El cardenal Antonio Cañizares ha abierto la causa de canonización de José María Haro Salvador: magistrado y Presidente de los Hombres de Acción Católica en Valencia, entre otras responsabilidades.
Primer magistrado del Trabajo de Valencia, padre de familia numerosa, laico muy implicado en la vida de la Iglesia… José María Haro Salvador podría ser el próximo beato valenciano, si prospera la causa de canonización que abrió a mediados de junio el arzobispo de Valencia, cardenal Antonio Cañizares.
Hijo de una modesta familia de agricultores, José María hizo estudios superiores gracias al colegio mayor San Juan de Ribera, de Burjassot, que alojaba de forma gratuita a «los hijos de las familias más humildes que fueran intelectualmente prometedores para que pudieran estudiar en la ciudad», explica Juan Carlos Valderrama, Vicepostulador de la causa.
Optó por Magisterio y Derecho. Ya en esa época fue secretario de la Federación de Estudiantes Católicos de Valencia. En 1929 aprobó las oposiciones de juez, y un año después se casó con María Luisa Sabater, con quien tuvo ocho hijos. Desde su juventud, fue miembro activo de la Asociación Católica de Propagandistas.
La Guerra Civil le sorprendió en Villar del Arzobispo, donde era juez. «Estuvo a punto de dar testimonio como mártir –explica Valderrama–. Fue uno de los principales objetivos de algunos grupos de exaltados» que lo buscaban por su activismo católico. Una vez fue detenido por unos milicianos, pero logró evadirse.
«Vivió oculto, pero nunca se apartó de un crucifijo, y estaba dispuesto a dar su vida por la fe» si fuera necesario. «Dada la ausencia de sacerdotes, se juntaba con otras personas para leer la liturgia de la Misa diaria. Ayudó a sostener la fe de muchos».
No guardaba rencor a sus perseguidores: «Algunos de ellos eran de su pueblo. Luego hubiera podido aportar datos sobre ellos, pero nunca lo hizo».
«Lo que le llenaba el corazón era la acción social –subraya el Vicepostulador–. Durante toda su vida, fue una prioridad para él tanto en lo profesional como en lo pastoral».
Por ello, «fue de los primeros que concurrieron a la Magistratura del Trabajo». Otra de sus prioridades fue la enseñanza, «por su propia experiencia de haber tenido dificultades para estudiar y las altas tasas de analfabetismo de la época».
Presidió la Junta Provincial de Enseñanza Primaria, donde «trabajó para articular la formación de los profesores. También en la diócesis propició que se formaran órganos para crear escuelas, formar a los profesores…»
En plena posguerra, la Iglesia intentaba multiplicarse para hacer frente a todas las necesidades. Como Presidente de los Hombres de Acción Católica entre 1943 y 1955, Haro «fue uno de los apoyos más importantes del entonces arzobispo de Valencia, monseñor Marcelino Olaechea. Hacían falta muchos recursos para poner en marcha todas las iniciativas de la Iglesia: construcción de viviendas para obreros, subvención de estudios… Para ello se articuló el Banco de Nuestra Señora de los Desamparados, del que fue Director» y que está en los orígenes de Cáritas. También fue Tesorero del Patronato de Viviendas del Arzobispado.
Con todo esto, «al final de la jornada, a altas horas de la noche, seguía atendiendo en su casa a personas que acudían a pedirle consejo o ayuda. Enfermo o sano, estaba atento a las necesidades de todos. Realmente es sorprendente su capacidad de trabajo. Para hacer esto, sacrificó muchas cosas, y fue ejemplar el apoyo de su mujer, Mª Luisa. La fuerza, indudablemente, la sacaba de la oración, la Misa –iba todos los días a las siete de la mañana– y de su devoción a la Virgen».