El próximo jueves, el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, presentará la obra póstuma del cardenal Carlo Caffarra, recientemente publicada en español: No anteponer nada a Cristo (Homo Legens).
El acto tendrá lugar al cumplirse un año de su fallecimiento, el 7 de septiembre de 2017, a los 79 años de edad, tras una vida de servicios a la Iglesia que incluyen hitos como la fundación y presidencia del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y de la Familia, entre 1981 y 1995, y una intensa experiencia como obispo de Ferrara-Comacchio (1995-2003) y arzobispo de Bolonia (2003-2015). Fue uno de los principales consejeros de San Juan Pablo II en cuestiones de moral, en particular para la encíclica Veritatis Splendor (1993) y la exhortación apostólica Familiaris Consortio (1981).
No anteponer nada a Cristo, que prorroga monseñor Reig Pla, recoge una selección de los mejores textos del cardenal Caffarra (discursos, homilías, catequesis, ponencias) entre febrero de 2004 y junio de 2017. Es el tramo final de su vida, en el que decantan toda la sabiduría teológica y la experiencia pastoral atesoradas y a la vez compartidas durante una vida entera de estudio y apostolado. Según afirma el obispo de Alcalá de Henares, "su figura emerge como una respuesta a nivel eclesial a la necesidad urgente en la Iglesia de unos fundamentos sólidos donde construir la enseñanza moral de la Iglesia, para lo cual empeñó la vida, la fama y la salud con una generosidad asombrosa". Fue, añade, "un hombre de Dios..., un maestro que unía la profundidad de los análisis con la claridad de la exposición", con un alma "atravesada por el don de la «infancia espiritual»".
Eso es fácilmente comprobable en los textos que presenta No anteponer nada a Cristo. Para dar una idea de ello, hemos imaginado diez preguntas que podríamos hacerle al cardenal Caffarra, y cuya respuesta, extraída de aquí y de allá en sus páginas, muestra una asombrosa capacidad para transmitir ideas fuertes, sólidas y contra la corriente dominante con gran sencillez y al alcance de cualquier oyente o lector.
1. ¿Por qué venimos al mundo?
Ninguno de nosotros existe por casualidad o por necesidad; cada uno de nosotros ha sido querido y elegido por Dios mismo… Si la persona humana, cada persona humana, ha sido pensada y deseada por Dios mismo, a cada uno de nosotros se le ha conferido una tarea, es depositario de una “misión” confiada, precisamente, a su libertad. El sentido de la vida no debe ser inventado, sino descubierto.
2. ¿Cuál es nuestro fin último?
Si ignoramos cuál es nuestro fin último, nuestra meta definitiva; si no sabemos de dónde venimos; si no sabemos el camino que nos lleva a vivir una vida buena, verdadera, bella, somos como ciegos que caminan sin ninguna guía. Dios quiere que cada uno de nosotros se salve y, para ello, quiere darnos a cada uno el conocimiento de la verdad necesaria para la salvación…
Quien persigue y quien es perseguido, quien asesina y quien es asesinado, quien comete injusticias y quien las sufre, no pueden acabar del mismo modo. La muerte no puede ser un borrador que lo borra todo, sino una reparación que restablezca el derecho. En la historia, la última palabra no tiene que tenerla la injusticia. Existe un juicio de Dios y habrá una resurrección por la vida y una resurrección por la muerte.
3. ¿Para qué necesitamos a los sacerdotes?
El hombre necesita al sacerdote, porque necesita que se le recuerde continuamente que su fin último es la vida eterna, y que se le muestre el camino que lleva a esta vida. El sacerdote existe precisamente para esto: para guiar al hombre a la vida eterna… Que el Señor no nos prive nunca de ellos.
4. ¿En qué consiste evangelizar?
La palabra que Dios nos dirige a nosotros, pastores, nos obliga a plantearnos algunas preguntas: ¿estamos llevando a cabo la obra de anunciar el Evangelio, o nos conformamos con exhortar a las personas a tener buenos sentimientos morales como la tolerancia, la apertura y la acogida?...
No se debe anteponer nada a Cristo. Esto comporta –es la otra dimensión del encuentro– vivir mirando y valorando la realidad como Cristo la mira y la valora; comporta no ceder a los ídolos fáciles ante los cuales la cultura en la que vivimos os empuja a caer de rodillas: un uso desordenado de vuestra sexualidad, una búsqueda exasperada del bienestar material y la afirmación de sí mismo en oposición a los demás.
5. ¿Por qué es necesaria la Iglesia para encontrar a Jesús?
Porque en la Iglesia podéis realmente experimentar su fuerza regeneradora de vuestra humanidad a través del sacramento de la Confesión. Porque podéis entrar en una plenitud indecible de comunión con Cristo mediante la Eucaristía. Y la Eucaristía es el lugar en el que, sobre todo, podéis encontrar a Cristo.
6. ¿Valen igual todas las religiones?
El principal enemigo de nuestra fe es el indiferentismo o el relativismo religioso, que consiste en considerar que todas las religiones equivalen entre ellas…
¿Recordáis el testimonio que dio Pedro? ¿Por qué Pablo recorrió el mundo entonces conocido para predicar el Evangelio de Jesús? ¿Sencillamente para decir: “Amados atenienses, amados romanos, esta es mi opinión; pero vosotros tenéis otra, ¡da igual!”?
7. ¿Qué tiene de específico la fe cristiana?
El cristianismo es una novedad absoluta, porque afirma que Dios apareció en el tiempo en la persona de Cristo; y que el hombre se salva en la eternidad, pero mediante una elección que él debe hacer en el tiempo mientras esté vivo…
No nos dejemos engañar por la retórica de la justicia, de los derechos y cosas similares. Son oropeles. Porque el evangelio nace en el corazón del hombre en el momento en que, la noche de Navidad, cuatro pastores sucios y malolientes se asombraron de cómo Dios se ocupaba de ellos. En ese momento nació el cristianismo…
Esta es exactamente la afirmación que define en su raíz el cristianismo y distingue la fe de la incredulidad, es decir, la fe cristiana de cualquier otra fe religiosa: la fe en un Resucitado de entre los muertos. Se es cristiano cuando se acepta este anuncio…: que Jesucristo está vivo hoy entre nosotros, como persona única, irrepetible, como era antes de la muerte, en posesión ahora de una vida incorruptible.
8. ¿Cómo nos confunden el mundo y Satanás?
Mis queridos catecúmenos, el bautismo que recibiréis no os sacará de la mentalidad del mundo. Deberéis tener siempre mucho cuidado para no adaptaros a ella, renovando continuamente vuestra mente en la escucha de la palabra de Dios que os enseña la Iglesia. Nutríos diariamente con ella; sed siempre dóciles y fieles al Magisterio de la Iglesia y estaréis libres de todo conformismo. Pero además de la mentalidad de este siglo, hay otro que os impide “mirar como mira el Señor”: Satanás. Él es el padre de la mentira y toda su acción en vosotros es haceros vivir en la mentira: en la mentira acerca del sentido de vuestra vida, el valor de vuestra persona, las relaciones con los demás; en resumen, todo.
9. ¿Por qué el matrimonio es indisoluble?
La indisolubilidad no es, ante todo, una cuestión moral (“los esposos no deben separarse”), sino ontológica: el sacramento obra una transformación en los cónyuges, por lo que, dice la Escritura, no son dos, sino uno…
[Como efecto del consentimiento matrimonial] se consigue una realidad permanente que transforma la propia persona de los dos esposos en su relación al convertirlos en signo real de la unión de Cristo con la Iglesia…
Dios tiene una idea del matrimonio, que ha grabado con su mano creadora en la misma constitución de la persona humana… No se debe pensar en la idea que el Creador tiene del matrimonio como una ley a la que el hombre debe someterse; o un ideal hacia el que tender. No es una ley moral, tampoco un ideal, sino que es la íntima verdad de la persona humana.
10. ¿Es posible educar cristianamente a los hijos?
A menudo, hoy, la renuncia de las familias a su misión educativa no nace de la falta de convicción del deber-educar. Nace del desaliento: educar es algo imposible. Se trata de un sentimiento de derrota ante fuerzas que se consideran invencibles y con las que es mejor “pactar” (por ejemplo, los medios de comunicación). Debemos liberar totalmente nuestro corazón de este sentimiento de impotencia, que no tiene fundamento…
Los verdaderos peligros para la educación de la familia son los que ponen en peligro la verdad de la comunión interpersonal: el poco tiempo pasado juntos, un diálogo que se detiene en la superficie de la vida o la imposibilidad-incapacidad de ofrecer respuestas sólidas a las preguntas de los hijos… [Ser padre] es el oficio más difícil de todos porque es el más fácil de todos. Es como el “oficio de vivir”. Es el más difícil porque se trata de generar a una persona humana y nada es más grande que una persona humana; es el más fácil, porque se educa sencillamente conviviendo.
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