-Recuerdo que tenía catorce años. Yo vivía en Senj. Era mayo del 1935, el mes de la Virgen -comienza relatando en una entrevista que publica el portal web Amarantho-, y se celebraba una fiesta eucarística. Había una misa en la plaza en la que venía muchísima gente, sobre todo jóvenes que bajaban de los montes especialmente para la celebración. En aquella época no había autobuses, así que esa gente se movía en camiones. Todo estaba preparado para la ocasión…
»Decidí quedarme un rato más rezando. Cuando salí me encontré con el bullicio de la gente. En una de las plazuelas por las que tenía que pasar había un camión distinto a los otros. De todas las callejuelas salieron un montón de gendarmes que empezaron, sin más, a dispararnos. Yo no sabía qué hacer. Estaba asustadísima. Apuntaban más bien hacia arriba y hacia los otros camiones y yo, como era pequeña, me metí por debajo de las piernas de un gendarme y empecé a correr. Tuve la suerte de que no me alcanzó ninguna bala, pero veía caer a mucha gente delante de mí. Había incluso chicos que intentaban escapar con la tripa abierta. Fue una gran carnicería… Así empezó mi juventud, con este recuerdo tan tremendo. La ciudad de repente se quedó muda. En silencio. Fue un shock. Después de tanto tiempo, todavía no lo he olvidado.
Ana nació justo cuando Europa y el mundo buscaban sanar las heridas de la Primera Guerra Mundial. Por entonces su natal Croacia inició una aventura uniéndose a otras comunidades eslavas de los Balcanes para formar el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. Pero fue imposible la armonía en esa diversidad y tras instaurarse en 1929 un régimen dictatorial surgió el Reino de Yugoslavia.
La Segunda Guerra Mundial trajo el descalabro suficiente que el dictador comunista ‘Mariscal’ Tito aprovechó para apoderase de Yugoslavia… Ana entonces vivió sus primeros años en medio de un campo de batalla
-Si volvemos al recuerdo de aquel mes de mayo, cuando tenía catorce años, pienso: ¿Por qué me quedé yo en esa iglesia mientras los demás salían a la calle a disfrutar de la fiesta? La verdad es que había una imagen de la Virgen, muy venerada en Senj, y quise quedarme un rato más a rezar. Ahora estoy segura de que fue Ella quien hizo que no me tocase ninguna bala. Estoy segura de que Ella me salvó la vida ese día. Y en realidad todos, porque es un milagro que haya llegado hasta los 94 años después de todos los peligros que me han tocado vivir.
-Cuando yo empecé la universidad ya se oían tambores de guerra. Los alemanes se iban acercando poco a poco a nuestra tierra. Nunca pudimos tener clases normales…
-Era muy difícil, pero de todo lo malo siempre se saca algo bueno. Conocí al que después ha sido mi marido y con él parecía que los problemas se suavizaban… De pequeña tenía dos metas: ir a la universidad y formar una familia. Una ya la había conseguido y también había conocido a Luka. En realidad no se podían tener metas. La única preocupación era sobrevivir día a día… la muerte estaba constantemente presente. Por eso teníamos que estar preparados siempre. Con Luka, cuando íbamos por la calle, rezábamos el rosario. Lo hacíamos porque mientras caminábamos caían bombas. Y uno tenía que estar preparado. Así que por un lado disfrutábamos del noviazgo y de la cercanía y por otro teníamos que estar dispuestos a morir en cualquier momento. La guerra era cosa del día a día. No sabías cuándo te llegaría la muerte, así que tenías que estar preparado.
-Junto a él todo parecía más fácil, y aunque transmitía paz no podíamos olvidar que estábamos en guerra y, por lo tanto, cuando salíamos a pasear siempre teníamos que tener en la mente dónde nos íbamos a esconder si sonaba la alarma de bombas. A pesar del miedo, acudíamos todos los días a la Santa Misa. Allí nos sentíamos seguros... Para que os hagáis una idea de cómo era Luka, he transcrito en croata sus diarios. Son más de dos mil páginas. Son una maravilla, una riqueza. En una de ellas escribe: "Yo tengo solo 5 amores: Dios, mi mujer, mi hija, mi madre y mi patria”. Además su lema era: “Prefiero morir que apostatar”. Esto lo decía cuando solo tenía veintitantos años. Era un chico hecho y derecho.
-La víspera de San José, Luka, que trabajaba en la administración de una editorial de un periódico croata católico, tuvo que viajar por razones profesionales a Ogulin… El día de su marcha le acompañé a la estación. Él estaba muy nervioso y le dije: “No te preocupes, todo va a salir bien”. Yo me consideraba una católica muy buena y por eso pensaba que Dios tenía que hacer lo que yo le pidiera. Había hecho méritos para esto. Entonces le dije: “Ya verás, Dios va a hacer que todo salga bien, no puede ser que nos haya hecho tan cercanos para que ahora todo se destruya"…
-Ese día fui misa a la catedral de Zagreb. Al salir me apoyé en una columna de la entrada de la Iglesia y empecé a llorar, a llorar, llorar y llorar... Mis amigas pensaban que era por Luka. Va a parecer extraño, pero no lloraba por eso. Lloraba porque acababa de vivir mi conversión. Salí de la Iglesia viéndolo todo de otra manera. De repente, me di cuenta de que mi fe ya no era la aprendida, sino que era mía. Era una fe comprendida. Supe que lo que me había pasado era una preparación para lo me vendría después.
-Pasado esto, la presencia de Dios en mi vida se convirtió en algo tan claro, que supe que nunca en la vida le podría traicionar. Eso me dio fuerzas para tratar de averiguar qué había pasado con Luka. Conseguí saber que había sobrevivido al ataque y que le habían llevado al bosque. No me bastaba solo con esto, porque no sabía qué le iba a ocurrir ahí. Pero esto lo cuenta él en su libro de Despedidas y encuentros. De hecho, él también, de alguna manera, vivió su propia conversión.
Ana Luka y los hijos que tuvieron una vez reunidos en España después de 12 años de separación
-Nada de esto. La única fuerza que yo he podido tener me ha venido de arriba. Sentir que Dios estaba conmigo ha sido lo que me ha hecho salir adelante. Solo soy una mujer que me he encontrado a lo largo de mi vida en situaciones extremadamente difíciles. Me ha tocado vivir en una época triste y de muchas turbulencias. He sufrido las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y la formación de un nuevo estado comunista yugoslavo. He pasado mucho miedo, pero no me ha quedado más remedio que sacar fuerzas de donde fuese, como mucha otra gente ha hecho. Por eso no me gusta que me consideren una mujer heroica. Mi vida ha sido la historia de un alma que ha querido ser, por encima de todo, fiel a mis principios y a mi marido.
Ana y Luka se casaron en medio de un bombardeo, en una iglesia franciscana de Zagreb, tuvieron una hija, Elika, fueron separados por la guerra, padecieron diversos ultrajes y persecuciones, pero finalmente tras doce años Ana y Elika pudieron reencontrarse con Luka. La familia se radicó en España.
(Nota: El esposo de Ana, Luka Brajnovic, fallecido el 8 de febrero de 2001, fue un destacado novelista, poeta, profesor universitario de deontología periodística en la Universidad de Navarra y periodista croata; versión con infografía y más ilustrada de esta entrevista en Amarantho)