La Iglesia católica ha iniciado la causa de beatificación de Guido Schäffer, muerto en 2009 a los 34 años en la playa de Barra de Tijuca, Rio de Janeiro (Brasil), mientras practicaba el surf tras recibir un golpe que lo dejó inconsciente y, posteriormente, se ahogó. A las pocas semanas estaba prevista su ordenación como sacerdote.
El Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos ha dado el nihil obstat – la autorización formal que señala que no existe impedimento alguno – para iniciar la causa de beatificación del seminarista Guido Schäffer conocido como el “Ángel surfista”.
La arquidiócesis de Río de Janeiro considera que su vida, “inspira cada vez más a otros jóvenes a seguir el camino de la santidad sin dejar de vivir todas las cosas propias de la juventud”. (Una web sobre este siervo de Dios en www.guidoschaffer.com.br).
Además, la organización de la Jornada Mundial de la Juventud Rio 2013 lo nombró modelo de joven cristiano, para lo cual se realizaron documentales y libros como "El ángel surfista" del escritor Manuel Arouca.
Guido Schäffer era joven, surfista, carioca y de familia acaudalada. Hablaba la jerga de los jóvenes de su barrio, el exclusivo Copacabana, y tuvo una novia formal que muchos presentían que podía acabar en boda. Hay unanimidad en calificarlo como alegre y vitalista. Se hizo hizo médico, un gran médico, según confirman su profesores de facultad y jefes en el Hospital.
Tuvo una infancia normal. Pasaba mucho tiempo en la playa surfeando, su gran pasión, y practicaba, además, otros deportes en compañía de amigos. Siempre estaba rodeado de gente.. su alegría contagiaba, y su trato fácil hacía el resto para que fuera un imán en las relaciones sociales.
Sus padres fueron decisivos en la espiritualidad de Guido. Iban siempre a la Eucaristía dominical en familia y rezaban todas las noches juntos. Además, su madre participaba activamente en el grupo de oración Buen Pastor, de la Renovación Carismática Católica, y evangelizaba como voluntaria en escuelas públicas.
Guido invitaba desde adolescente a sus amigos para que acudieran a algún retiro espiritual, en especial el del Cenáculo, que organizaba el Movimiento Sacerdotal Mariano, y al que acudía todos los meses su madre.
Al iniciar la carrera de Medicina, Guido se integró en el grupo Fuego del Espíritu Santo, otra comunidad carismática que atendía a los pobres de las Hermanas de la Caridad. Pero lo que activó un cambió total en la vida de Guido fue una frase que escuchó en un retiro: "No apartes la cara ante ningún hombre y Dios tampoco la apartará de ti". Éste texto de Tobías le "golpeó" de tal manera que rememoró las veces que había desviado la cara ante algún pobre, y tras ponerse de rodillas y pedir perdón al Señor por estas pobrezas, le suplicó: "Jesús, ayúdame a cuidar a los pobres".
Otro hecho que le marcó fue la lectura del libro "El hermano de Asís" (San Pablo), escrito por el capuchino español Ignacio Larrañaga, fundador de los Talleres de Oración y Vida, que le dio "una gran luz de Dios en su vida".
La hermana Irma Caritas, misionera de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta compartió mucho tiempo con Guido en la atención de los "hermanos de la calle". Lo conocía bien. Dice de él que "su única preocupación era salvar almas. Llevar a todos a un encuentro personal con Cristo. Para eso no media esfuerzos. De hecho, toda su conversación estaba direccionada con Él y hacia Él. No perdía una oportunidad de proclamar a Jesús ya fueran con palabras o con su propio ejemplo".
"Cuando atendía a los hermanos de la calle -continúa la hermana Irma-, no los cuidaba únicamente la salud del cuerpo, sino sobre todo, el del alma. A ninguno de los pacientes dejaba de hablares de Cristo. Muchos de ellos salían del consultorio con lágrimas y profundamente tocados. Oraba por cada uno de ellos y les invitaba a recibir los sacramentos como fuente de gracia y comunión con Dios".
"Muchas veces usaba los carismas que el Señor le concedía. Varias veces presencié cómo daba palabras de conocimiento a sus pacientes. A todos trataba con delicadeza, paciencia y comprensión. Nunca lo vi irritado o impaciente con ninguno. Incluso cuando alguien llegaba borracho o con sobredosis de drogas, Guido procuraba calmarlos... siempre tenía tiempo para cada uno. Su ejemplo me edificaba y corregía", concluye la misionera de la Caridad.
Por su parte, Clementino Fraga Filho, profesor residente de Guido en el Hospital Santa Casa de la Misericordia, señala que "ejerciendo como médico, en todo el tiempo daba testimonio de su fe, y vivía conforme a los valores cristianos de cordialidad, templanza, caridad y justicia".
Guido dejó a su novia y siguió la llamada al sacerdocio. Entró en el seminario de san José (Rio de Janeiro) y según sus compañeros de curso "nunca hablaba mal de nadie y cuando se encontraba en medio de alguna discusión, intentaba con habilidad desviar el asunto".
También destacaba por un profundo conocimiento de la Sagradas Escrituras y una memoria prodigiosa capaz de citar "al corrillo" textos de la Biblia. Asimismo, su amor por la Eucaristía era grande y, como médico, hablaba de su poder de sanación tanto en el alma como para el cuerpo.
El seminario no hizo de Guido un hombre serio. Al contrario, ni perdió su alegría ni su forma extrovertida de ser. Seguía en contacto con sus amigos surfistas y les hablaba de Dios... lo mismo con los drogadictos y alcohólicos a los que diariamente trataba.
El padre Jorge Luiz Neves, más conocido como el padre Jorjâo, gran amigo de Guido, al que lo acogió en el grupo de oración de la parroquia de Nuestra Señora de la Paz cuando era un jovencito señala que "la vida de Guido desmiente el discurso de los mass-media, que repiten machaconamente que la gente de Iglesia es triste, aburrida y tediosa".
Durante su estancia en el seminario, Guido continuaba asistiendo a "sus hermanos de la calle", llevando comida por las noches a la favelas más pobres, escuchando con cariño, orando y aconsejando a los más desfavorecidos. A todos atendía como médico de forma gratuita.
Una de esas noches hacía mucho frío, y uno de los moradores de una barraca construida con material de desecho estaba tiritando sin poder entrar en calor. Guido, sin pensárselo, se quitó su cazadora de cuero, y se la regaló al indigente. Dicen sus amigos que ese fue uno de los días más felices de su vida.
Fueron tantos los testimonios de santidad atribuidos Guido Schäffer que recibió el arzobispo de Rio de Janeiro, que la diócesis decidió abrir formalmente la causa de beatificación del joven surfista, recayendo en Don Roberto Lopes, obispo auxiliar de Rio de Janeiro, la postulación de la misma.
Guido Schäffer, ruega por nosotros...
"Amado Dios y Señor que a través de la vida de vuestro joven Guido Schäffer, nos enseñaste con su ejemplo y ardor misionero a lanzarnos mar a dentro en el camino de la fe, concédenos por su testimonio de joven médico, seminarista y surfista, anunciar con renovado ardor vuestra Palabra y alcanzar por su intercesión la gracia que pedimos (pedir la gracia) a fin de que tengamos un día la alegría de verlo elevado a la gloria de los altares. Por vuestro Señor Jesucristo, hijo bendito de la Virgen María, Madre del Amor Hermoso, Él que es Dios con nosotros en la unidad del Espíritu Santo. Amén
(Rezar un Padrenuestro, Avemaría y Gloria)
De conformidad con los decretos del Papa Urbano VIII, declaramos que en nada se pretende prevenir el juicio de la Autoridad eclesiástica, y que esta oración no tiene finalidad alguna de culto público.