La frase se le atribuía, pero ni la había escrito ni constaba en ninguna grabación oficial. El cardenal Francis George, arzobispo de Chicago entre 1997 y 2014 y presidente de la conferencia episcopal estadounidense entre 2007 y 2010, la había pronunciado en un encuentro privado, donde había sido recogida con el grabador de un teléfono móvil y difundida luego, convirtiéndose en viral por su tenor profético: "Soy el último obispo de Chicago que morirá en la cama. Mi sucesor morirá en prisión y su sucesor será martirizado en la plaza pública".


Pero había quien dudaba de su autenticidad, así que él mismo quiso confirmarla en una carta pastoral a finales de 2012: "Hablando hace algunos años a un grupo de sacerdotes, totalmente fuera del debate político del momento, yo intentaba expresar de forma dramática lo que podría traer la secularización completa de nuestra sociedad. Estaba respondiendo a una pregunta y nunca escribí lo que había dicho, pero alguien captó las palabras con su smartphone y ahora son virales en Wikipedia y en todas partes el mundo digital. Se me cita (correctamente) diciendo que yo espero morir en la cama, que mi sucesor morirá en prisión y que su sucesor morirá mártir en la plaza pública".

Lo que se omite de lo que dije es una frase final que añadí sobre el obispo que vendría después de un posible obispo pártir: ´Su sucesor recogerá los pedazos de una sociedad en ruinas y lentamente ayudará a reconstruir la civilización, como ha hecho la Iglesia tan a menudo en la historia´. Lo que yo dije no fue ´profético´, sino una forma de obligar a la gente a pensar fuera de las categorías habituales que limitan y en ocasiones envenenan tanto el discurso privado como el público".



Este viernes 17, a los 78 años, el cardenal George falleció a consecuencia de un cáncer que le fue detactado en 2006 en la vejiga y se extendió en 2012 a riñón e hígado. En enero de 2015 abandonó un tratamiento experimental que estaba siguiendo en la Universidad de Chicago y el Loyola Universitary Hospital, al comprobar que no daba resultado.


Al conocer la noticia de su fallecimiento, su sucesor, Blase J. Cupich, destacó que "fue un hombre de una gran valentía que superó muchos obstáculos para llegar a ser sacerdote: cuando se unió al sacerdocio no buscó una posición cómoda; en lugar de esto se enroló en una orden misionera, los Oblatos de María Inmaculada, y sirvió al pueblo de Dios en circunstancias difíciles: en África, Asia y alrededor del mundo”.

Los obstáculos a los que se refiere monseñor Cupich son la polio que padeció en su adolescencia. Como explicó él mismo en la Jornada Mundial de la Juventud de Düsseldofr (Alemania) en 2005, se encontró a los 13 años "cautivo" en su propio cuerpo: "Pronto aprendí que la autocompasión no iba a ninguna parte. La fe era la salida, porque en la fe no estaba solo, y de lo que entonces parecía ser un mal podía venir un bien".

Monseñor Cupich destaca en su comunicado que "cuando la Iglesia tuvo que enfrentarse al grave pecado del abuso sexual clerical, él se mantuvo fuerte entre sus compañeros obispos e insistió en que la tolerancia cero era la única vía consistente con nuestras creencias”. Y pide que los católicos sigan su ejemplo para que "seamos un poco más valientes, un poco más firmes y mucho más amorosos. Esta es la forma más segura de honrar su vida y celebrar su regreso a la presencia de Dios”.


En los párrafos finales en los que el cardenal George reconoció la autoría de su célebre frase, el entonces arzobispo de Chicago brindó a los fieles unos criterios seguros para afrontar los momentos sobre cuya dificultad acababa de advertir.

"Dios sostiene el mundo, en los buenos y en los malos tiempos", decía: "Los católicos, junto con muchos otros, creen que sólo una persona ha vencido y rescatado la historia, Jesucristo, el Hijo de Dios y el hijo de la Virgen María, salvador del mundo y cabeza de su cuerpo, la Iglesia. Quienes se reúnen junto a su cruz y su tumba vacía, no importa cuál sea su nacionalidad, están en el lado correcto de la historia. Quienes mienten sobre Él y persiguen o atormentan a su seguidores en cualquier época pueden creer que están trayendo algo nuevo a la historia, pero inevitablemente acaban reduciendo los cambios a la vieja historia humana del pecado y la opresión. No hay nada ´progresista´ en el pecado, ni siquiera cuando se lo promueve como algo ´liberador´".

Y concluía: "El mundo, divorciado del Dios que lo creó y lo redimió, camina inevitablemente hacia un mal fin. Está en el lado equivocado de la única historia que realmente importa".