A sus 27 años, Joshua Johnson, de la iglesia de Cristo Rey, en la Louisiana State University, es el cura más joven de la diócesis de Baton Rouge (Estados Unidos), su ciudad natal, ordenado sacerdote en 2014 tras años escapando de su vocación.
Participó hace unos meses como orador destacado en un Congreso de la Juventud Afroamericana celebrado en Lafayette (Louisiana) por Catholic Extension, y contó su historia ante más de seiscientas personas.
"Me educaron como católico, pero nunca me gustó la Iglesia católica. Me parecía algo aburrido y no lo comprendía", explica. Su mayor dificultad venía de la Eucaristía: "Nunca creí que se tratase del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, como enseña la Iglesia".
Paradójicamente, su conversión vino del mismo lugar que aborrecía: Jesús Sacramentado. Fue en su último verano de instituto, a los 17 años, durante un retiro al que le invitaron en la cercana ciudad de Alexandria.
"Aquella noche, en adoración, cuando el obispo expuso a Jesucristo en la Eucaristía, todo lo que puedo decir es que la gracia de Dios me derrotó", recuerda el padre Joshua: "Mirando la forma consagrada, supe que era Dios, que era Jesucristo. Fue como un enamoramiento instantáneo. Comencé a llorar. Estaba de rodillas adorando a Dios... y lo primero que Le escuché decir fue ´Te amo´, y atravesó mi corazón como continúa haciéndolo hoy, porque me dijo que me amaba aunque yo estaba viviendo gravemente en pecado".
Aquel día recibió otro llamado, el de ser sacerdote. Pero no se sentía preparado, así que ingresó en la universidad: "No quería ser sacerdote, así que estaba intentando huir de ello".
La huida duró sólo curso y medio: "No podía dejar de pensar en el sacerdocio. Todo el tiempo que estuve en la Southern University supe que donde debía estar era en el seminario".
A partir de ese momento Joshua no se separó de una capilla de adoración perpetua, y en 2006 empezó el primer curso en el Seminario de San José de Covington, además de estudiar un grado de Teología en el Seminario Notre Dam de Nueva Orleáns. "Fueron algunos de los mejores años de mi vida", explica a The Advocate: "Fue un tiempo de profunda intimidad con Jesús, porque tenía mucho tiempo para rezar y mucho tiempo para estudiar".
Lo único que no dejó de su vida pasada fue el rap: "Crecí haciéndolo como diversión y continué en el seminario como diversión", para sí mismo y para sus compañeros. Pronto descubrió el potencial evangelizador del hip hop para acercarse a los más jóvenes, y ahora conserva su vieja costumbre con tal finalidad.
"Cuando los chicos me escuchan rapear, gano su atención. Yo siempre rapeo sobre Jesucristo y sobre lo que Él trajo a mi vida. Algunas personas contactan conmigo tras ver mi música en Youtube o Facebook y me dicen: "Te llamo porque he visto este vídeo y quiero entregar mi vida a Cristo ahora".
¿Durante cuánto tiempo seguirá rapeando? "Sé que tengo que mantener mis ojos fijos en Dios y en lo que Dios me ha llamado a hacer. Todo lo que me diga que tengo que hacer por la santificación de la gente a quien se debe mi ministerio, eso haré".
Y aclara que no canta para agradar a la gente, sino para agradar a Dios: "En sí mismo el rap no es malo, no es pecado. Forma parte de una cultura. Podemos utilizarlo. No debemos rechazar la cultura, debemos estar inmersos en ella y promover lo que sea bueno. Y puede venir mucho bueno de este tipo de música".
El padre Johnson se ve también a sí mismo como parte de la cultura negra, de donde, dice, no salen muchos sacerdotes: "Yo nunca pensé en ello en parte porque nunca había visto uno. Así que creo que el hecho de que los jóvenes me vean como sacerdote negro abrirá sus ojos".
Actualmente Joshua desempeña su labor pastoral en el campus de la Louisiana State University, donde estudian 14.000 católicos: "Me gusta trabajar con adultos jóvenes porque tienen un fuego real y un deseo de ser santos. Me gusta trabajar tanto con gente que camina hacia su primer encuentro con Jesús, como con gente que ya se ha encontrado con Él".
Eso sí, les advierte de las dificultades: "Hay gente que cree que todo lo que tienes que hacer es aceptar a Jesucristo en tu vida, y todo será más fácil y la santidad será como un trozo de pastel. La realidad es que ser santo y virtuoso es muy duro. El cielo es algo de gran valor, así que Jesucristo tuvo que luchar, tuvo que sufrir, así que nosotros también tendremos que luchar. A veces nos vendremos abajo, pero la gracia de Dios estará ahí para darnos la bienvenida", concluye.
Como suele decir el joven sacerdote Joshua Johnson, "necesitamos sumergirnos en la Palabra de Dios para que Él pueda hablar a través de nosotros". A ritmo de rap, incluso.