«Los niños son más obedientes y trabajan más duro que los adultos», cuenta a la cámara un pequeño productor de alfombras de Pakistán, Sheikh Sajvara. Su testimonio está recogido en el documental del productor sueco Magnus Bermar Iqbal Masih. Muerte de un niño esclavo, y forma parte de los materiales que distribuye el Movimiento Cultural Cristiano en su movilización contra la esclavitud infantil, con más de 30 actos de concienciación y protesta este año por toda España.
Este 16 de abril, Día Mundial contra la Esclavitud infantil, se cumplen 20 años del asesinato del niño paquistaní que abanderó y dio rostro a la lucha contra esta lacra. Según la Fundación Walk Free, hay entre 21 y 36 millones de esclavos en el mundo. Una cuarta parte son niños. La mayoría están en la India, China, Pakistán…, pero también los hay en EE.UU. y Europa.
El Movimiento Cultural Cristiano eleva la cifra de niños esclavos hasta los 400 millones. Sus cálculos incluyen al más de un millón de niños víctimas de la trata, a los cerca de 2 millones obligados a prostituirse, a los entre 250 y 500 mil niños soldados…. Pero también a los 150 millones de niños de la calle, y a los que trabajan en condiciones de explotación en el servicio doméstico en las monarquías del Golfo Pérsico; en la recolección de plátanos o café en América Latina; cogiendo con sus pequeñas manos esmeraldas en las minas de Colombia; jugándose la vida para extraer de las minas del Congo el coltán con el que se fabrican los teléfonos inteligentes, ordenadores y satélites…
«La muerte de una persona es una tragedia, pero la muerte de un millón es simple estadística», decía Stalin. Iqbal Masih puso rostro a la tragedia de la esclavitud infantil. Empezó a trabajar a los cuatro años. Nada excepcional, y más en aquellos años, en los que el régimen militar intensificó la islamización de Pakistán, favoreciendo viejas formas feudales de servidumbre.
Familias de la minoría católica, como la suya, necesitaban poner a sus hijos a trabajar para subsistir. Inayat, su madre, enfermó gravemente, y no podía pagar los medicamentos. Puso al chico a fabricar ladrillos en el taller al que años antes había enviado a su hijo mayor, Aslam. Pero Iqbal, de físico enclenque, no rendía según las expectativas de su amo, que le propinaba brutales maltratos. Inayat consiguió cambiarle dos veces de dueño, hasta dar con un patrono, un fabricante de alfombras, algo más comedido en las palizas.
El mecanismo es simple. La familia del niño contrae un préstamo o paishgee con un patrón, quien, a su vez, no es más que el penúltimo eslabón en una larga cadena de intermediarios hasta la comercialización del producto. El patrón posee derechos casi absolutos sobre el niño mientras persiste la deuda, y suele ingeniárselas para procurar que ésta no desaparezca, o incluso aumente.
Para Iqbal, la desgracia llegó con la boda de su hermano. Su madre volvió a endeudarse. El paishgee se multiplicó y cayó sobre él como una losa, condenándole a largos años de servidumbre. Inayat dice que todo lo que recibió fueron 30 ó 40 kilos de azúcar con los que pudo preparar el banquete.
Ya no eran sólo las habituales jornadas extenuantes, desde antes del amanecer hasta bien pasada la puesta del sol. «Solían venir a buscarlo, y le hacían trabajar toda la noche», empalmando con la jornada siguiente, contó Inayat a Magnus Bermar.
En octubre de 1992, el Frente de Liberación de Trabajo Esclavo (BLLF) organizó cerca de allí un mitin. La Corte Suprema de Pakistán había declarado abolida la esclavitud en 1988, y el BLLF inició una campaña para liberar a los niños de los talleres.
Ehsan Ullah Khan, líder del movimiento, se fijó en aquel niño de 10 años sucio y aterrorizado. Le habló con una ternura desconocida para el chico. El antiguo activista marxista acabaría siendo un padre para Iqbal, y un modelo en la lucha contra la esclavitud infantil. En ese mitin, Iqbal terminó, micrófono en mano, contando su caso. Había nacido un líder.
Cuando el BLLF logró rescatarle, Iqbal consagró su vida a rescatar a otros niños. Aprendió rápido a leer y a escribir. Y sucedió que el mundo se fijó en los niños esclavos de Pakistán. E Iqbal se convirtió en el rostro de la protesta. Viajó a Europa y EE.UU. «No deberíais comprar alfombras como éstas», advertía. Occidente se escandalizó con su historia, pero no alteró sus patrones de consumo, denuncia el Movimiento Cultural Cristiano.
Empezaba el boom del Todo a cien y otras manufacturas a bajo precio, confeccionadas por trabajadores asiáticos en condiciones de explotación. En estos 20 años, también en Occidente se ha ido precarizando el trabajo. Cuestión de competitividad.
Iqbal fue asesinado un Domingo de Pascua. Hoy se cumple el 20 aniversario. El Movimiento Cultural Cristiano mantiene viva la lucha y su memoria.