Denis Blaho buscaba cuanto seminario, charla filosófica y técnica mental hubiere para conocer a Dios.
Por más de once años, este oriundo de la ciudad eslovaca de Bojnice, cruzó límites…
“Poco a poco me llené de más elementos: el método de autoayuda Silva (para el control de la conciencia), las prácticas de parapsicología, medicinas alternativas, reiki, psicotrónica, yoga, artes marciales (como el tai-chi y chi-kung) de curaciones, además la hipnosis y las técnicas de meditación de variadas escuelas budistas”.
Denis era un niño cristiano cuya inocencia fue trastocada por el alcoholismo de su padre y el costo social de cargar con una delicada enfermedad cardíaca que lo hacía diferente al resto. Aislado, solitario, en su psiquis se asentó un complejo de inferioridad contra el que reaccionaría en su juventud.
“La Iglesia no me daba respuestas suficientes y necesitaba algo más profundo”, recuerda.
Sintiéndose a la deriva abandonó entonces su fe y buscó respuestas en libros de meditación, el yoga y la interpretación de los sueños. Sus ídolos de juventud eran autores anti cristianos como Erich von Däniken y Raymond Moody.
“Según mi experiencia la satisfacción real residía en la vida y una relación personal con Dios. Era la única respuesta para los corazones que lo buscaban: no la religión, sino Dios mismo”.
Luego de abrazar estas nuevas certezas de fe y habitado por una bondad innata su afán era conquistar aquello que los autores de la Nueva Era predicaban como posible… tener “poderes sanadores”.
No tuvo que buscar mucho para encontrar un evento que prometía darle lo que buscaba, organizado por un curandero en la ciudad de Piešťany. “Se trataba de la magia blanca, el trabajo con la adivinación, y pirámides. Nos contó cómo entender el mundo espiritual, cómo reconocerlo, y cómo dominar esas fuerzas con el fin de dar beneficio tanto para nosotros mismos y para otras personas. Parecía inofensivo, noble y bueno”.
Denis, inocente, se lo creyó todo.
Con la pasión propia de un joven decidió que debía profundizar estas verdades. El lograría dar un aporte significativo al pensamiento humano, y por eso se matriculó en la Escuela de Filosofía en la Universidad Comenius de la ciudad de Bratislava, sin abandonar por cierto toda práctica que le permitía “experimentar” lo espiritual.
“Terminé convencido de que yo era un contacto con Dios para otras personas. Pasarían tres o cuatro años para que comenzara a presentar síntomas de molestias físicas. Mientras, cuando estaba más involucrado, descubrí que tenía algunos dones particulares que estaban ocultos dentro de mí, incluido el poder curativo. Empecé entonces a desarrollar la habilidad de adivinación e incluso acerté en cosas que resultaron ser veraces. Y esto me reforzaba de estar en el camino correcto. Utilicé la clarividencia y ví el aura de la gente. Sabía que todo lo hacía gracias a la fuerza que estaba acompañándome durante la meditación y al uso de las diferentes técnicas. Me convencí que mi camino era el correcto y desdeñé por completo a la religión cristiana”.
Al crecer su ceguera mesiánica Denis sintió que necesitaba acudir a las fuentes y, obviamente, viajar a la India era lo ideal para alcanzar el conocimiento puro. “Mi corazón estaba demasiado duro, ciego y egoísta. Cualidades malas que fueron potenciadas por mis actividades espirituales”.
Pero cuando menos lo esperaba su cuerpo, su salud física, comenzó a deteriorarse. Una enfermedad tras otra, malestares inexplicables… para los que sus prácticas no tenían solución.
Pero no sólo su salud iba al despeñadero. Los conflictos con amigos y familiares parecían acosarlo cada día y las deudas económicas sumaron un nuevo peso a ese deterioro.
En un esfuerzo último decidió abandonarlo todo y presa de las deudas comenzó a ganarse la vida presentando pequeñas actuaciones (stand up comedy) en cuanto bar de Eslovaquia se lo permitieran.
“Vagué por las calles con algunos amigos, dándome a conocer como «artista» en busca de alivio e inspiración. Frecuenté bares, jugué con las mujeres, bebí alcohol, y consumí drogas. Construí una doble vida: la santa y la libertina. Mientras que fui conocido como un buen actor y brillante contador de historias, en mi vida interior estaba creando una oscuridad y vacío cada vez más profundo”.
Desde la mañana hasta la tarde, de lunes a domingo, estuvo merodeando en lugares al aire libre, ganando algo de dinero y sin regresar a casa. Aunque muchas veces quiso recomponer su vida y alcanzar la calma, los intentos eran desesperados y fallidos.
“Estaba cayendo más y más en la oscuridad a una velocidad tremenda. A veces tenía buen humor y todos me veían feliz, pero al llegar a mi habitación, me quedaba solo, con mis demonios. Estaba deprimido y muy triste. Finalmente, producto de este estado mental, me diagnosticaron psicosis maníaco-depresiva. Los médicos dijeron que era incurable”.
Fue tratado por decenas de psiquiatras y psicólogos. Todos fracasaban. Del hombre que pregonaba tocar las “altas cumbres” del poder curativo no quedaban rastros y las trampas de la muerte estaban cada vez más cerca.
“Mi lado oscuro me fagocitó por completo y los resultados fueron: ansiedad, una depresión horrible y las pesadillas… por las noches me despertaba y veía a seres que rondaban mi habitación. Quedé horrorizado, las malas fuerzas fueron guiándome por completo”.
Producto del temor a dormir, perdió más de 20 kilos y estuvo a punto de suicidarse dos veces.
“Me sentí como un animal furioso, todo mi mundo se vino abajo: la familia, las relaciones, la salud, la psique, finanzas, estudios, trabajo… era el infierno en la tierra. Había perdido toda esperanza de volver a la vida normal. Dormía por el día porque me sentía mejor. Durante la noche permanecía despierto y trataba de ocultar la percepción de la realidad tomando alcohol o drogándome”.
Esclavo de su propio drama, transitaba por Bratislava una fría noche de febrero de 2002, y se encontró con Anka, antigua amiga con quien solía practicar las técnicas espirituales. Decidieron ir a un bar, donde algo nuevo esperaba a Denis.
“Ella tenía problemas similares a los míos y nadie había sido capaz de ayudarla. Pero parecía feliz, tenía calma en sus ojos. ¡Sin gurús, curanderos o médicos me confidenció que había sido ayudada por Jesús!”.
Aún incrédulo, desestimó acaloradamente el testimonio de Anka. Pero ella, recuerda, insistía con serenidad en invitarlo a mirar esta verdad. “En ese bar lleno de humo cuando yo la reprochaba resistiéndome, ella guardó silencio y de pronto, tranquila, comenzó a orar por mí. El amor y el poder de Dios comenzaron entonces a descender como si alguien estuviese derramando miel o aceite en la parte superior desde mi cabeza por todo mi cuerpo. Tenía la carne de gallina”.
Es inexplicable cómo el amor de Dios se manifiesta a través de las cosas más pequeñas, señala el propio Denis. “Nada de lo que había vivido se compara a lo que estaba experimentando en ese momento en frente de esa chica. Ella me miró, sorprendida y me dijo: «Denis, Dios te está tocando»... Volví a casa por mi cuenta y reprochaba a Dios por toda mi vida. ¡Era mi primera oración después de tantos años!”.
Pero el amor de Dios había llegado para triunfar y no pararía. El mal tenía su tiempo contado… “Le dije a Dios: «Si Tú estás ahí, por favor, dame pruebas de que Anka dice cosas verdaderas sobre ti. Esta noche quiero creer, pero solo no soy capaz hacerlo. Ayúdame a hacer algo, porque mi vida no es vida en estos momentos. Sería mejor morir y poner fin a todo. No quiero vivir un día más en estas condiciones»”.
Cuenta que es difícil describir lo que entonces siguió pues lloraba “un mar de lágrimas”. Sintiendo que un fuego interior lo purificaba tuvo el privilegio de escuchar dos palabras que eran todo lo que en ese instante y para toda su vida necesitaba… «Te amo».
«¿Cómo puede alguien todavía amarme?», replicó Denis, y nuevamente la voz le habló en lo profundo del ser… «Te recibo con amor, pues morí por ti»".
Ya sanado, Denis nos comparte desde el sitio Moj Pribeh su experiencia para dar testimonio, dice, del poder de Dios…
“Soy testigo de su amor. Mi mayor deseo y pasión es hablar de Jesús… darlo a conocer como el ser más maravilloso del universo, como Salvador personal, doctor, libertador, amigo y padre. Me deleito al ver a la gente construir una relación personal con Dios a través de Jesucristo”.
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