La conversión al catolicismo del actor y humorista marroquí Gad Elmaleh (nacido en 1971), que tiene la nacionalidad francesa, ha sacudido tanto el mundo de la farándula como el del papel couché. No solo es un comediante de éxito en producciones como La felicidad nunca viene sola o Un engaño de lujo, sino que mantuvo una relación de cuatro años con Carlota Casiraghi, hija de Carolina de Mónaco, y en 2013 tuvo un hijo con ella que fue bautizado al año siguiente.
Y Elmaleh no solo se ha convertido, sino que ha hecho una película para contarlo, Reste un peu [Quédate un poco], que se estrena el próximo 16 de noviembre.
La entrega de los jóvenes hospitalarios
Gad es judío sefardí, pero ese primer contacto con la cultura católica a raíz de su relación con la familia real monegasca continuó años después con una visita a Lourdes. Él tenía prejuicios respecto a la Iglesia, pero le impresionó la actitud de los fieles y, sobre todo, la de los hospitalarios que ayudan a los enfermos a llevarles a las aguas y a las oraciones: "A mí lo que me ha impactado y transformado verdaderamente son los jóvenes que entregan su tiempo y su corazón por los enfermos”, dijo entonces.
De hecho, al poco tiempo co-produjo el espectáculo musical Bernadette de Lourdes, que estuvo en cartel durante meses en la localidad de las apariciones y llegó a empezar una gira internacional frustrada por los confinamientos gubernamentales de 2020.
“Es la primera vez que produzco un espectáculo en el que no participo, ni bajo los focos ni en el escenario, pero cuando se presentó la posibilidad de formar parte de esta aventura, me fue imposible rehusar”, explicó.
Y ya apuntó hasta dónde le estaba empezando a conmover lo que había conocido: "En esta historia hay algo de gran pureza. No es un cuento, sino una fábula moderna sobre la palabra dada, la verdad, la fe… Yo soy de religión judía, pero siempre estoy a la escucha de otras confesiones e intento conversar lo más que puedo sobre este tema, para aprender cada vez más”.
Una conversión por la Virgen María
En su conversión ha tenido un papel relevante la Virgen María, y de hecho una de las escenas más hilarantes de la película, cuando sus padres, que aún no saben nada de las nuevas convicciones de su hijo, descubren una imagen en su maleta.
Todo parece una premonición de un hecho que tuvo lugar en su infancia, y que él mismo ha relatado. Fue durante un viaje largo en coche. Hicieron un alto para que su padre descansara dando un paseo. Como se retrasaba, su madre, su hermana y él también salieron a andar y encontraron una iglesia. "Mi hermana y yo", recuerda, "nos miramos pensando: ‘No debemos hacerlo…’ Porque los marroquíes estamos acostumbrados a vivir con los cristianos, pero por razones oscuras los judíos les decían a sus hijos ‘¡No entres en las iglesias, no tienes derecho a hacerlo!’, y los musulmanes a los suyos ‘¡No entres en las iglesias, es pecado!’… Evidentemente, empujamos la puerta, que, como en una película se puso a chirriar, y nos dimos de bruces con una imagen enorme de la Virgen, que nos miraba directamente a los ojos. No fue una visión, era solamente una estatua, ¡pero nos quedamos petrificados! Por miedo a que nuestros padres nos pillaran, y por la superstición y las maldiciones, nos echamos a llorar y corrimos a escondernos en el coche. ¡Fue nuestro secreto durante toda la infancia!”.
Años después hizo averiguaciones sobre el lugar y la iglesia, y resultó que el lugar que habían visitado era... ¡la parroquia de Nuestra Señora de Lourdes en Casablanca": "Que cada cual crea lo que quiera, pero yo sé lo que quiero creer...”, comentaba el propio Gad incluso antes de su conversión.
Hubo más aproximaciones, como la medalla de la Virgen bendecida por un hermano de la Comunidad del Cordero que le regalaron y lleva siempre consigo, su aprecio por el cardenal Robert Sarah o el breve encuentro del equipo de Bernadette de Lourdes con el Papa Francisco durante una audiencia.
En busca de sentido a la vida
En mayo pasado asistió en Roma a la canonización de Charles de Foucauld, y este verano participó en un encuentro de la Comunidad del Emmanuel en Paray-le-Monial, el lugar de las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque (1647-1690). Posteriormente ha seguido cursos de formación teológica en el Colegio de los Bernardinos de París.
Todo ha acabado desembocando en la decisión de bautizarse, que refleja su propia película, autobiográfica. En Reste un peu participan también como actores sus padres y su hermana. Es una historia de ficción que tiene mucho que ver con la historia real. Con un equipo muy pequeño, entre ocho y diez personas, la hicieron en buena medida en su propia casa, con su madre cocinando para todo el equipo a las horas de comer. Y algunas de las discusiones que mantienen son reales, pues su hermana, sin ser judía practicante, es muy celosa de las tradiciones religiosas.
El protagonista, tras tres años en Estados Unidos, vuelve a Francia porque echa de menos a su familia y amigos, o al menos eso es lo que él dice. Porque realmente hay otra razón, y es que una mujer le ha robado el corazón: la Madre de Dios.
Cuando la película fue presentada a los medios hace dos meses, Gad abandonó la proyección al cabo de un cuarto de hora, emocionado, y no volvió hasta el final. Como contó después, tenía un gran temor a ese momento de dar a conocer algo de su vida que sucedió de forma "inesperada", pero le conmovió la forma en la que el público empatizaba con los momentos más cómicos del film, precisamente aquellos en los que se revela la verdad.
Como el momento en el que la madre de Gad entra en una iglesia para quejarse ante una imagen de la Virgen: "¡Tú sabes mejor que nadie lo que es perder a un hijo!" Porque, evidentemente, la conversión no es bien recibida entre los suyos, aunque siempre en tono de comedia amable.
El padre Barthélemy
De hecho, según declaró a Film Francophone d'Angulême, gracias a la empatía que crea la película se le están acercando personas de todo tipo, cristianas o no cristianas, incluso ateas o agnósticas, para contarle sus historias personales, lo que le ha "impactado" notablemente y le ha "confortado".
Gad tuvo desde niño algunas inquietudes espirituales, pero la "crisis existencial de los cincuenta" consistió para él en preguntarse por el sentido de todo, en una "búsqueda de sentido y de Absoluto". Empezó a leer "para comprender" y a contactar con sacerdotes, religiosos y religiosas de la Comunidad de las Bienaventuranzas y de la Comunidad de los Hermanos de San Juan: "Antes de hacer el catecumenado, tenía que informarme", explica.
Este proceso fue muy activo por su parte. Juntó a la mesa a rabinos y sacerdotes para plantear temas controvertidos, incluso él mismo contrastó su conocimiento del Antiguo Testamento discutiendo con religiosos, en una investigación sincera sobre la realidad de la fe.
Fue decisivo, sobre todo, su contacto con el padre Barthélemy que le llevó a apasionarse por la fe que estaba descubriendo y se convirtió en su "amigo" y "confidente". A la pregunta jocosa de si un humorista "tiene derecho a tener una crisis de fe", responde con seriedad: "Es algo sorprendente e inesperado, pero es verdad, y como es verdad, no hay mucho que decir".