"Rebecca es un buen ejemplo de lo que una persona puede lograr", ha señalado Tony Lauinger, vicepresidente del Comité Nacional de Derecho a la Vida de Estados Unidos. "A veces los mayores y más persuasivos defensores de los derechos del niño por nacer son las mujeres que en otro tiempo defendieron el aborto".
Después de 1973, tras la decisión del Tribunal Supremo de legalizar el aborto en los Estados Unidos, Hamilton se convirtió en la primera directora en Oklahoma de NARAL (Liga de acción nacional por el derecho al aborto). Ella admite que ayudó a establecer el primer centro de aborto en el estado. Durante un mes trabajó con el Dr. Joe Bills Reynolds, quien más tarde fue llevado a juicio por asesinar a su esposa.
"Dios no sólo me perdonó", dijo Hamilton, mirando hacia atrás en ese momento en su vida, "Él me ha utilizado en las áreas precisas donde hice mayor daño. Así es como Él trabaja: nos usa en los lugares rotos".
Hamilton se postuló en 1997 a un escaño en la Cámara de Representantes de Oklahoma como abogada partidaria del derecho al aborto. No consiguió el puesto, pero sí lo hizo dos años más tarde como miembro pro-aborto del partido demócrata.
Sin embargo, Dios tenía otros planes para su vida. "Me llamaron a la Eucaristía", afirma, "o, más bien, fui llamada por Cristo a la Eucaristía a la Iglesia Católica. Mi conversión sucedió cuando yo estaba conduciendo mi coche de camino a dar un discurso. Había hecho algunas cosas por las que me sentía mal, y le pedí a Dios que me perdonase. No le pedí por el aborto, puesto que en ese momento no pensé que estaba equivocada en ese tema. La efusión de amor que experimenté en ese momento me cambió para siempre".
Más tarde, después de la conversión del protestantismo a la Iglesia Católica y de cambiar su postura sobre el aborto, fue elegida nuevamente como representante del estado, pero esta vez como legisladora pro-vida.
Tras su tercer mandato en la legislatura estatal, Rebecca dejó el cargo para educar en casa a sus dos hijos. Durante los 16 años que estuvo en casa con su familia, trabajó como directora en Oklahoma del Día Internacional de Oración por la Iglesia Perseguida y fue voluntaria en la asociación de apoyo a mujeres embarazadas “Derecho a nacer”. Después, fue reelegida de nuevo para la Cámara de Representantes del Estado de Oklahoma.
"Dios no deshizo lo que yo había hecho", dijo Hamilton, "pero lo redimió usándome a mí para salvar las vidas de los bebés. Era terriblemente difícil y muchas veces te dedicabas a luchas miserables contra los proyectos de ley. Yo estaba puesta en la picota y atacada por mi propio partido, sin piedad. Pero el hecho de que fuera tan fuerte fue un regalo. Dios me permitió sufrir por aquellos a los que había hecho daño. Él me dio la gran confianza de corregir lo que había hecho mal, para hablar por él sobre estos niños asesinados en el mismo escenario en el que yo los había atacado en el pasado. Él no deshizo lo que hice; lo redimió. Y me sanó de una manera tan profunda que nunca pensé que pudiera suceder".
Durante la mayor parte de su carrera política, Hamilton trabajó incansablemente para proteger a las mujeres y para avanzar en la agenda pro-vida. Ella ha sido una defensora de los derechos humanos, en la creencia de que el gobierno debe apoyar y defender la santidad de toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural.
Hamilton fue autora del primer proyecto de Protección de Víctimas para mujeres maltratadas y el primer programa estatal para crear refugios contra la violencia doméstica. Además promovió la creación del Día Anual de Oración por el fin de la violencia contra la mujer.
Durante su mandato, Hamilton llevó con éxito a votación una ley que permite a los fiscales presentar cargos penales contra cualquier persona que intencionalmente cause la muerte de un niño por nacer cuando se agrede a la madre. También aprobó una legislación para impedir que los funcionarios policiales pudieran difundir públicamente información privada de las víctimas de violación.
En 2005, Hamilton fue autora de un proyecto por el que se consiguió que fuera necesario firmar un consentimiento informado antes de someterse a un aborto y la obligación de notificar a los padres antes de realizar un aborto en un menor.
Dos años más tarde, Hamilton fue la promotora de una Ley que prohibía que los empleados y los recursos del Estado fuesen utilizados para llevar a cabo un aborto que no fuese necesario para salvar la vida de la madre, a menos que el embarazo fuese resultado de violación o incesto.
Mirando hacia atrás, en la época en la apoyaba el derecho al aborto, Hamilton señaló que "tengo sangre en mis manos, pero Dios nos ha mostrado cuán grande es su misericordia y lo mucho que nos ama. Soy un testimonio de ello".