Lorenzo Voltolini era un sacerdote misionero en Ecuador hasta que fue nombrado obispo en Portoviejo en 1993, primero como auxiliar y desde 2007 como arzobispo titular. Sin embargo, este pasado 14 de septiembre el Papa Francisco aceptó su renuncia a los 70 años, cinco antes de la fecha prevista. Y no lo hizo ni por problemas de salud ni por ningún tipo de escándalo, ni porque haya pasado por una crisis de fe.
Deja el arzobispado de Portoviejo, con permiso del Papa, para ingresar como monje en un monasterio trapense de Ecuador, concretamente en Latancunga, el primer lugar al que llegó como misionero.
Voltolini afirma que quiere servir a la Iglesia, pero ahora de otra manera, centrándose totalmente en la oración. “Me siento un poco cansado, y creo que muchos lo han notado, sobre todo después del terremoto de 2016 que sacudió el ritmo de mi vida y el de toda la archidiócesis”, escribió en una carta a sus amigos que recoge Vatican Insider.
De la vida activa a la contemplativa
Por ello, este religioso considera que “es sabio dejar que otros más jóvenes y capaces administren una Iglesia local en crisis positiva de crecimiento”.
A sus 70 años iniciará una vida nueva en el monasterio, donde la oración supera las cinco horas diarias y en el que también realizará trabajos manuales. Es un lugar que conoce bien pues desde que fue nombrado arzobispo realizaba allí sus retiros. Se trata del monasterio trapense de Santa María del Paraíso, en Salcedo, cerca de la parroquia de Latacunga, de la cual se ocupaba antes de ser obispo.
De hecho, en 2004 había pedido formalmente entrar a formar parte de esta comunidad monástica, pero no ha sido hasta que el Papa le ha aceptado la renuncia cuando ha sido aceptado. “Me fue concedida esta gracia. En noviembre entraré en el monasterio”, afirma este religioso.
Oración y vida interior
En su carta, Voltolini explica que “nunca me había pasado por la mente el monasterio, pero la vida misionera y la del obispo hicieron que comprendiera que sin oración y vida interior la Iglesia no sobrevive y retrocede”.
Tras 44 años de sacerdocio, 25 de ellos como obispo, ahora asegura que se pone “a disposición de todos más que como sacerdote o como obispo, porque con la vida contemplativa podré alcanzar a todos en el Señor y podré prepararme para el encuentro con Dios por siempre”.
"No huyo del mundo"
Durante estos años en el Vaticano ha sido miembro de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos y en la misiva escribe: “Agradezco al Señor. No huyo del mundo, sino entro al mundo desde una dimensión diferente, la dimensión de Dios”.
Como él mismo confiesa, el gravísimo terremoto que asoló Ecuador ha marcado un punto de inflexión. El arzobispo, ante el drama del sismo, transformó su casa en un hospital de campo y estuvo personalmente entre los escombros buscando a sobrevivientes y bendiciendo a los muertos. En ese momento subrayó la importancia de la reconstrucción, pero también la importancia de un renacimiento de las relaciones humanas (en familia, en parroquia y en las comunidades), siguiendo el estilo y las exigencias del Evangelio.