Michael Ward es uno de los principales expertos del mundo en la obra del literato irlandés. Recientemente ha contribuido con su trabajo "El cielo proclama la gloria de Dios: C.S. Lewis, Narnia y los planetas" al volumen De leones y de hombres: Estudios sobre C.S. Lewis, que recoge las ponencias del congreso sobre el escritor inglés celebrado en febrero de este año por la Universidad CEU San Pablo.
Los libros de investigación literaria de Michael Ward han sido publicados por la prestigiosa editorial de la Universidad de Oxford, de cuyo St Peter´s College fue capellán durante muchos años.
Porque Ward fue anglicano hasta 2012, año de su conversión al catolicismo. Doctor en Ciencias Religiosas por la Universidad de St Andrews, había sido ordenado sacerdote en el seno de la Iglesia de Inglaterra. Pero a lo largo de los años, según él mismo ha explicado, fue cuestionándose los fundamentos teológicos de dicha confesión, hasta llegar a convencerse de que la Iglesia fundada por Jesucristo es la Iglesia católica. Dio así el paso que su maestro no llegó a dar.
Y él mismo apunta por qué: siete razones fundamentales que describe en una larga entrevista concedida a Brandon Vogt.
"Comprendí que no basta decir ´Las Escrituras son mi autoridad última´ y citar un texto para demostrar un punto, porque... ¡también el diablo puede citar las Escrituras! Uno tiene que tener una comunidad y una tradición con interpretación autorizada con las que acercarse a la Biblia. Las Sagradas Escrituras y la Tradición son ambas fuentes de autoridad: no puedes tener una sin tener la otra, y sólo puedes encontrar un equilibrio con ambas a la vez".
"Tuve que escribir un ensayo sobre ello cuando me preparaba para ser sacerdote anglicano", explica Ward, "y, por primera vez en mi vida, leí las principales encíclicas papales, como Humanae Vitae. Me hicieron pensar, porque realmente tenían sentido para mí como ninguna otra enseñanza al respecto de la que yo tuviese conocimiento. Comencé a ver que las confusiones protestantes contemporáneas sobre moral sexual se debían en parte a decisiones tomadas en los años treinta sobre cuestiones aparentemente poco importantes sobre la anticoncepción.
Pero todo lo que ha pasado después proviene, como una ley férrea, de ese aparente pequeño cambio en la doctrina. Por ejemplo, nuestras actuales controversias sobre lo que constituye el matrimonio forman parte del mismo terremoto moral que compenzó a desencadenarse tan silenciosamente en los años trenta, pero que ahora está golpeando casi todo y a casi todos. La moral sexual católica incluye muchas enseñanzas duras, sin duda, pero tiene sentido y coherencia interna y viene acompañada por la gracia de los sacramentos para ayudarnos a vivirlas: ¡en particular el sacramento de la penitencia, sin el cual estaríamos permanentemente a la deriva!".
"Cuanto más miraba la enseñanza bíblica sobre Pedro, más me convencía de que a él Cristo le había confiado una tarea muy especial cuando le dio ´las llaves´ y dijo ´sobre esta piedra edificaré mi Iglesia´. Pero Cristo también le dice: ´He rezado por ti para que tu fe no desfallezca´. ¿Es creíble que la oración de Cristo no sea escuchada? Y si Cristo estará con los Apóstoles ´hasta la consumación de los siglos´, ¿no significa eso que el ministerio petrino continuará indefinidamente, en los sucesores de Pedro, en el obispo de Roma?".
Y añade Ward: "Muchos Papas han sido malos, y el Papado ha pasado por periodos turbulentos, pero la tradición de la fe y la moral cristiana siempre ha sido mantenida hasta hoy. Es lo que uno esperaría si la tareas ha sido constituida adecuadamente. Quien desempeña el cargo puede ser mejor o peor según la persona, pero el cargo nunca pierde su carácter constitutivo ni su autoridad".
Como él mismo explica, el descubrimiento de Nuestra Señora tuvo un papel determinante en su conversión, como es frecuente en muchos protestantes: "Comencé a darme cuenta de que María era un auténtico punto ciego para mí, y de que mi ignorancia sobre su papel en la historia de la salvación había tenido un impacto seriamente negativo en mi comprensión de Cristo". Editando un libro sobre herejías (Las herejías, y cómo evitarlas: por qué afectan a lo que creen los cristianos), comprendió que sus puntos de vista sobre la Madre de Dios eran nestorianos, lo cual contribuyó a reforzar su proceso de aceptación de la doctrina católica.
Y ahora el punto ciego se ha vuelto luminoso: "Desde que soy católico", añade, "he comprendido que las devociones marianas han sido una parte tremendamente arraigante y enriquecedora de mi vida espiritual. Ella es el discípulo arquetípico, en cuyo cuerpo eligió Dios morar, en el insondable misterio de la Encarnación". Según Ward, "el lugar que otorga el catolicismo a María ayuda a explicar también, al menos parcialmente, por qué los católicos han mantenido el rumbo en ética sexual, a pesar del terremoto ético modernista. El ejemplo de María aclara perfectamente el lado femenino de la Iglesia, y de todos los seres humanos cara a cara con Dios. El tener que decir, como María, «hágase en mí según tu palabra», y que eso afecte también a tu cuerpo, como en el caso de ella, es una afirmación de la dignidad de la mujer, y nos recuerda a todos, hombres y mujeres, la importancia de la contemplación y de la disposición receptiva ante Dios".
Ward explica así cómo sus reflexiones teóricas sobre este sacramento fueron tomando vida: "Cuando comencé a asistir a ceremonias católicas, aproximadamente un año antes de ser recibido en la Iglesia, tuve dos o tres poderosas experiencias del Santísimo Sacramento, aunque por supuesto sin comulgar. Pero sólo su presencia me producía sensaciones extraordinarias. Había vivido experiencias similares en mi trato con un sacerdote, el padre John Saward, quien a la postre me recibió en la Iglesia, y a cuyo través entré en conexión con los santos y los ángeles y toda la Iglesia invisible en un movimiento nuevo y elevador".
Aquí Michael Ward es aún más sincero: "Naturalmente, siempre había sabido que el nacimiento de la Iglesia de Inglaterra era profundamente ignominioso. Las razones de Enrique VIII para romper con Roma no eran las más honorables, por decirlo suavemente". "Comencé a ver", explica, "que los últimos quinientos año de la historia inglesa había sido escritos principalmente por los vencedores de aquella ´farsa trágica´ (como Lewis llamaba a la Reforma), y que necesitaba reeducarme a mí mismo y considerar las cosas desde el otro lado: bajar al equivalente inglés de las catacumbas romanas y prestar atención a la historia contrapuesta.
En ese sentido, creo que es maravilloso que se hayan descubierto recientemente los huesos del rey católico Ricardo III: me han recordado que no tengo por qué dejar de ser un patriota inglés por convertirme al catolicismo. Por el contrario, ahora veo que Enrique VIII (hijo del hombre que derrotó a Ricardo III) hizo un mal enorme a Inglaterra cuando rompió con Roma".
"Asistir diariamente, como empecé a hacer antes de reconciliarme con la Iglesia, ha sido tremendamente útil para mi vida de oración. Es muy difícil, al menos para mí, rezar solo. Pero si uno dedica al menos media hora al día a un acto público donde el único motivo es rezar, ¡entonces uno puede realmente hacerlo solo! Aparte de que la misa es una oración en sí misma, y no sólo un tiempo durante el cual uno reza".
"Por todo ello", concluye Michael Ward, "convertirme al catolicismo es lo mejor que he hecho o que ha podido sucederme", aunque ha significado perder un puesto como capellán en Oxford que podría haber sido para toda la vida... y el derecho a un apartamento en el centro de tan señalada ciudad.
Y está convencido de que C.S. Lewis se habría convertido también de vivir hoy, aunque admite las dificultades de hacer hipótesis sobre alguien "tan poco predecible". Pero cree que habría habido un factor decisivo: "Su firme oposición a la ordenación de sacerdotisas". En un artículo de 1948, el autor de Mero cristianismo y las Crónicas de Narnia apuntaba: "Dar hoy un paso revolucionario semejante, romper con el pasado cristiano y ahondadr las divisiones entre nosotros mismos y con otras iglesias ordenando sacerdotisas, supondría un gratuito grado de imprudencia. Y la Iglesia de Inglaterra se haría jirones en el proceso".
Que es, justamente, lo que ha sucedido.