“¿Te parece si invocamos primero al Espíritu Santo?”, nos pide Tamara antes de comenzar la entrevista. Nos encontramos disfrutando de una coca-cola en una terraza del céntrico barrio madrileño de las Letras, con su perra Vanilla, que hace las delicias de los viandantes.
Momentos antes, la hemos acompañado a la librería San Pablo, donde quería hacerse con los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola para regalárselos a una amiga. Y es que Tamara está decidida a compartir el tesoro que ha descubierto con todo el que esté dispuesto a recibirlo.
- Comenzó su conversión tras leer la Biblia en el verano de 2011. ¿Qué aspectos de su vida vio reflejados en ella?
- Vi mi vida reflejada continuamente. Desde el Génesis vi lo que Dios había hecho conmigo: separar las luces de las sombras de mi vida.
Cada capítulo de la Biblia tiene un significado. Yo había estudiado religión en el colegio, pero no era mi momento para entenderla. Él es rey y Señor, y decide cuando estás preparado.
- ¿Estaba ya buscando a Dios?
- A Dios padre siempre le había tenido presente, pero como un Dios de muertos al que íbamos a ver solo cuando muriéramos; no sabía que estaba realmente presente en el día a día.
No conocía a Jesucristo, que es fundamental porque sin Él no se puede conocer a Dios ni saber qué es lo que quiere de ti.
Recuerdo haber pensado que si Jesús estuviera vivo, le seguiría, pero era algo que había pasado hacía 2000 años. Sin embargo, la Virgen me llevó a Jesús y empecé a descubrir al Dios vivo.
- Acudió a un retiro carismático con el padre Ghislain, ¿qué vivió allí?
- Fue como un máster en catolicismo; vi muy claro que el demonio existía, que actúa en nuestras vidas y la importancia de la confesión para cerrarle las puertas.
El padre Ghislain me impuso las manos y me habló directamente al corazón, sabía cosas de mi vida que era imposible que conociera un sacerdote canadiense que nunca había abierto un Hola.
Después del retiro comencé a ver los frutos, me empezó a apetecer muchísimo ir a misa y hacer oración.
- ¿Cómo había sido su relación con Dios durante su infancia y juventud?
- Me había bautizado y había hecho la primera comunión, y rezaba a Dios por las noches, pero una vez en el colegio me enfadé con un sacerdote, porque no me supo contestar a lo que yo necesitaba en ese momento.
Acudí a él para que me ayudara con una situación difícil y, al verle perdido, estando yo también ya perdida, me desilusioné y me reboté. Hasta entonces pensaba que los sacerdotes lo tenían que saber todo, sin darme cuenta de que también son humanos.
Pero en 1991, mi abuela materna se vino a vivir con nosotros desde Filipinas. Ella es muy religiosa, de misa diaria, y yo por entonces ni siquiera sabía que había misa todos los días, por lo que me chocaba mucho que ella fuera.
Estoy segura de que Dios la puso en la vida de mi familia para que rezara por nosotros con mayor intensidad, porque no rezas igual por una persona que se encuentra lejos de ti que si convives con ella.
Para mí fue como santa Mónica, la madre de san Agustín. Le debo parte de mi conversión.
- ¿Ha cambiado su vida desde que Dios ha entrado en ella?
- Radicalmente. No soy la misma de antes. Él está sanando, poco a poco, las heridas que acumulaba en el corazón. Ha ido sacando a la luz todas esas oscuridades que tenía en mi vida, de forma muy didáctica y muy suave.
- Y todo por pura gracia y por medio de la oración, porque no pertenece a ningún movimiento...
- Soy muy afortunada, porque se me ha ido poniendo en el camino todo lo que necesitaba.
Cuando he necesitado amigos cristianos, conocí al grupo de amigos con el que viajé al santuario de Medjugorje; me confirmé con la gente del Camino Neocatecumenal; también tengo amigos de la Obra y de los Legionarios de Cristo, ahora soy muy amiga de las Siervas del Hogar de la Madre, el fin de semana pasado estuve con las monjas de Iesu Communio...
Me fascina la diversidad de la Iglesia, todos los grupos que he conocido tienen cosas maravillosas...
Cuando hice las catequesis con los del Camino, me encantó ver que son como una familia, la forma tan sencilla, honesta y valiente que tienen de dar su testimonio: cómo cuentan cosas tan personales a personas desconocidas. estar en la Iglesia es precioso.
- ¿Cómo puede ser entonces que la Iglesia esté tan desprestigiada?
- No creo que eso sea cierto. Al principio solamente eran doce apóstoles, así que algo hemos conseguido. Es importante la función de los laicos, personas normales que se toman copas, van al gimnasio y, al mismo tiempo, llevan una vida activa dentro de la Iglesia.
Jesús era un hombre normal, no iba vestido de forma rara, si se tenía que perfumar se perfumaba, sabemos por las bodas de Caná que bebía copas,...
Al principio yo me ponía limitaciones muy estrictas, si un amigo me pedía que le acompañara a un concierto, pensaba que no podía ir porque tenía que hacer oración, pero mi director espiritual me ayudó a utilizar el sentido común.
Jesús sanaba en sábado, por lo que lo importante no es la rigidez, sino hacer lo que brote del corazón.
- ¿Ha cambiado su visión de la sexualidad?
- Muchísimo. Tú solo no puedes llevar una vida casta si Dios no te da la gracia, aunque las tentaciones siempre existen.
Cuando empezó mi conversión, tenía novio y no estaba dispuesta a dejar de tener relaciones con él. Pero justo cuando yo estaba asistiendo a las catequesis de confirmación, le ofrecieron un trabajo en Italia y la relación se acabó de manera natural.
Las cosas de Dios no ocurren de forma traumática ni forzada; si Él lo quiere, lo hace posible y llevadero.
Mi director espiritual actual me ha explicado los tres pasos del amor, y que la entrega total es el último paso. pero no habría podido salir de esas relaciones sin la fuerza de Dios.
Lo mismo ocurre con lo de la consagración, que me preguntan si me voy a consagrar o no. Si Dios no te da la gracia, vivir en un convento sería como estar en una cárcel, pero si Dios te quiere para estar ahí, será donde vas a ser feliz.
- ¿No le parece que ha tenido que renunciar a mucho?
- Al principio pensaba que ser cristiana me iba a suponer tener que renunciar a muchas cosas, no me daba cuenta de todo lo positivo que había.
Cuando estaba con un chico, dejaba todo a un lado y me entregaba totalmente a él, por lo que Dios quitó todo lo que había entre Él y yo, y me llenó de otra forma. Estoy segura de que me lo va a devolver, pero bien ordenado. No he dejado nada, al revés, lo he ganado todo.
Creo que estoy llamada al matrimonio y claro que echo de menos compartir mi vida con otra persona, pero sé que Dios tiene un plan para mí. Él no se olvida de nosotros en ningún momento, porque hasta cada uno de nuestros cabellos está contado.
- Es guapa y rica... ¿se necesita a Dios con una vida tan “perfecta”?
- Nada es perfecto sin Dios. Si Dios es el que hace todo perfecto, si no le tienes a Él, por mucho que tengas fama y dinero, no tienes nada. Mi vida era perfecta materialmente hablando, pero no espiritualmente. estas dos dimensiones se necesitan la una a la otra.
- Pero hay un Evangelio que dice que no se puede seguir a Jesús siendo rico...
- No, no. Dice: no podéis servir a dos señores, a Dios y al dinero. Creo que no hay que demonizar las cosas materiales, el problema no está en ellas, sino en buscar la felicidad en ellas.
Lázaro era rico y Jesús lo resucitó, pero la diferencia entre Lázaro y el joven rico es que este último no sigue a Jesús.
- ¿Cómo encaja la Tamara que reza el rosario y va a misa todos los días en el mundo glamuroso que le rodea?
- Todos necesitamos momentos de intimidad con el Señor que den orden a nuestra vida, pero tampoco te puedes quedar eternamente en el monte Tabor.
A ti te han dado una luz y Jesús te enseña que hay que salir y ser luz, porque hay muchísima oscuridad.
Aunque tampoco sirve de nada que salgas y seas la más borracha de la fiesta; pero incluso eso también tiene solución: te confiesas y a volver a empezar. No sabes por qué te está poniendo el Señor en esa fiesta, a lo mejor hay una niña que necesita que la lleves a misa, o a ese grupo de amigos tuyo cristiano que la va a acoger.
- ¿Ha notado algún cambio en la actitud hacia la fe de su entorno?
- Empiezo a ver pequeños cambios. Antes a nadie le importaba este tema, y ahora de repente todo el mundo me lo saca. Es como un cuento que quieren escuchar continuamente, veo la sed en la gente.
Si me hubiese salido todo bien desde el principio, estaría juzgando si los demás lo hacen bien o no, pero como el Señor me sacó de las mayores barbaridades, veo que se puede salir de todo.
Por eso, cuando vienen amigos a pedirme ayuda, sé que mi labor no es juzgarlos, sino darles esperanza y decirles que Dios es amor. Es lo mejor que tengo.
- ¿Qué diría a alguien que, como usted, siente ese vacío, busca y no encuentra?
- Yo puedo hablarles, pero el Señor tiene que hacer primero su labor de abrir el corazón.
Recuerdo que el actor mexicano Eduardo Verástegui se sentó a mi lado en una cena y me contó su con- versión. Yo pensé: “qué bien por él”, porque en ese momento no tenía nada que ver conmigo.
La persona tiene que estar buscando. Pero todo el que busca a Dios lo encuentra, como está escrito: “Llamad y se os abrirá”.