El padre Gerald Hammond, de 81 años, es norteamericano y sacerdote católico, misionero de Maryknoll, y sin embargo, desde 1998, cada año entra dos o tres veces en Corea del Norte, el régimen más aislacionista, tiránico, antireligioso y antiamericano del mundo.

Lo hace como colaborador de la Fundación Eugene Bell (www.eugene-bell.org), de origen protestante, que con equipos desplazables de tecnología punta entra en el país para tratar a los enfermos de tuberculosis resistente a los fármacos, una enfermedad que se contagia, preocupa al país y el régimen no tiene apenas capacidad de combatir. Cada enfermo requiere ser tratado durante 18 a 24 meses con un coste por enfermo de 5.000 dólares -financiado por donantes occidentales, sobre todo iglesias-, usando la metodología moderna de la fundación. Un 70% se cura.

Los enfermos son puestos en un régimen de cuarentena y aislamiento espartano. Cuando, quizá 2 años más tarde, pueden reintegrarse a su familia y comunidad, se celebra una gran fiesta de sanación y retorno, que el padre Hammond valora como un símbolo de la sanación y reunificación que necesita Corea, con medio país "en cuarentena". Lo considera "un pequeño signo de esperanza".



El padre Hammond en una visita de hace unos años
con enfermeras y niños norcoreanos



El padre Gerald lleva 54 años en el país -llegó al terminar la guerra de Corea- y habla correctamente el coreano. Por lo general, cuando él y su equipo llegan a Pyongyang para iniciar sus visitas médicas "estamos permanentemente acompañados por personal del gobierno. Nos asisten en todo y durante todo el tiempo. Son muy amables y disponibles. No podemos entrar en el país con teléfonos ni ordenadores. Sólo podemos ir a los lugares a los que nos acompañan. La mayor parte del tiempo lo pasamos en una institución de acogida gestionada por el Ministerio de Exteriores. Colaboramos con los funcionarios del Departamento de Salud de Corea del Norte porque nuestra misión está vinculada esencialmente al problema de la tuberculosis".

En esta último viaje de abril y mayo de 2014, por primera vez en decenios el misionero americano obtuvo el permiso de hablar en público con los pacientes, según declaró a AsiaNews. "Fue una bellísima sorpresa y un honor para mí. Este viaje, que se desarrolló desde fines de abril hasta la mitad de mayo, trajo consigo muchas ´primeras veces´. Nos han dado permiso para visitar otros centros de la lucha contra la tuberculosis resistente, en provincias que no habíamos visitado. Y es la primera vez después de tanto tiempo que hemos podido constatar y registrar en el número de los enfermos que logran curarse".


Otra novedad este año es que Hammond no ha sido el único cura en entrar: el gobierno dio permiso para que le acompañasen otros 3 sacerdotes misioneros, que no ocultaron su identidad religiosa al pedir el permiso.

Corea del Norte tiene unos 22 millones de habitantes, la mitad bajo el umbral de la pobreza, y la desnutrición favorece el crecimiento de la tuberculosis. El gobierno quiere frenar su expansión como sea, y parece que por eso da más permisos.

En este último viaje, cuenta Gerald Hammond, "estuvimos en 12 Centros para enfermos de tuberculosis, divididos en 4 provincias. Dos de estas provincias nunca habían recibido visitas de extranjeros. Hemos curado a 400 nuevos pacientes, y hacemos un seguimiento a más de mil enfermos. El 70% se cura totalmente".


¿Y los que no se curan? Al menos deberían tener derecho a un programa de cuidados paliativos... y eso el gobierno todavía no lo ha autorizado. "El gobierno no nos ha dado todavía una respuesta, pero cada viaje que pasa ven que lo que hacemos es bueno para la nación y bueno para ellos, por lo tanto soy optimista. Al final de esta visita he podido hablar, con el permiso del gobierno, con los que ya se han curado y pueden volver a su casa. Les deseé una nueva vida llena de esperanza. Por parte de ellos, los pacientes son siempre muy agradecidos. Considero que lo que hacemos es útil también para la paz en la península, porque ellos y sus familias no olvidarán a quienes los ayudaron".

En ocasiones anteriores este sacerdote dejó claro que en Corea, al hablar con los enfermos, no oculta que es sacerdote. A los enfermos y funcionarios les habla de esperanza, de paz, de reconciliación.



El padre Hammond es un hombre jovial y optimista


"Hablo coreano muy bien y no tengo problemas para entrar en contacto con la gente. Ellos ven que soy sacerdote y cuando me piden que rece con ellos, lo hago. Los encuentros se desarrollan en las salas, donde normalmente hay dos o tres personas a la vez. Yo estoy autorizado a decir lo que quiera, pero no me está permitido hablar de política o religión en cuanto tal. Si me preguntan sobre cuestiones religiosas, puedo responder, pero no puedo plantearlas yo como un argumento".

"Ellos saben que la ayuda les llega de la Iglesia católica. Pero no saben nada de la Iglesia, porque desde hace cincuenta años no hay sacerdotes en este país. La situación es completamente distinta de la china. El gobierno habla de casi tres mil católicos en una población de 23 millones de habitantes. Pero de ningún modo existe una presencia visible de la Iglesia. En junio de 1950, todos los obispos, sacerdotes, monjas y catequistas fueron arrestados o asesinados. Todo fue bombardeado: cayeron más bombas sobre Corea del Norte que sobre toda Europa durante la Segunda Guerra Mundial".

Por eso, cada vez que visita Pyongyang, Hammond lo mira como "un lugar de peregrinación, porque si lo miramos con los ojos de la Iglesia, este es un país bañado por la sangre de los mártires y de la gente que sufre".


En agosto el Papa Francisco visitará Corea del Sur. El misionero norteamericano está convencido de qye será un gran impulso para la paz. "La Iglesia y los fieles coreanos lo esperan con ansia. Después de cada misa recitamos una plegaria especial por el buen logro de su viaje. Sé que el Papa está en grado de llevar la paz, en Corea y en el mundo. Yo lo espero con alegría".