Caballero Legionario Paracaidista, militar del Grupo de Operaciones Especiales, destinado también en el Regimiento de Montaña y más tarde en Ciberdefensa. Actualmente es comandante. Esta es la trayectoria militar de José Ramón Rapallo en sus 35 años de servicio en los que también ha participado en misiones internacionales en Bosnia, Irak, Afganistán y Mali. Y además desde hace un año es sacerdote, ejerciendo como no podía ser de otra manera, en el Ejército de Tierra.

Este madrileño de 52 años es lo que se denomina una vocación tardía y su perfil es diferente al de sus compañeros sacerdotes, pues no ha sido ordenado sacerdote castrense obteniendo un grado militar sino que antes, durante y después de su formación sacerdotal ejerció como soldado.

La milicia y el sacerdocio, dos misiones vocacionales

En una entrevista con la revista Omnes, el ahora sacerdote con grado de comandante, José Ramón Rapallo, habla de su trayectoria que le ha llevado a servir primero en la milicia y luego entregar su vida a Dios.

“Entré en el ejército como voluntario con 17 años. Ya llevo 35 años de servicio. Durante un tiempo, además fui agregado del Opus Dei, una vocación de servicio en medio de las ocupaciones diarias, en el trabajo profesional. En mi caso, mi profesión es un trabajo vocacional como es la milicia, en el que aprendes a renunciar a muchas cosas y a entregar la vida por los demás, si es preciso”, cuenta este capellán castrense.

Además, durante otros muchos años quiso ser voluntario de noche de la Casa de Madre Teresa y asistía a enfermos de SIDA cuando la enfermedad mataba a cientos de personas. “Más de una vez, aquellos enfermos nos decían que ir a morir a casa de las Hermanas de la Caridad era aprender a amar con mayúscula. Quizá fue en este sitio, en las noches de vela en la pequeña capilla que tienen donde vi que el Señor me pedía más. Quizá fue en este sitio, en las noches de vela en la pequeña capilla que tienen donde vi que el Señor me pedía más”, confiesa.

Una anécdota que cuenta relacionada con su vocación y su vida militar tiene que ver con su etapa en una de las unidades de élite del ejército: “En el curso de operaciones especiales todos tenemos un nombre de guerra, en mi caso, decidieron fuera Templario. De momento, me siguen llamando Templario y confío que no tenga que oír lo de: “Jefe de compañía llamando a cuervo”.

Profundizando en su viaje hacia el sacerdocio el padre Rapallo recuerda que “durante años tuve la inquietud de estudiar Teología y lo hice de una forma no reglada. Hace siete años, cuando me planteaba más en serio el tema de la vocación sacerdotal, estando destinado en Alicante, el actual páter del Mando Operaciones Especiales, José Antonio Barriel, me explicó la existencia de un seminario castrense y la posibilidad de seguir estudiando”.

Ya destinado en Madrid su idea era dejar el ejército, pero tanto el rector del seminario castrense como monseñor Juan del Río, arzobispo recientemente fallecido le explicaron la posibilidad de “compaginar la atención pastoral con mi destino una vez terminara mi formación sacerdotal y que, en ningún caso, abandonara mi condición de militar. Así lo hice y, tras cinco años de seminario y trabajo, el 25 de julio del año pasado, fiesta de Santiago Apóstol recibía la ordenación sacerdotal”.

Una manera de entender la vida

Acerca de compaginar la vida sacerdotal  y la militar, José Ramón Rapallo indica que “aceptar las exigencias de la vida militar, como son la obediencia debida, estar seis o más meses lejos de tu familia de misión, muchas veces en situaciones de riesgo y fatiga, los constantes cambios de destino… podemos decir que es algo más que una profesión”.

En su opinión, “la milicia forja carácter, es ‘religión de hombres honrados’ como diría Calderón de la Barca. Una manera de entender la vida basada en unos valores que hoy en día no están precisamente de moda, como el espíritu compañerismo, la lealtad, el sacrificio y, especialmente un valor transcendental, como es el dar la vida por los demás. Para esto hay que saber qué significa la muerte: el militar lo resume en la muerte no es el final del camino que tantas veces rezamos y cantamos en el acto a los caídos en las unidades militares.   Ser líder espiritual es lo que significa ser capellán en una unidad militar. Saber dar razones de lo que hacemos y por qué lo hacemos”.

“Ser líder espiritual es lo que significa ser capellán en una unidad militar. Saber dar razones de lo que hacemos y por qué lo hacemos. Es hablar del valor transcendental de la vida que estás dispuesta a entregar y que tanto cuesta aceptar, pero que en el ejército es absolutamente necesario. Sin olvidar que el capellán esta para servir a los que sirven”, agrega.

Su experiencia en Irak

Ya como sacerdote ha estado de misión en Irak. “En el destacamento Bagdad donde estaba destinado no había páter católico. Cada dos o tres meses venía unos días el páter americano, que estaba en Erbil. La Capilla era multi-confesional, aunque para el culto católico se reserva  una parte,  donde se promovió la construcción de un Sagrario, con motivo el inicio de la Adoración al Santísimo que teníamos todos los jueves y a la que asistían de toda la base y, especialmente, una comunidad de trabajadores filipinos”, cuenta.

Además, explica que “la Santa Misa era generalmente en español e inglés. Pero también en francés o italiano,  dependiendo del número de asistentes de cada país.  Desde octubre, además de acompañar espiritualmente a todos los que se han acercado a la capilla, estar disponible para confesiones e intenciones particulares de la Misa, he celebrado varias misas de difuntos de familiares fallecidos de diferentes nacionalidades durante la misión. Más de una vez militares extranjeros, aquí en Bagdad, me han comentado la inmensa suerte de contar con un sacerdote. Recuerdo un canadiense que me decía que en su ciudad no había sacerdote católico y sólo podía recibir sacramentos de forma poco frecuente. No somos conscientes de la suerte que tenemos en España”.

Puede leer la entrevista íntegra al padre José Ramón Rapallo en Omnes aquí.