Pocos refugiados que llegaban a ese lugar, saben que parte del alimento, sillas de ruedas, medicinas y otros enseres que reciben es fruto del trabajo de una joven ucraniana emigrante, Valentyna Pavsyukova, y la organización humanitaria Chalice of Mercy (www.chaliceofmercy.org, "Cáliz de la Misericordia") que ella, con el apoyo de amistades, fundó el año 2007 en Estados Unidos.
Valentyna emigró a Medford (USA) desde Ucrania el año 2002. Tenía 18 años, sabía algo de cosmetología, casi nada de inglés y su primer trabajo fue en Black River Industries, empresa cuya política laboral involucra promover -ofertando trabajo- a personas con discapacidad. Sería un aprendizaje significativo para la joven emigrante y determinante en su futuro…
“En Ucrania -comenta la joven- nunca ves a las personas con discapacidad en público. No son considerados por las instituciones; sus familiares se avergüenzan de ellos y los ven casi como una maldición. Es parte de una mentalidad. Sin embargo, ahí estaba yo, en Medford, trabajando con personas que tenían severas discapacidades, y ellas cuidaban de mí, ayudándome cuando no podía entender algunas cosas en inglés. Esta fue mi primera gran conversión”.
Valentyna había crecido sin experimentar la fe, debido a los devastadores efectos de la persecución religiosa y la ideologización atea comunista, que incluso se prolongaron tras la caída del Muro de Berlín, en 1989.
Su única raíz espiritual la representaba su abuela a quien aún considera “la persona más santa del mundo”.
Ella había hecho bendecir, precisa la joven nieta, un ícono de la Santísima Virgen María y Jesús que luego colocó en su dormitorio.
“Un día, cuando era pequeña, me dijo: «Debo enseñarte el Padre Nuestro para que lo reces cuando lleguen a tu vida los tiempos difíciles»”.
Aquellas palabras, cobraron sentido cuando estaba en Medford.
El pequeño pueblo y sus costumbres resultaban una cárcel para la joven emigrante. El Padre Nuestro era su consuelo y fortaleza.
Luego, a comienzos del 2003, una mujer inmigrante que conoció providencialmente le regaló una Biblia en ruso que la joven podía leer. “Poco a poco, los Evangelios me fueron volviendo a la vida", relata.
Pero la de Valentyna aún no era una fe sólida… “me faltaba coraje”.
Todos los días camino al trabajo, relata, pasaba frente a la iglesia San Juan Bautista, le atraía mirarla, pero no se animaba a entrar.
“Hasta que una mañana desperté con una gran tristeza en el corazón y dije entre lágrimas: «Dios, ayúdame a sanar, porque no puedo seguir adelante por mi cuenta»”.
La oración, junto con un texto bíblico que leyó al azar fueron determinantes. “Recuerdo que el pasaje decía algo como: «Si quieres amar a Dios, llámalo tu Padre y pídele que entre en tu corazón». La primera oración que aprendí fue el Padre Nuestro y junto a esta plegaria «Padre, ven a mi corazón», forjaron un tremendo cambio en mi vida”.
Para cuando por trabajo hubo de trasladarse el año 2004 a Chippewa Falls (Wisconsin USA) una experiencia de Dios llegó a ella con toda su fuerza en la Eucaristía.
"Fue una experiencia tremenda. Sentía al Espíritu Santo. En el momento de la consagración pensaba: «No sé nada, pero sé que esto es cierto». Justo ahí, delante de mí, en el altar estaba el Cuerpo de Cristo."
Finalmente con el apoyo de un círculo cada vez más grande de amigos católicos que eran como su familia, se bautizó después de la Pascua de 2007.
Pero este recién era el comienzo para la apasionada Valentyna. Ella quería entregarse por completo a Dios, pero no sabía cómo. "De repente pensé en mi propio pueblo, en Ucrania y del hambre de fe que tenían… «¿Cómo podría olvidarlos?», me dije".
Comenzó así, el proyecto que luego se consolidaría como ‘Cáliz de Misericordia’ cuya prioridad sería la ayuda médica y situaciones de emergencia humanitaria. El primero de muchos contenedores con equipamiento médico llegó a Ucrania el otoño de 2009.
Hoy que están profundamente involucrados en la ayuda a los refugiados, Valentyna tiene una sola frase cuando se le pide que dé razones para su esperanza… “Dios es quien nos da la providencia y abre los corazones… cuando decimos «sí» a Dios, Él hace el resto”.