El pasado 5 de febrero Mercedes Khartabil, una joven médica de 27 años que estaba en sus años de residencia en la especialidad de Nefrología, ingresó en el monasterio de clausura de las carmelitas descalzas de Mansión de Paz, en La Rioja.
Esta madrileña ha optado por la opción radical de dejarlo todo por Dios ante una llamada insistente que durante un tiempo le decía: “te quiero sólo para mí”.
Al final Mercedes dejó su prometedora carrera en la medicina dejando atrás todo el esfuerzo que había realizado para llegar hasta ahí. Pero su decisión no ha sido una pérdida para ella, sino una auténtica ganancia.
Con su entrada este monasterio carmelita riojano tiene ya 14 monjas de clausura. Mercedes es con sus 27 años la más joven, la siguiente tiene 39 años y desde hace 15 años no ingresaba ninguna hermana aquí por lo que su llegada ha sido una fiesta por partida doble.
“Creo que todo se basa en la confianza, y a veces tiene que ser ciega. Yo confío mucho en Dios porque además he comprobado que no hacerle caso es fatal. Como tengo esa experiencia de haber estado tan triste por haber querido vivir mi vida ahora pienso: ‘Él sabrá, estaré bien donde Él me ponga”, afirma la ya postulante sobre su entrada en el Carmelo.
Un amor que comenzó en la JMJ de Cracovia
Unos días antes de ingresar Mercedes relató ante un grupo de amigos y conocidos su testimonio vocacional, y que ha recogido en vídeo Enriquísimo TV en su canal de Youtube.
Mercedes Khartabil explicaba que aunque recibió la fe a través de su madre y de su abuela no tuvo “un encuentro personal con Cristo” hasta la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Cracovia en 2016. “A partir de ahí me encontré con el amor de Cristo y buscaba cómo corresponder ese amor”, decía.
A partir de ese encuentro en la JMJ quería estar más cerca de Dios, ir más a la Iglesia, rezar ante Él. Pero confesaba también que “cuando uno intenta corresponder al Señor es inevitable que se generen dudas, y eso me pasó”.
En las peregrinaciones que había hecho antes ya fuera a Santiago, Fátima u algún otro lugar el grupo paraba en algún monasterio carmelita. Mercedes señalaba un hecho que le llamaba mucho la atención: “siempre que estábamos en el locutorio me removía por dentro. Veía a esas mujeres tan felices y eso me removía mucho, pero a la vez me sentía cohibida de expresarlo delante de todos”.
Mientras esta lucha se producía en su interior esta joven seguía con sus estudios de Medicina. Estaba en sexto y pronto tendría que prepararse el MIR y elegir especialidad. “Me encantaba la Medicina, pero a la vez quería seguir al Señor hasta el extremo”, comentaba en su testimonio.
En aquella etapa en una Javierada, peregrinación que se realiza al castillo en el que nació San Francisco Javier, su grupo paró nuevamente en un Carmelo, en este caso en el monasterio riojano en el que finalmente ha ingresado.
“Estuvimos con las monjitas en el locutorio, pero me paso algo que nunca me había pasado en otro Carmelo. Las monjitas decidieron que después quien quisiera hablar en privado podría hacerlo. Hicimos una cola. Entré y por primera vez hable en privado con las carmelitas. Les confesé que tenía muchas dudas con la vocación”, explicaba.
Imagen de la visita del grupo al monasterio de carmelitas de camino a la Javierada de 2018
Y es que sus dudas vocacionales siempre estaban relacionadas con las carmelitas puesto que esta inquietud no la sentía con otras congregaciones.
Volvió a casa con paz, dispuesta a acabar Medicina, hacer el MIR y realizar Nefrología, que era lo que quería. Al final le tocó plaza de residencia en Alicante.
El agobio y su lucha con Dios
“Sentí claramente que el Señor me decía: ‘te quiero sólo para mí’. Pero me agobié”, contaba. En Alicante humanamente estaba contenta. Le gustaba su trabajo y conoció a buenos amigos. Pero en su interior seguía la lucha.
De hecho, Mercedes afirmaba: “cada vez que iba al Sagrario sentía que Dios me llamaba. Yo lloraba. Llegué a un punto de llorar en la iglesia y decirle ‘cállate ya’. Y se calló, porque el Señor es respetuoso, pero me sentí muy triste”.
Lejos de mejorar la situación iba a peor. Ya no lloraba sólo cuando rezaba en la iglesia, sino que quería llorar en todo momento. Y así fue como se fue alejando de la dirección espiritual, de la oración y en definitiva de aquel Dios que la llamaba.
Sin embargo, el pasado verano vio que no podía seguir así. No sentía a Dios porque básicamente Mercedes reconocía que “lo había echado”. Volvió durante unos meses a Madrid y acudió a un retiro espiritual, en el que en el tercer día escuchó el Evangelio del joven rico. “Me vi muy identificada”, reconoció.
La rendición de Mercedes
En ese momento le dijo a Dios que le dijera lo que quisiera y no tardó en aparecer: “Inmediatamente lo volví a sentir muy fuerte: ‘te quiero sólo para mí’. Me volví a agobiar, pero no quise entrar otra vez en el círculo vicioso. Y le dije: ‘lo que tú quieras…’. En cuanto me rendí me vino una paz que no sé explicar”, relataba Mercedes en su testimonio.
Al regresar del retiro escribió a las monjas carmelitas y se fue a pasar un fin de semana con ellas. Sobre aquella experiencia recordaba que “en todo momento me sentí con mucha paz. Sentí que era mi sitio y que iban a ser mi familia”.
Volvió al trabajo a Alicante, pero para anunciar que lo dejaba, también tocaba informar a su familia de una decisión radical pero convencida. Dejaría su recién iniciada carrera en el mundo de la Medicina para rezar por la salud de las almas del mundo entero. Y así fue como finalmente, rendida y enamorada de Dios, Mercedes ingresó el pasado 5 de febrero en un monasterio carmelita.