Quiero ser uno más, sin que me miren mal por venir de la cárcel”. Es una de las frases más repetidas por los cientos de ex residentes en centros penitenciarios que son puestos en libertad cada año y, sin embargo, no todos lo consiguen.

Durante su juventud, Álvaro Sicán creció en el mundo de las pandillas en Guatemala, pero tras un milagroso episodio, entró al seminario.

Cuenta al Diario de Zaragoza que hoy busca dar respuesta a cientos de presos que quieren “ser uno más” desde la Obra Mercedaria y su Hogar de Acogida de Zaragoza.

Frente a "un lugar de marginación", uno de apoyo para recuperar la vida

El sacerdote explica que actualmente las cárceles son vistas como lugares de exclusión y marginación para todo aquel que pase por ellas. Por este motivo, es normal que muchos de los que son liberados cada año encuentren un rechazo familiar y social que les dificulta retomar su vida como desearían.

Como respuesta a ello ha nacido la Fundación Obra Mercedaria y con ella, los hogares de acogida repartidos por todo el mundo. Sicán, como coordinador del Hogar de Zaragoza, explica que “pretenden ser más que un lugar de paso, donde encuentren el apoyo necesario para retomar su vida”.

A través de la acogida, manutención y asesoría, los hogares buscan que todos los que salen de prisión puedan retomar el rumbo de su vida –también en los ámbitos laboral y familiar– a través de programas de acompañamiento  antes, durante y después de prisión, de prevención, etc.

En el Hogar de Zaragoza, Álvaro Sicán atiende a 100 personas al año

Tan solo por las puertas del Hogar de Acogida de Zaragoza pasan unas 100 personas al año. Una cantidad elevada según Sicán, y a los que “se les cubre las necesidades básicas y otras que vayan surgiendo de acuerdo a las necesidades de cada uno”.

“La manutención de este hogar conlleva una cantidad elevada de dinero, y gracias al apoyo de personas de buen corazón e instituciones públicas y privadas vamos sacando adelante nuestro Hogar Mercedario, aunque no es suficiente para sufragarlo todo”, explica, y asegura que su labor no sería posible sin la aportación de los donantes.

Una vida tras los barrotes, ayudando desde prisión

Prácticamente desde su infancia, Álvaro Sicán ha estado relacionado con el entorno de las prisiones.

Nació en 1983, en Guatemala, y desde los siete años se introdujo en el mundo de las pandillas. No tardó en ver como sus amigos eran asesinados, se suicidaban o incluso, a día de hoy, continuarán en prisión por muchos años.

Éramos cuatro hermanos, tres chicas y yo”, contó al portal Iglesia en Aragón.Ellas jugaban a las muñecas, así que yo busqué mi sitio en la calle y acabé metido en el mundo de las pandillas. Por eso aprendí lo que no tenía que aprender a esa edad”.

Tras ver como sus amigos caían uno tras otro, le recomendaron que visitase una Iglesia y se preguntó por el sentido de su propia vida, destruida desde la propia infancia. Le contó a un sacerdote toda su historia y experiencias. “Me dijeron que fuera a mi parroquia y casualmente era una iglesia de los mercedarios”.

"El gran milagro" de Álvaro Sicán

Entonces sucedió “el gran milagro" en la vida de Álvaro. Con 19 años, se sintió llamado por Dios y entregó su vida a Cristo para ingresar en el seminario.

Me hizo ver las dos caras de la moneda: primero la parte de fuera, el mundo de las pandillas, de autodestrucción, drogas, muerte; y por otro lado, el campo de trabajo que quiere ayudar a estas personas”.

Desde entonces, la prisión adquirió un doble sentido para él. Ya no era exclusivamente el lugar de castigo a una vida de violencia. Ahora podía ser un foco de perdón, donde ayudar a a los demás a encontrar el sentido de su vida como él mismo lo había encontrado.

Nuestra misión desde el principio es la prisión. Desde la formación nos metemos en esto. En Guatemala, ya visitábamos las prisiones de mi país. Después en El Salvador estuvimos con las prisiones y dos hogares de prevención. Después me mandaron a Mozambique, allí estuve encargado de dos prisiones. Y luego me mandaron para acá, para seguir trabajando en prisiones”, explica.

Fray Álvaro Nistal visitando a su familia en Guatemala; ha trabajado en prisiones guatemaltecas, salvadoreñas, mozambiqueñas y ahora en Zaragoza

Misas con 300 personas en prisión: "Ven a Dios como una tabla de salvación"

Actualmente, Álvaro Sicán celebra tres misas cada fin de semana, a las que acuden 300 de los 1.500 reclusos de la prisión de Zuera. “Muchos de ellos lo ven (a Dios) como una tabla de salvación, como alguien que les puede ayudar”.

En Zaragoza, los mercedarios tienen la parroquia de la Paz como su principal foco de actividad. De ella surge también el Hogar de Acogida de la Paz, un antiguo dispensario de las monjas con 10 habitaciones. “Su misión es ser hogar para aquellos presos que están de permiso, en tercer grado, libertad condicional y con libertad total”, explica.

“Se les acoge para que tengan un lugar donde vivir, se les da una asesoría… Está dirigido principalmente a los que no tienen recursos, no tienen familia o no pueden tener contacto con ella. Se ha reformado y mejorado mucho”, añade.

Álvaro Sicán, de pandillero a capellán de prisión.