Pero hace apenas 10 años, Peter no sólo no se planteaba la vocación sacerdotal, sino que ni siquiera era católico. Era protestante presbiteriano y además estaba alejándose de Dios.
La familia del joven Peter era presbiteriana de Monterey, California, y su padre era quien insistía en ir todos juntos a la iglesia cada domingo. En esa época, Peter no lo apreciaba, pero hoy que es religioso lo agradece.
“Me enseñó, aunque la mayor parte del tiempo contra mi voluntad, una cierta piedad y un cierto respeto por la casa de Dios, y que rendir culto a Dios es importante, es parte de una vida equilibrada”, recuerda quien hoy es fray Peter.
Cuando estudiaba historia de Estados Unidos en la Universidad de California, en San Diego, Peter se alejó de Dios y dejó de ir a la iglesia. Estaba mucho más interesado en el mundo del golf e incluso pensaba en hacerse jugador profesional de golf.
El año antes de acabar sus estudios, su padre tomó una decisión que cambiaría su vida. Le acompañó a un torneo de golf, y en el lugar había una librería. Su padre le compró allí mismo un libro para que lo leyera: Mero Cristianismo, de C.S. Lewis.
El libro de C.S.Lewis es un clásico: se compuso como una serie de charlas radiofónicas durante la Segunda Guerra Mundial y nunca ha dejado de venderse ni de suscitar conversiones. “Fue para mí como agua en el desierto”, recuerda.
Hasta entonces, el joven Peter se valoraba a sí mismo a partir de sus éxitos, de lo que él lograba. Pero con “Mero Cristianismo” entendió que “antes de cualquier éxito o fracaso, antes de cualquier identidad que el mundo decida otorgarme, yo soy, sobre todo, un hijo de Dios”.
La fe cristiana de Peter se reactivó con fuerza. De vuelta a Monterey trabajó en ministerios juveniles presbiterianos. Empezó a salir con una chica… pero notaba que Dios le llamaba, que “tenía que entregar mi vida a Dios de alguna manera especial o radical”.
Mientras tanto, se apuntó a un curso de "Grandes Libros" y le pasó lo que a muchos antes: de C.S. Lewis pasó a leer al escritor católico G.K. Chesterton, a quien Lewis admiraba y alababa y de quien obtuvo buena parte de su fe. También leía a Thomas Merton, el influyente trapense, autor de “La montaña de los siete círculos” y de muchos escritos de espiritualidad.
Estos autores despertaron su curiosidad por el catolicismo, que le atraía intelectualmente.
Empezó a ir a misa: un joven protestante que se sentaba en las filas de atrás, escuchaba las lecturas, rezaba en la iglesia…
Y un día llegó la experiencia: mientras miraba al sacerdote, que elevaba la Hostia, notó que sus ojos se inundaban de lágrimas. Entendió que si lo que los católicos creían era cierto, si la Eucaristía es el Cuerpo y la Sangre de Cristo, “¡sería tan hermoso!”
Y decidió profundizar en este misterio… cada día acudió a orar a una capilla de adoración perpetua.
“No puedo explicar cómo, pero cada vez que iba a orar allí, simplemente, sentía que estaba con Dios”.
Peter Hannah al pronunciar sus votos como dominico
Esa presencia de Dios y su investigación intelectual le convenció para hacerse católico, cosa que hizo en 2003, cuando se confirmó.
Sintiéndose llamado al sacerdocio en una vida consagrada investigó las distintas órdenes y congregaciones y se decidió por los dominicos, la orden mendicante fundada en la Edad Media por el español Santo Domingo de Guzmán, volcada en la predicación y el trabajo intelectual.
Después de 8 años de formación, fue ordenado sacerdote el pasado 31 de mayo.
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