Martínez-Echevarría lo aplica de esta forma al ámbito de la formación académica de los futuros empresarios y directivos: "Etimológicamente la palabra universidad procede de universal y eso obedece a la pretensión originaria de aportar a los estudiantes una formación lo más completa posible. Difícilmente podría esto lograrse si se ignoran aspectos tan esenciales para todo profesional –para todo ser humano- como son las cuestiones deontológicas y morales".
De hecho, la institución que dirige señala entre sus objetivos que "el compañerismo y las virtudes morales sean uno de los principales signos de identidad del IEB".
Se trata de evitar casos de corrupción como los que han sido descubiertos justo al mismo tiempo que las economías mundiales sufrían estos seis años de sacudida: "Creo que el
problema de las actuaciones irregulares –que, por desgracia, no sólo se producen en el ámbito financiero-", sostiene Martínez-Echevarría, "no obedece sólo a defectos de regulación; si las escuelas de negocios y los centros universitarios no compaginan una excelente formación técnica con una sólida base moral, los futuros directivos podrán saltarse las normas y los mecanismos reguladores con mayor facilidad cuanto mejor los conozcan".