Bookman es una editorial literaria con vocación de hacer libros de valor permanente y con un sello de calidad en los contenidos y cuidado en el detalle. La dirige Miguel Ángel Blázquez, escritor y editor vocacional y un católico muy presente en la cultura de nuestro tiempo.

-¿Por qué un nombre inglés para una editorial española?

-La razón es muy sencilla. Hace años un amigo me puso un apodo, “Fotoman”, por el hecho de hacer fotografías. Después fundé una empresa de publicidad que sigue en pie que se llama Imán Comunicación y buscando un nombre que pudiera contener todo el significado de lo que hago como editor, se me ocurrió la posibilidad de unir dos términos “el hombre” es decir “ser animado racional, varón o mujer”, según la RAE, y el libro. En español no funcionaba con tanta claridad como en inglés, por lo que así se quedó.

-¿Y el sombrero?

-El sombrero es el isotipo que define algo que he querido recuperar en este sello. El espíritu de los editores de principios del siglo XX. Es un elemento muy característico que aporta también estilo y personalidad a la marca.

Bookman: un logo con un sentido.

-Y detrás de la marca ¿Qué hay? ¿Qué es Bookman?

-En 2018 apareció el primer título y desde entonces hemos publicado contenidos de alta calidad, cuidando el diseño y la producción hasta el mínimo detalle, para ofrecer a los lectores una propuesta editorial original y comprometida con la difusión de la cultura y el conocimiento.

-Veo en las imágenes que utiliza que todo rezuma un ambiente 'vintage', del pasado. ¿No cree que es ir contra corriente?

-¡Vaya si lo creo! Ir contra corriente es para mí un valor fundamental. Salirse del camino establecido, hacer lo que otros no hacen, arriesgar, equivocarse... Hoy no se lleva eso del error y es muy educativo, pero hay que tener presente que la corriente, entendida como la moda o la estandarización, es algo que tiene mucho de impersonal. Este oficio debe preservar y proponer los valores de la tradición para ser realmente original e innovador.

-¿No le parece una locura, hacer libros de papel en tiempos de inteligencia artificial?

-Precisamente en estos tiempos es cuando el libro en papel, un producto tangible con una historia de siglos, puede adquirir mayor valor por su forma y por su contenido. Todo lo que publico es obra original que no ha sido creada por la inteligencia artificial, y si se ha recurrido a ello, como en la imagen de alguna portada, en ningún caso los contenidos de texto son creados por la inteligencia artificial. El día que sea así, Bookman cerrará sus puertas. 

-¿Me está diciendo usted que un autor, por el hecho de utilizar la inteligencia artificial para escribir sus obras, es menos original?

-Efectivamente. El trabajo que hago con los autores es un trabajo que se asienta en la tradición editorial y que busca preservar la calidad y la originalidad incluso por encima de la rentabilidad o la efectividad. Me interesa obviamente vender libros, me interesa que los autores vendan libros, pero no a cualquier precio y de cualquier manera. 

-Un tema interesante, el de la rentabilidad en el mundo editorial. ¿Es rentable Bookman?

-En términos económicos Bookman no es rentable a día de hoy. De hecho, gracias a otras iniciativas editoriales que he puesto en marcha con un perfil y una visión más comercial podemos seguir editando los libros que hacemos en Bookman, pero ello no quiere decir que no lo llegue a ser en un futuro. Estoy muy al inicio y lo que es ahora muy importante para mí es la rentabilidad no monetaria. El valor y el reconocimiento que está adquiriendo la editorial. Este es un asunto que me genera no pocas discusiones e incomprensiones, porque hablar hoy de rentabilidad no monetaria parece un sinsentido, pero Bookman tiene un valor muy por encima del económico y, en ese sentido, le puedo decir que este sello es muy, pero que muy rentable. 

-¿De dónde le viene lo de editar?

-Con un padre editor y librero lo normal sería pensar que “de casta le viene al galgo”, pero en mi caso no fue así. O al menos no del todo. De mi padre he aprendido algunas cosas muy importantes. Él supo hacer dinero con los libros y yo estoy en ello, pero lo mío es más vocacional, idealista si se quiere. He fundado sellos que tenían un objetivo netamente comercial y no he disfrutado en absoluto de hacer libros, pero en cambio, desde que fundé Bookman, o cuando escribo por ejemplo, el horizonte de lo que hago es infinito porque no depende solo de un presupuesto, de un resultado o de un balance de cuentas que debe aprobar un consejo de administración. La motivación es mucho mayor. Bookman es sin duda mi aventura editorial más loca.

-¿Loca? ¿Qué quiere decir?

-Sencillamente que es un proyecto que estaría llamado al fracaso desde el minuto uno si no fuera porque la motivación principal para ponerlo en marcha ha sido siempre una corazonada, un ideal, ha nacido de forma imprevista y no desde un plan de viabilidad. Aquí no ha habido estrategias de marketing, análisis DAFO ni nada de eso porque todo eran debilidades, y si a día de hoy Bookman tiene alguna fortaleza, es precisamente la de haber nacido libre de ataduras y sin seguir los cánones establecidos de la sociedad o el mercado. Este sello tiene algo de independiente, de “revolucionario” y eso me gusta mucho. 

Miguel Ángel Blázquez y Bookman: una apuesta por la calidad y la originalidad. Foto: Mónica Santos.

-Me ha llamado la atención que Bookman no es un sello muy activo en redes sociales. ¿Se puede montar hoy una editorial, vender sin estas herramientas, sin seguidores en las redes...?

-Por supuesto que se puede. Aquí estamos. Es cierto que todo es más lento, que nuestra comunicación es como hace medio siglo, boca a boca, de persona a persona y eso no es hoy muy competitivo. Pero no es ese el campo en el que quiero jugar.

»Soy muy crítico con la efectividad a largo plazo de las acciones en redes sociales. Un oficio como este se dirige a personas con una cierta edad, un mínimo de interés cultural, que dispongan de tiempo para leer, que valoren el silencio, lo tangible y las redes sociales son la antítesis de todo eso.

»No digo que no sirvan a muchos para promocionar las cosas que hacen, pero es un espacio saturado de información mezclada en base al criterio de un algoritmo externo al usuario a pesar de que se nutra de los intereses de quien lo utiliza en base a sus interacciones para bombardearnos con estímulos constantes. Todo es demasiado rápido. Es la relación persona-libro la que quiero favorecer. Una relación física, no virtual.

»Abrí hace cuatro años un perfil en Instagram y tengo 223 seguidores, por X hace un año que no aparezco, de Linkedin fui desterrado y no tengo edad ni ganas de saber qué es eso de Tik Tok... A ojos del mundo esto es como si no existiera, pero le garantizo que Bookman es un sello que existe y que gusta mucho, pero hay otros canales para llegar a mis lectores. Estamos en ello. 

-Quizá los autores prefieran editar con otros sellos que tengan muchos seguidores y mucha actividad en redes. ¿Esto no es un problema?

-Muchos de nuestros autores están muertos. No conocieron Instagram, X, Linkedin ni mucho menos la IA, pero crearon obras magníficas, obras que hoy siguen siendo pilares de la cultura humana, obras que en muchos casos están descatalogadas o no interesan a los editores comerciales porque no son rentables o porque los autores no son activos en redes sociales (recordemos que están muertos) pero considero absolutamente necesario que sus obras se vuelva a publicar para que estén presentes en las estanterías de las librerías y la gente pueda tener la posibilidad de descubrirlas.

»Esta es la vocación inicial y fundacional de Bookman y otro factor determinante es la relación con los autores vivos. Por supuesto que pueden optar por otros sellos, hay cientos muy buenos y otros no tan buenos, pero si eligen Bookman es porque saben que hay algo que es diferente a los demás. 

-¿Cuál fue la primera obra que publicaron?

-Como decía antes, Bookman nace de forma imprevista. En el verano de 2017 descubrí entre los anaqueles de la casa-librería de Alistair Carmichael un ejemplar titulado La amada más distante escrito por Felipe Baeza Betancort cincuenta años atrás. Se trataba de un ensayo sobre La voz a ti debida de Pedro Salinas, uno de mis autores favoritos. Conozco bien su obra, no solo la poética, y trabajos que se han escrito sobre él o sus obras, pero ese librito no lo conocía. Lo compré, lo leí, y lo rescaté del silencio. Así nació Bookman. Es una historia larga de contar pero ese fue el inicio de este camino con una edición numerada y limitada de 331 ejemplares.

En los orígenes de Bookman: Miguel Ángel Blázquez, con Felipe Baeza Betancort.

»En todo este proceso han influido decisivamente varias personas a las que estoy infinitamente agradecido y desde 2018, año en que apareció el primer título, se han ido sumando familiares, amigos y lectores que son hoy la gran red social de Bookman. Conozco personalmente a muchos de los lectores de la editorial y eso es como ser un librero de los de antes. Es muy gratificante. 

-Y últimamente ¿qué han publicado?

-Hace poco han aparecido dos títulos muy "cañeros" de nuestro sello. Emmanuel Mounier, en persona. El último libro de Carlos Díaz sobre el que fuera precursor del personalismo comunitario. Ha sido una experiencia conmovedora. Poder publicar a uno de los grandes filósofos vivos de nuestro tiempo es uno de los grandes beneficios no tangibles que he recibido como editor.

Dos obras recientes de Bookman en torno al filósofo Emmanuel Mounier (1905-1950).

»A la vez apareció una obra imponente que inaugura la colección de Filosofía en Bookman: Antropología filosófica, el personalismo comunitario de Carlos Díaz y Pedro José Grande Sánchez. De este autor también hemos editado la segunda edición de Edith Stein, servir a la humanidad y ha aparecido también Barioná, el hijo del trueno, la obra de teatro sobre la Navidad escrita por Sartre y editada por José Ángel Agejas.

Sobre Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz) y la sorprendente y bella obra de Jean-Paul Sartre sobre la Navidad.

»Otro título que acaba de aparecer es un ensayo filosófico de Rogelio Rovira sobre la Providencia en Sherlock Holmes. En la línea de títulos numerados han aparecido varias novedades. La última es un texto de Mariolina Ceriotti Migliarese titulado Un cambio antropológico sin precedentes en la colección Scripta Manent dirigida por Carmen Giussani.

Mariolina Ceriotti Migliarese: 'Un cambio antropológico sin precedentes'.

»Desde el primero hasta el último, todos los libros que hemos sacado tienen detrás una historia de amor, de amistad, de fe, de dolor, de esperanza... son libros vivos

-¿Novedades a la vista?

-Hay varias. En el catálogo de la colección Premium que hemos presentado, antes de mayo 2025 aparecerán varios títulos muy sugerentes. Destaco, por su singularidad, una novela de Juan de Palafox y Mendoza sobre la conquista de la China recuperada por el hispanista y cervantista Eric Clifford Graf. Y tendremos también obras de Unamuno, Maragall, García Morente y un texto sobre Etty Hillesum y Julius Spier. Aparecerán también la edición para librerías de Ignatius, la autobiografía de San Ignacio de Loyola preparada y adaptada por Pablo Cervera y la tercera edición de La última palabra de Albert Camus, mi primer relato publicado originalmente en Voz de Papel, del que Fernando Savater escribió en The Objective: “Me parece la mejor semblanza reciente de Albert Camus”. 

Una semblanza e interpretación del escritor 'pieds-noirs' Albert Camus (1913-1960).

-Y lo de "libros únicos" ¿Por qué?

-Libros únicos es el eslogan que aparece registrado en la marca. En un inicio los primeros títulos de tapa marrón kraft fueron siempre tiradas limitadas y numeradas. Cada libro entregado lo he numerado yo a mano. Son libros únicos por las personas que los han escrito, quienes han trabajado en la edición, impresores, transportistas, y finalmente los lectores. Son únicos porque tienen ese acento de lo personal, es como si cada libro estuviera hecho para la persona que lo recibe.

»Hace unos meses llegamos a un acuerdo con Voz de Papel para gestionar los derechos de la colección Premium y así ha nacido Bookman Premium, una colección orientada a la venta en librerías y plataformas on line pero que mantiene la misma filosofía. Hacer libros únicos por su contenido, forma de trabajo y calidad editorial. 

-El elenco de autores de Bookman es muy variopinto y hay nombres muy conocidos y otros que no conozco. ¿Hay algún criterio que unifique? ¿Cómo selecciona sus títulos?

-¿Me está pidiendo que le de la fórmula de mi Coca Cola? Bookman es como un viñedo en el que creamos vinos muy selectos a precios populares. Si usted lee nuestros libros a buen seguro su pregunta será respondida, pero siempre habrá algo que le sabrá a “no sé qué”, un toque diferente. Nuestro terreno contiene un sustrato rico y característico que ha permitido que crezcan y se conserven cepas únicas.

»Los autores son para mí esas cepas. Las hay centenarias y hasta milenarias y las hay más jóvenes. Cada vendimia conforma las añadas, los catálogos de novedades que vamos ofreciendo a nuestros lectores, obras que son grandes vinos que con el tiempo mejoran y nos deleitan con su aroma y su sabor. Una biblioteca es algo muy parecido a una buena bodega. Pero el libro tiene ese carácter de lo imperecedero que lo hace distinto. Es un objeto que dura toda la vida y pasa de generación en generación. Un buen vino tiene un punto de madurez, como la vida, y luego desaparece al ser consumido o decae hasta el punto de avinagrarse y no poder beberse, convirtiéndose tal vez en un objeto de colección. Los libros pueden beberse siempre por muchos años que pasen.

»¿No es algo maravilloso? En Bookman hay vinos jóvenes, crianzas y grandes reservas que siempre están en su punto para ser catados. A gusto del lector. 

-Le escucho hablar y no sabría si definirle como un idealista, un humanista, un personalista, un inconformista... o tal vez un hombre del Renacimiento. En su página web personal he visto que tiene un taller de talabartería y que ha montado una imprenta artesanal con tipos móviles de plomo y máquinas de principios del siglo XX, algunas manuales. ¿Es consciente de que vivimos en el siglo XXI?

-Para mí es fundamental el trabajo manual, artesano, el trabajo como se concebía y se hacía en el Medievo y hasta la llegada de la industrialización, algo que está fuera de los parámetros actuales. El mundo corre vertiginosamente hacia un destino incierto y dominado por la tecnología pero yo necesito volver cada día más al origen de lo que hago. Y en el origen de este oficio encontramos el papel, la tinta, el trabajo manual…

»Antes de hacer un libro necesito acariciar el papel, percibir las diferencias de textura, de color, de espesor, hasta de olor para acertar con las calidades de la cubierta o del interior. Lo mismo me pasa con la piel del taller de costura o con los tipos de plomo, la presión de la máquina, los materiales... Entrar en relación con lo real a través de la materia me permite hacer libros de una forma distinta y eso lo perciben mis lectores y mis autores.

»Estamos en una época en la que asistimos a un renacimiento de lo pasado pero no con una mirada nostálgica y estéril, como de algo perdido, como cuando se dice eso de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Es un renacimiento creativo, que tiene en cuenta el valor del presente y el avance de la tecnología pero que contiene ese sabor inconfundible de lo auténtico.

»Recuerdo haber escuchado decir -creo que fue Fernando Sánchez Dragó en una entrevista- que el peor de los autores clásicos es mejor que cualquiera de los modernos. Quizá es una afirmación un tanto genérica y desproporcionada pero tiene algo de verdad. Si prescindimos de la historia y de la tradición todo lo que hagamos tendrá siempre una carencia fundamental y eso se nota. El oficio de editor, como decía antes, debe preservar los valores de la tradición. 

-¿Editor y además escritor?

-Sí, esto es algo que me permite conocer también la perspectiva de los autores, ya que también escribo. Aquí debo agradecer a mi primer editor, Álex Rosal (un gran maestro del que he aprendido mucho), todo lo que hizo para que mi primer relato viera la luz. Confió ciegamente en mi trabajo y además, gracias a ese título, nació la colección Premium que hoy forma parte de Bookman.

»Uno escribe por vocación, al menos yo no lo hago como una profesión ni por dinero, pero si llega el dinero, a nadie le amarga un dulce. Tal vez por el hecho de escribir tengo muy presente el valor del trabajo de los autores y procuro, en la medida de lo posible, favorecerles y apoyarles para que la experiencia de editar su libro sea no solo positiva sino beneficiosa. 

-Como sabe, este es un medio de comunicación católico. ¿Bookman es una editorial católica?

-Esta pregunta me recuerda un episodio de la vida de Mounier en el que alguien le preguntó si Esprit (la revista que fundó junto a un nutrido grupo de intelectuales y escritores de la época) era católica. Respondió: “Mounier es católico. Esprit no”.

»Sí, yo soy un hombre católico pero Bookman no es una editorial “católica”. De hecho lo que más me gusta es que en Bookman pueda haber posiciones también críticas con la Iglesia, siempre que sean verdaderas y no atenten contra la fe que profeso.

»Ser católico es ser universal y si hay algo que me parece fundamental para el futuro de este sello es la apertura de horizontes. Tendemos a crear “ghettos” dentro de la propia Iglesia, pero Bookman no debe convertirse en una habitación cerrada en la que huela a moho y a papel viejo. Debe tener las ventanas abiertas de par en par y, si en algún caso es necesario cerrar la puerta a alguna propuesta, porque sea beligerante o contraria a la fe, no tendré ningún problema en hacerlo. Bookman es un sello nacido libre de esquemas y procuraré que siga siendo así. Al inicio de la entrevista decía “Nuestro terreno contiene un sustrato rico y característico”. Ese sustrato es la tradición católica. Una historia de siglos que ha dado y sigue dando frutos en todas las formas de expresión humanas. Algunos de estos frutos son los libros que edito en Bookman.