A día de hoy, nadie duda de que Emirates es una de las principales aerolíneas del mundo. Lo que pocos saben, es que ese status es, en gran parte, la obra de un empresario de sólidas convicciones católicas, Sir Maurice Flanagan, fallecido en Dubai el pasado 7 de mayo en Dubai a la edad de 87 años.
En sus obituarios, las principales cabeceras internacionales no olvidan mencionar su fe; sin embargo; el homenaje más sentido es el que le rinde la web de la Parroquia Saint Mary de Dubai, a la que acudía cada domingo. «Era un hombre de fuertes valores familiares, que siempre apoyó a la parroquia y muy especialmente a su festival».
Dubai, un emirato al que Flanagan llegó en 1978, procedente de British Airways, llamado por la familia reinante, que le asignó un objetivo preciso: el emirato debía disponer de su propia compañía aérea. Flanagan empezó su tarea como director de la Asociación Nacional del Transporte Aéreo de Dubai.
Al cabo de siete años de grandes esfuerzos de imaginación y de planificación estratégica, Emirates empezaba a volar con dos aeronaves alquiladas, diez empleados y un presupuesto de diez millones de dólares.
Cuando Sir Maurice dejó en 2003 –al cumplir 75 años- las riendas de Emirates, su «criatura» ya era la séptima aerolínea del mundo por volumen de negocio y su flota estaba constituida por más de 220 aeronaves.
A través de Emirates, Flanagan supo combinar el lujo de buen gusto, la creación de empleo y el desarrollo internacional.
Asimismo, llevó a cabo una inteligente política publicitaria, cuyo hito más conocido fue bautizar con su nombre al nuevo estadio del club londinense Arsenal. Normal para un ex futbolista como Flanagan.
Maurice Flanagan había nacido el 17 de noviembre de 1928 en Leigh, condado de Lancashire, cerca de Liverpool. Era hijo de minero y, por lo tanto, un prototipo de ese catolicismo del norte de Inglaterra, cuya seña de identidad es el origen obrero. Fue el primer miembro de su familia en acudir a la Universidad, graduándose en Historia y Francés por la Universidad de Liverpool.
Estaba en posesión de la Encomienda de la Orden del Imperio Británico y en 2010 fue hecho caballero –Sir– por la Reina Isabel II. Deja viuda –lady Audrey, a la que conoció en círculos católicos– y tres hijos. Descanse en paz.