Huérfana y sin marido, educaba sola a su hijo Wesley (con ella en la foto sobre estas líneas).
Se había acostumbrado a contar sólo y siempre con ella misma, y pensaba que lo había conseguido.
Hace pocos meses, con el descubrimiento de su enfermedad, todo lo que había construido se derrumbó ante ella.
Ingresada de urgencia la pasada primavera en el Community General Hospital de Harrisburg, Pennsylvania, por dolores muy fuertes en el estómago, le diagnostican un hemangioendotelioma epitelioide, una forma rara de sarcoma.
Inmediatamente Tricia piensa en su Wesley, su hijo de 8 años. No consigue ni siquiera imaginar que se quede solo. Está desesperada.
Es precisamente entonces cuando en la vida de Tricia (y en su habitación de hospital) entró otra Tricia, Tricia Seaman, enfermera oncológica cinco años mayor que ella.
«Cuando entró en la habitación – recuerda Somers – fue una sensación arrebatadora. Es difícil de explicar, pero era como un sensación de calor».
Los días sucesivos, Somers habla continuamente con Seaman de su hijo Wesley, al que llama a menudo para asegurarse de que está bien y para guiarlo como se hace con un niños que es aún pequeño. «Sufría por ella», explica la enfermera. «Sabía que su situación era bastante grave y que es verdaderamente insostenible tener un hijo pequeño y estar ingresada en el hospital».
Así, las dos mujeres (juntas en la foto) se hacen amigas y empiezan a verse también cuando la enfermera no se ocupa de la habitación de la paciente.
Hasta que precisamente el día del alta hospitalaria, Somers, que acaba de saber que sus condiciones empeoran rápidamente, deja atónita a Seaeman con estas inesperadas palabras: «Estoy muy contenta de que hayas pasado, porque tengo que preguntarte una cosa. Si muero, ¿te ocuparás de mi hijo?».
Sorprendida, Seaman vuelve a casa y habla de ello con su marido, Dan, y sus cuatro hijos.
La otra Tricia no lo sabía, pero los cónyuges Seaman había pedido ya la adopción y habían sido declarados idóneos unos meses antes: era imposible creer que la extraña petición de esa pobre mujer llegase por casualidad.
«Tenemos que ayudarla», se dijeron. «Sólo tenemos que seguir lo que Dios nos pide que realicemos aquí».
Así, las dos familias se acercaron la una a la otra, transcurriendo juntas la Pascua y la Fiesta de la Madre.
Sin embargo, en mayo las condiciones de Tricia Somers empeoran a causa de la quimioterapia.
Según los médicos ya no puede vivir sola, por lo que los Seaman toman la decisión de ocuparse inmediatamente no sólo de Wesley, sino también de Tricia que, cuidada por la enfermera, su marido y sus hijos, empieza a recobrar las fuerzas. ¿Cómo es posible? «Simplemente, es amada por una familia, es parte de la familia y esto hace una gran diferencia», explica Seaman.
Confirmado por Somers: «Esta familia me ha sustancialmente salvado la vida, porque en mayo me habían dicho que habría tenido un mes más de vida; en cambio, aún estoy aquí».
Mientras tanto, los Seaman han llevado adelante los trámites para la adopción. «Mi hijo – dice Somers – es muy consciente de que cuando muera él será bienvenido aquí. Y sabe que Dan y Tricia serán sus tutores. Le han explicado que nunca podrán ser como la madre y el padre, pero han dicho que están seguros que serán casi lo mismo. Han respondido a mis oraciones. Es maravilloso».
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)