Desde entonces, su vida la ha moldeado “el de Arriba”. La capilla de la universidad y una parroquia cerca a su casa han aumentado ese trato diario con Dios. Desde hace casi dos años, semana tras semana acude a “rescatar bebés” en las puertas de los abortorios de Madrid. Constante, sabe escuchar, buen compañero, es la roca sólida que siempre es amable. Nunca le falta “adrenalina de la buena”, disfruta siendo buena persona. Está orgulloso de llamarse Rescatador Juan Pablo II. Solo falta a rescates “en exámenes”. Cuando se reincorpora es tan humilde que comenta “vengo a la escuela de Rescates a reciclarme, para que no se me olvide”. Las madres que rescata siempre le recuerdan: ese chico alto que mira a los ojos, tranquilo, que te deja hablar y da paz.
Siempre está ahí, dispuesto para ayudar. Se va a tomar un tiempo de vacaciones “salvando bebés”. Pero sabemos que solo cambia de trabajo para Él.