Hasta que el curso pasado llegó a su casa en Miami un sacerdote amigo de sus padres, el misionero español Christopher Hartley.
Tras presenciar una monumental discusión de varias horas entre Teresa y sus padres, el sacerdote decidió invitar a la joven a pasar el verano en su misión, en Etiopía.
“No tenía ninguna razón particular para ir, excepto que quería un cambio de escenario para el verano. Quería ser diferente de mis amigos y poder decir que había vivido una aventura”, cuenta Teresa, que el pasado junio hizo su maleta y decidió embarcarse en el viaje sin ninguna expectativa, solo ese mero deseo de aventura.
Teresa no iba a vivir aquello sola. Doce jóvenes católicos españoles y cuatro mexicanos la acompañaban.
Juntos iban a realizar un campamento de verano con los niños de una aldea musulmana.
“Sus casas eran chozas de barro y el único edificio real que había para cientos de personas era un colegio que la fundación Misión de la Misericordia había construido para ellas”, relata.
Cada mañana, después de la misa y un rato de adoración, los jóvenes acudían a esta escuela para jugar y bailar con los niños, enseñarles los números, las letras o sencillas palabras en inglés.
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“No era raro ver a una niña de no más de cinco años cargando con su hermano pequeño en la espalda todo el día porque sus padres estaban trabajando y ella quería participar en el campamento. Este era el único momento del año en el que estos niños tenían la oportunidad de ser niños de verdad, porque no tenían que ir al campo a trabajar y, en su lugar, podían jugar con personas que no les enseñaban otra cosa más que el amor”, cuenta Teresa. “Les mostrábamos el amor de Dios amándoles”.
Por las tardes, el grupo de jóvenes recibía catequesis y charlas de formación.
“Fue entonces cuando empecé a buscar de verdad quién era yo. El padre Christopher y una religiosa nos hacían preguntas que nadie más me había preguntado, incluso cuando había estudiado en un colegio católico durante toda mi vida. Las preguntas nos hacían plantearnos en quién queríamos convertirnos como personas”, relata.
Estas experiencias han hecho que el viaje haya tenido un fuerte impacto en la vida de Teresa y los jóvenes que la acompañaban. Varios de ellos decidieron alargar su tiempo de estancia en el país africano y no volver en la fecha que tenían prevista al finalizar el verano. Teresa fue una de ellos.
Si el plan inicial era estar tres semanas, finalmente se quedó tres meses.
“Lo más relevante que he aprendido es que cada persona tiene un papel importante que desempeñar, y que de tu “sí” a Dios dependerán los “síes” que otras personas le den en el futuro. Tú has sido llamado, has sido elegido y enviado por Dios para compartir su amor al mundo entero. De hecho, se te ha dado la responsabilidad de compartir tu fe a aquellos que no la conocen. Un día, te encontrarás cara a cara con el Creador del universo y te preguntará: “¿Qué hiciste con los talentos que te di?”, explica la joven.
La vuelta de Teresa a su vida normal en Miami no está siendo fácil. “Veo que mis amigos viven para sí mismos y me doy cuenta de que están atrapados en su propia burbuja. Pero si les señalo con el dedo, no lo entenderían, porque no conocen otra cosa diferente. No hace mucho yo estaba igual que ellos, sin saberlo vivía una vida egoísta y aburrida, pero ahora sé que no quiero vivir nunca más para mí misma”, confiesa.
Teresa pertenecía a una familia católica y siempre había asistido a misa los domingos, sin embargo, ha sido en los pobres de Etiopía en los que la joven ha encontrado a Cristo.
“Si preguntas a cualquiera de estos niños qué quieren ser cuando sean mayores, te dirán que médicos, pilotos, abogados… Parte el corazón ver su sonrisa y la esperanza que tienen en el rostro, porque sabes que un día se darán cuenta de que nunca van a tener la oportunidad de conseguirlo. Sin embargo, probablemente tú sí la tengas”, afirma Teresa, que anima a los jóvenes como ella a no dejar que sus vidas pasen en vano.
“Vive una vida que merezca ser vivida, que dé esperanza a otros. A ti se te han dado unas oportunidades y capacidades únicas que no son solo para tu propio beneficio, sino para mejorar la vida de otros. Tú puedes marcar la diferencia, puedes ser un héroe”.
Y concluye: “No vivas una vida aburrida que se deje llevar por la corriente de lo que todos hacen. Sé diferente y haz de tu vida una aventura. En tu aventura, Jesús es la única persona que va a estar ahí contigo pase lo que pase. Todo lo demás se desvanece. Pregunta a Jesús constantemente, ¿qué quieres de mí? Y, cuando descubras lo que quiere, simplemente hazlo”.
Para conocer más sobre la labor del padre Christopher Hartley en Etiopía, una zona muy pobre y prácticamente sin cristianos, visite www.missionmercy.org