT en Nuevo México, donde descubrió su vocación a la vida religiosa. "Yo deseaba una vida comprometida con Cristo: Misa diaria, Rosario diario, Liturgia de las Horas, Hora Santa diaria, fidelidad al Magisterio de la Iglesia, etc. Y yo encontré esto en SOLT”.
Lo que también encontró en SOLT fue un modelo único de "equipos de familia" (también conocidos como "equipos eclesiales") de sacerdotes, religiosas y laicos. "Tenemos las tres vocaciones en nuestra comunidad, y me encanta el testimonio de esa realidad. También elegí SOLT porque reconocí que los miembros de esta comunidad se han comprometido a ser discípulos auténticos de Jesús a través de María".
"Mi padre falleció inesperadamente cuando yo todavía era novicia, y el día de mi profesión, nuestro fundador, el Padre James Flanagan, me dio el nombre religioso de Miriam James: Miriam, conforme a nuestra Santísima Madre, y James, por mi padre. Escuchar ese anuncio en mi Misa de profesión fue una de las experiencias más emocionantes de mi vida".
La Hermana Miriam pasó su tiempo de formación en lugares tan diversos como Roma, Nuevo México y Dakota del Norte. Finalmente, hizo su profesión perpetua en la parroquia de San Alfonso, en Seattle, en la fiesta de la Inmaculada Concepción de 2007. Su principal trabajo en esta ciudad es la dirección apostólica de novicias (chicas en su primer año de noviciado). Durante los últimos seis años, ha guiado a 17 a través del programa de formación.
Ella también tiene la oportunidad de utilizar sus habilidades de comunicadora por ser una de las presentadoras del programa de radio "Hermanas en Cristo", en la emisora Sacred Heart Radio de Seattle.
Además de estas actividades, la hermana Miriam tiene la oportunidad diaria de comunicar el Evangelio sin decir una palabra. Esto se debe a que las hermanas SOLT visten un hábito gris y blanco. Una feligresa de su parroquia, Lillian Yamamoto, explica que "es genial ver a las hermanas SOLT con sus hábitos; ellas son alegres y son un auténtico testimonio de Dios. Son un gran ejemplo para los niños que no han visto nunca monjas con hábitos".
"El uso del hábito es un gran honor para mí", explica por su parte la hermana Miriam. "Cuando lo uso, me convierto en un representante visible de la Iglesia católica y una señal de que Dios está vivo y bien. El hábito es una señal para el mundo y un signo para mí también".
Es una señal que la mayoría de la gente aprecia: "Muchos me paran en la calle y me hacen preguntas, expresan su gratitud o incluso me desprecian cuando me ven. Es una señal que va mucho más allá de mi persona, y tengo que recordar eso. El uso de un hábito es un testigo del amor y la misericordia de Dios, y trae esperanza y consuelo a muchos”.
La presencia de las hermanas es apreciada por el administrador de la parroquia de San Alfonso, el Padre Danilo Abalon: "La familia de la Sociedad de Nuestra Señora de la Santísima Trinidad es una congregación de sacerdotes, hermanas y laicos, entre ellos los diáconos casados", explica. "Todos los miembros comparten una espiritualidad común, la misión y la visión, mientras se esfuerzan por imitar y vivir la vida de Cristo”.
"Cada vocación encuentra la fuente de su identidad en la Santísima Trinidad, y gracias a su carácter distintivo, ellos complementan su carisma unos a otros en los ‘equipos eclesiales´, el modelo de la vida de María. Por lo tanto, en cualquier apostolado o ministerio parroquial, si una de las vocaciones no está presente el testimonio de nuestro carisma queda incompleto”.
Los carismas no estaban en la mente de la estudiante universitaria Sharon Heidland que buscó la felicidad en las cosas del mundo encontrando sólo tristeza. Hoy, sin embargo, la hermana Miriam James vive la pobreza, la castidad y la obediencia, y es una de las mujeres más felices del mundo. "Mi meta ahora es llevar el mensaje de amor y misericordia auténtica de Jesús a todos los que conozco. Jesús vino para liberarnos del pecado y de las tinieblas para que podamos caminar en su luz admirable”.