Recientemente ha decidido escribir acerca de su decepción con el estilo de vida gay, el que ha vivido y el que ha visto a su alrededor en el trato con muchísimas personas. Lo ha hecho en la web Thoughtcatalog.com con este texto que denota su familiaridad con los comportamientos adictivos. Lo traducimos para ReL.
Luis Pabon
Ya no quiero ser gay.
Sé que en la superficie esta declaración apesta a negación, desprecio de uno mismo y a homofobia interiorizada, comúnmente asociada a la no aceptación de la propia homosexualidad. Pero la verdad es que ya no quiero ser gay.
Para mí ser gay ha consumido su tiempo. He experimentado todos los aspectos de esa vida y puedo afirmar con certeza que ya no tiene que ver con la persona que soy o que quiero ser.
No siempre me he sentido así. Inicialmente llegué a esta comunidad buscando amor, intimidad y hermandad. Pero encontré sombras, infidelidad, soledad y desunión.
En esta comunidad hay tanto desprecio hacia uno mismo que te encuentras continuamente con una serie de hombres destrozados que son autodestructivos, que hacen daño y son crueles y vengativos los unos con los otros.
He luchado para que mi código moral se adaptara a los comportamientos de su estilo de vida, pero me parece que este estilo de vida me lleva más allá de todo lo que amo y valoro.
No importa las veces que intente depurar mi percepción de sus creencias firmes y de sus tendencias sesgadas, cada vez me encuentro con el mismo estereotipo clásico de hombre gay:
-sexo indiscriminado,
-superficialidad,
-relaciones inestables,
-falta de amor propio,
-síndrome de Peter Pan,
-relaciones con gays no declarados,
-discriminación por edad,
-oscuridad,
-soledad,
-preocupación por el sexo,
-prejuicios,
-aversión a la intimidad...
Todos parecen volver a emerger del lugar donde yo los había escondido.
Parece difícil para los hombres gays transcender los estereotipos y los clichés vinculados a esta vida. Es desconsolador.
Han pasado varios años desde que decidí vivir abiertamente mi vida como homosexual y no ha sido un camino fácil. Ha estado lleno de dolor y tristeza, que intenté inicialmente esconder con alcohol, drogas, sexo y fiestas.
Al principio fue difícil admitir que me gustaban los hombres. Pero lo hice y fue una experiencia liberadora. Me dio la oportunidad de afirmar mi identidad, con la que había luchado durante años. Me dio la oportunidad de ser mi propio activista y de luchar contra la oposición de mi familia, amigos y la sociedad en conjunto. Estaba orgulloso de mi orgullo gay y me sentía parte de algo más grande que yo mismo, un movimiento de hombres que amaban a otros hombres y que no tenía miedo de demostrarlo.
Nuestro amor se suponía que tenía que ser una acción revolucionaria.
Pero la verdad es que no nos amábamos: estábamos sólo encaprichados con la idea de pertenecer e ir contracorriente.
Amábamos la libertad y la prohibición de rebelarnos contra las costumbres de la sociedad.
El amor que pensábamos que era la palabra mágica de nuestra revolución era sólo un arma de doble filo que se volvió contra nosotros.
Personalmente creo que el amor es sacrificio y no muchos hombres gays están dispuestos a sacrificarse por sus hermanos actualmente.
Al principio, este espíritu de autosacrificio fue relevante durante la crisis del SIDA en los primeros años 80 y 90, cuando los recursos eran escasos y la gente tenía miedo.
Pero ahora parece que la preocupación es la seducción del riesgo con la que los hombres gays juegan como si lo hicieran con fuego, esperando encontrar, en su infinito viaje de descubrimiento de sí mismos, relaciones significativas.
A veces se renuncia al gran premio de una intimidad verdadera con una persona por la gratificación inmediata de encuentros casuales en una craigslist o de un rollo sexual en Grindr.
Los coches se han convertido en las nuevas habitaciones y tras el sexo no hay confidencias de almohada, sino solo el sexo rápido como diversión.
La vida empieza a parecer una muerte lenta que hierve a fuego lento y que no tiene la misma atracción que antes tenía sobre mí. Es una vida que necesita una seria renovación.
Antes los hombres eran hombres y se acercaban a ti con algo de gallardía caballeresca. Ahora se esconden tras las máscaras electrónicas o se sitúan cerca de ti en los clubs esperando que tu empieces el contacto sólo para rechazar con arrogancia tus avances en un intento de proyectar su propia incomodidad.
He observado que muchos hombres gays sólo quieren un desafío y viven sólo para ser evasivos.
Quieren hombres que no los quieran, hombres que les recuerden la distancia emocional o la ausencia de sus padres.
Soy demasiado joven para sentir añoranza por los viejos tiempos, pero esta vida te hace echar de menos lo que significaba ser gay. Te hace sentir añoranza por los tiempos en los que un hombre te saludaba y te ofrecía un copa en lugar de decirte la medida de su pene y sus estadísticas sexuales.
El intermediario de cortesia ha sido eliminado y ha sido sustituido por un diablo inmoral que te lleva a la destrucción diaria. Ya no vale la pena.
Y aunque reconozco mi atracción hacia otros hombres, elijo no asociarme con una vida que vive fuera de la moralidad y la bondad.
La vida gay es como el amor de un chico malo cuya atención y amor inicialmente deseas, pero que al final te da asco. Ya no me veo en ella.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
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