En la época en la que triunfaban boys bands como Boys II Men, Take That o, sobre todo, Backstreet Boys, en Francia lo hacían en ese estilo los cuatro jóvenes de Alliage, que lograron en 1997 un gran éxito con título en español, Baila.
Uno de los miembros del grupo era Steven J. Gunnell, hoy realizador de cine y televisión, que acaba de dirigir, junto a su esposa Sabrina, una película sobre todo lo que concierne al Más Allá individual (el juicio particular, el infierno y el paraíso) y colectivo (el Apocalipsis y el juicio final).
Se trata de Eternam, un film sobre la muerte con el que ha recorrido Francia interrogando a personas que tratan con ella habitualmente, como religiosos, sacerdotes o médicos (entre ellos, el actual arzobispo de París, Michel Aupetit) o que han visto su rostro de cerca.
Lleno de sueños de hacer cine, Steven llegó a París en 1996 para participar en un casting que resultó ser de una discográfica. Le preguntaron si sabía cantar y bailar, y dijo que sí, porque su padre era cantante de rock y su madre bailarina: "Yo tenía esos genes, conocía los trucos del oficio, y fue así como entré en Alliage". Era primavera y su vida había dado un vuelco imprevisto.
Fueron tiempos "de gloria, de millones de discos vendidos, de dinero fácil, pero también de alcohol y de una vida que no controlaba demasiado", recordaría años después en un libro autobiográfico, Sacrificado. De las ilusiones de la gloria a las maravillas de la fe.
Estuvo en el grupo hasta 1999, cuando se disolvieron. "De repente, la nada. Tras tres años de éxito, muere el fenómeno boys band y llegan el olvido, la soledad, las promesas incumplidas, la amargura"...
"Vino una larga travesía del desierto", explica, porque les habían encasillado como boys band y eso les cerraba "todas las puertas y todas las perspectivas" para un futuro artístico distinto, con el que él, sin embargo, seguía soñando. De la noche a la mañana desaparecieron los trabajos, los contratos y los ingresos, y llegaron "las deudas, las preocupaciones, los problemas": "Experimenté una angustia enorme".
"Tras las luces cegadoras de los flashes me encontraba en un agujero negro: la nada me aspiraba e iba a perderme en ella...", explica sugiriendo lo peor.
"Cuando estaba en lo más hondo de esa gran angustia", continúa, "perdido por las calles de Londres, donde me había exiliado en aquella época, se me ocurrió llamar a mi madre, con quien no había hablado por teléfono desde hacía varios años".
¿Por qué esa llamada? "Quizá fue el acto reflejo de querer escuchar una voz dulce antes de pasar a lo irremediable", confiesa, sugiriendo que estaba al borde de la desesperación última. "Mi madre me dijo por teléfono: 'Hijo mío, antes de hacer una tontería, entra en una iglesia a descansar'. Lo hice, y sentí allí algo muy fuerte, muy dulce, muy bueno, todo ello en un contexto que no me permitía tener un sentimiento de bienestar. Eso no era normal, y por eso sentí que había Algo que estaba por encima de mí, fuera de mí, y lo dejé entrar".
Nueve meses después, Steven decidió volver a casa de su madre. Y supo entonces, acompañándola a una iglesia, que ella misma se había convertido un año antes, es decir, muy poco antes de aquella llamada de teléfono. Desde su conversión, ella "iba todos los días a rezar el rosario a Santa Rita, patrona de las causas desesperadas, para que hiciese algo por mí".
"Fue así como la conversión de mamá produjo mi propia conversión", afirma: "El encuentro con un sacerdote nos permitió revivir y recibir los sacramentos que habíamos abandonado durante veinte, treinta, cuarenta años, y nos condujo por el camino de la Fe. Me salvó la vida..."
De aquellos días recuerda emocionado la visita de Juan Pablo II a Lourdes en 2004, que vio a través de KTO: "Le recuerdo como si fuera ayer, de rodillas, al pie de la gruta de Massabielle, rezando el rosario. Aquello me emocionó mucho. Y me encontré a mí mismo, de rodillas también, llorando y rezando el rosario con él y por él".
El primer minuto del vídeo muestra los momentos impactantes a los que se refiere Steven.
Años después, en 2007, escribió un libro relatando su historia, À l'ombre de tes ailes [Bajo la sombra de tus alas]. Lo prologó el obispo de Fréjus-Toulon, Dominique Rey, y en él cuenta numerosas historias extraídas de su etapa de triunfo mundano, así como historias de personas en busca de un conocimiento más profundo de Jesucristo.
También denuncia las perversiones que conoció de cerca: la droga, el deseo de suicidarse, el amor al poder y al dinero, las artificiosidades... Y recoge los "tiempos de gracia" y los "combates espirituales" que vivió hasta encontrar la vía del amor de Dios, redescubierta cada día a través de los sacramentos y de la lectura de la Biblia.
En 2012 Steven lanzó con su esposa Sabrina una pequeña empresa familiar, Krea Film Makers, como productores y realizadores independientes: "Fue como una vuelta a los orígenes del niño que quería hacer cine". Tenía claro que ése era el camino, pero había que ponerlo en práctica, y todo empezó a cambiar cuando llegaron los primeros clientes: artistas, empresas...
Un día conocieron a Damien y Elizabeth Ricour, un matrimonio en el que él era un actor de teatro converso y ella una economista que trabajaba con los discapacitados mentales de El Arca de Jean Vanier.
A Damien le habían diagnosticado una rara especie de cáncer en el ojo, y al cabo de un tiempo supo que iba a morir. Ambos, que habían ofrecido en más de una ocasión su testimonio de fe, pidieron a Steven y Sabrina que rodasen una película sobre los últimos meses de vida de Damien.
Fue la película Fais-moi vivre [Haz que viva], de gran impacto por la fuerza del testimonio de ambos al afrontar la muerte.
A partir de ahí siguieron otras obras, convirtiéndose el matrimonio Gunnell en realizadores de referencia en el ámbito multimedia católico francés.
Eternam es quizá su trabajo más ambicioso. "Es una película sobre la vida eterna", explica Steven: "Te das cuenta de que en las redes sociales o en la televisión o en el cine, el mundo invisible que nos rodea suele ser tratado con el prisma del esoterismo, de otras religiones, de otras culturas o incluso por la ciencia, pero rara vez es abordado con el prisma de la Iglesia y de su teología, y a fin de cuentas lo propio del católico, del bautizado, su destino final, es la vida eterna del más allá. Así que... ¿cómo nos preparamos? ¿Cómo se la recibe? Es un mensaje extraordinario de esperanza que nos permite recolocarnos un poco en nuestro recorrido por el aquí y el ahora".
Publicado en ReL el 12 de diciembre de 2019.